lunes, 29 de septiembre de 2008

PAUL

Todo lo que pueda decir sonará a tópico, pero es que los tópicos casi siempre son ciertos. Sin embargo, el tópico que dice eso de que la perfección no existe se ha demostrado falso durante ochenta y tres años. La perfección dejó de existir hace tres días, el veintiséis de septiembre de 2008, pero hasta entonces existía. Y si no que alguien invente otro calificativo para definirle, porque ninguno de los que vienen en el diccionario de sinónimos me sirve para cambiarlo por PERFECTO.

Ybrim tiene razón cuando asegura que sí, que hay gente imprescindible. El mundo seguirá, me temo, pero desde el día veintiséis será todavía un poco peor, todavía un poco más triste, todavía un poco más sórdido, todavía un poco más feo. Paul Newman era necesario para que el mundo fuera un poco más vivible.

Ayer leí un artículo de no me acuerdo qué periodista varón y heterosexual que decía con mucha gracia que la belleza de Paul Newman le hacía dudar de su propia sexualidad; yo lo que creo es que tanta perfección está por encima del sexo, que es sólo para estremecerse mirándole, como quien mira una obra maestra. Soñar con poseerlo son ganas de sufrir, igual que la pobre gata, ardiendo sobre el tejado de zinc. Porque es imposible poseer unos ojos líquidos que miran desde tan dentro y besar una sonrisa indescifrable. Siempre me han dicho que no se puede poseer a dios. ¡Qué méritos no tendrá Joanne Woodward!

Hace casi veintiocho años, cuando murió Steve McQueen, otro de mis amores, me daba vergüenza llorar pero pude camuflar mi llanto en una supuesta depresión post parto, aprovechando que acababa de tener a Marta. Ahora no se me ocurre ninguna excusa pero como soy mucho más vieja y tengo menos vergüenza, creo que me voy a permitir el lujo de confesar públicamente que siempre he amado en silencio a Paul Newman y que no sé como voy a poder superar este golpe.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

MARTA

Hoy hace justo veintiocho años que tuve una experiencia inolvidable: el nacimiento de mi tercera hija, Marta. Todos los nacimientos son irrepetibles, porque cada ser humano que viene al mundo es único, pero en el caso de Marta no es sólo que ella sea irrepetible, que lo es, sino que la ceremonia del parto, el hecho físico de venir al mundo, fue especialmente espectacular y colorista. Serían las siete de la mañana, cuando sonó el despertador como cada día para que su padre se fuera a trabajar. Yo en aquella época era un ama de casa con dos hijos en edad escolar y esperando el tercero y, aunque la procesión iba por dentro, aparentemente me daba la gran vida; no trabajaba, andaba bien de pelas y me dedicaba a jugar al tenis e ir al gimnasio. Había dormido como un tronco toda la noche, sin el menor dolor, pero al despertarme ví en la cama signos evidentes de que la cosa estaba en marcha. Así que le dije a Jesús estoy de parto y me levanté. Al ponerme de pie, ya me dió una contracción fortísima que anunciaba que el nuevo miembro de la familia -miembra, en este caso, que diría doña Bibiana- tenía prisa por llegar. Así que me lavé los dientes y poco más, me eché un vestido encima, pillamos la maleta que estaba hecha y salimos pitando; en total, no más de diez minutos. Mientras Jesús sacaba el coche del garage, me vino otra contracción que casi me parte en dos, literalmente; una Marta y otra yo. Aunque hace veintiocho años no se formaban los atascos de ahora en la carretera de La Coruña, el tráfico a esa hora iba cargadito y era imposible pasar, como mucho, de cuarenta. Desde que me subí al coche, el dolor fué en aumento y ya no era intermitente, aquello no había quien lo parara ni cerrando las piernas. Así que, cuando noté los dolores de expulsión, eché el asiento para atrás y me dispuse a lo que tenía que pasar. Mi marido, horrorizado, conducía sin quererme mirar. -Jesús, ¡aaay! ¡qué está naciendo! -Que no, mujer, que esto no es así. Que estos son los dolores de encajamiento. -¡Jesús! ¡que ha nacido! Marta fue un bebé que nació con el gorro puesto y perdonad la manera de señalar. Con la cabeza fuera y el resto del cuerpo dentro, lloraba como un becerro. Yo iba medio tumbada, con el asiento reclinado, y en el fondo aliviada como podrá entender cualquiera que haya dado a luz a puro pelo, que las chicas de ahora no saben lo que vale un peine. En esto, la niña dejó de llorar y entonces la que lloré fui yo. -¡Jesús, que se ha muerto! Instintivamente tiré de ella con mis propias manos y la saqué. Volvió a llorar. Yo la tenía cogida por el vientre y entre sus piernecitas abiertas vi que colgaba algo. Jesús seguía sin mirar. -¡Es un niño! Entonces, puse al supuesto niño sobre mis piernas y me relajé. Teníamos que cruzar todo Madrid para ir a la clínica que estaba por Arturo Soria; yo,en mi inconsciencia, pensaba que ya había pasado todo, que no había prisa aunque estaba sangrando como un cerdo en la matanza y el niño en cuestión seguía unido a mí por el cordón umbilical. -Vámonos a la Clínica Belén. Afortunadamente, mi marido tuvo más sentido común que yo y se acordó de la Clínica Nuevo Parque, que la teníamos mucho más cerca y allí se dirigió, metiéndose a toda velocidad por dirección prohibida, en una calle con casas militares, cuyos escoltas se echaron la metralleta a la cara al ver aquel coche que parecía huir de la policía. En la puerta de la clínica me cortaron el cordón y se llevaron al niño. A mí me metieron a puñados en una camilla que sacaron a la calle. Ni que decir tiene que Jesús tuvo que pagar su peso en oro para que le lavaran el coche y los del lavado mantuvieran la boca cerrada y no le denunciaran. -¡Enhorabuena, señor! Ha tenido usted una niña preciosa, que ha pesado tres kilos cuatrocientos. Su señora está muy bien. -¡No es verdad! ¡Mi mujer le ha visto y es un niño! Costó convencerle de que lo que yo había visto entra las piernas de la niña, con la nebulosa de las lágrimas y los sudores y en el difícil escorzo en el que me encontraba, era un trocito del cordón. Pero la verdad es que no había duda de que era su hija. De nuestros cuatro hijos es la única que se parece a él. Era septiembre, como digo; y mi madre todavía estaba en Sigüenza. Pero al salir de casa habíamos llamado a mi padre y a mi suegra para decirles que nos íbamos a la Clínica Belén. Y allí que se fueron los dos a esperarnos. Hoy Marta es un pedazo de mujer guapa, lista y buena gente donde las haya; que ha encontrado su vocación en la investigación científica y está aportando muchas cosas al estudio de la esclerosis múltiple. Que está llena de contradicciones como su madre; es perfeccionista y caótica, dura y tierna a la vez. Que quiere ser feliz y no se conforma con ir tirando. Que está llena de miedos y al mismo tiempo se come el mundo. Que está llena de dudas y casi vacía de certezas. Que es crítica, que no pasa una, que es de izquierdas pero jamás militará porque no quiere perder su sentido crítico y su independencia. Marta es mucha Marta. Tenía diez años cuando tomé la dolorosa decisión que tomé y la familia se partió en dos. Por un lado su padre, Jesús y Ana. Por otro Marta, Jaime y yo. Separados sólo en el espacio, porque en todo lo demás siempre hemos estado unidos. Pero nosotros tres empezamos de cero, con una mano delante y otra detrás y pasando muchas penalidades de las que no sé si ella era consciente. Al cabo de año y medio nos dejó Jaime, sólo cinco días antes de cumplir Marta doce; tanto es así, que teníamos su fiesta de cumpleaños preparada y aquel sábado terrible llegaron a casa algunas niñas, sin saberlo, con un regalo en la mano. Y nos quedamos solas. Recuerdo una noche en que estábamos en el sofá delante de la tele, mirándola sin ver; entre las dos quedaba un hueco vacío; de repente nos volvimos una hacia la otra y, sin decir palabra, rompimos a llorar al mismo tiempo. Pasamos muchas peripecias juntas. Por cómo teníamos la vida organizada, ella ha sido la que ha vivido más de cerca todas mis historias, todos mis altibajos, todas mis caídas y todas mis luchas. El cambio de casa y de vida. Irnos de la urba de Majadahonda al piso de Usera. Ella, con veinte años, fue la que le exigió al casero cuando vinimos, yo no estaba para nada, todo me parecía bien. Nos tiene que pintar toda la casa y ponernos más muebles en la cocina, le dijo. Cuando se fue a vivir con Alfon, la casa se quedó en silencio. Ya no nos peleábamos por su desorden. Pero tampoco hablábamos, yo llegaba a casa y no había nadie. A Alfon le quiero mucho y quiero que sepan quererse. Marta se ha hecho mayor y yo más, mucho más. Felicidades, mi niña. Aquel día de hace veintiocho años, en el coche, viniste al mundo, ¡menudas prisas!. Sigue siendo como eres. Ya entonces eras irrepetible. Y es estupendo que exista SOMEONE LIKE YOU

domingo, 21 de septiembre de 2008

GARY EN SAN GINÉS

Pues es el caso que hace unos días me llamó Gary -no, no Gary Cooper desde el otro mundo- Gary, nuestro Gary. Ese que tiene un blog paralizado desde el día 31 de julio, fecha en que nos dejó plantados escuchando a George Benson y no volvió a aparecer por la blogosfera ni para poner un comentario. Pues me llamó y me anunció que hoy domingo 21 de septiembre vendría su banda a tocar a Madrid, en honor de la Virgen de Guadalupe. Mi incultura en la cosa de las vírgenes es enciclopédica, porque yo la situaba allá por Méjico y, si acaso, en Cáceres. Pero por lo visto también es la patrona de Úbeda, tierra de Gary como es sabido. Y esta de Úbeda tiene una réplica en Madrid, en la castiza iglesia de San Ginés, casi tan famosa como la chocolotería que lleva su nombre en el pasadizo de detrás, lugar mítico dónde acabar las parrandas madrileñas. Se celebraba que hace cuarenta años que trajeron la imagen al foro, para fervor de los ubetenses que aquí residen. Esto es un lío descomunal, porque no son sólo las infinitas advocaciones de la misma Vírgen, que dan lugar a muchas grescas entre los devotos de unas y de otras por ver cuál de ellas es más milagrera, sino que para acabar de complicar las cosas, cada una tiene un montón de réplicas en diferentes lugares y ya no sabe una a qué atenerse a la hora de ir a rezar con garantías. Pero en fin, me estoy yendo por los fervorosos cerros de Úbeda y lo que quería contar es que he visto a Gary in person y hasta he hablado con él. Sí señor, he comprobado que Gary existe. A las once en punto de la mañana de este domingo lluvioso, me he personado en la puerta de la iglesia de San Ginés, en la calle del Arenal; bajo los soportales ya estaba el paso preparado, rodeado de velas y de flores y un número considerable de devotos esperando la salida de la procesión. Pero yo no veía por ningún lado banda de música alguna, no sabía si se habían metido dentro de la Iglesia o en la chocolatería a tomarse un chocolate con churros. En esto me ha llamado Gary para decirme que estaban tocando en la Plaza Mayor y allí me he ido. Efectivamente, los he encontrado deleitando al personal delante de la estatua de Felipe III o IV -sigo sin saber cuál es- y me he puesto a grabar en primera fila para que su actuación pasara un poco a la posteridad; por mi no iba a quedar, dentro de las escasas posibilidades de pasar a ningún sitio que tiene este blog .
Yo no le conocía y además, si me ponía a buscarle no grababa, así que yo a lo mío, esperando que él tuviera la intuición suficiente para dar conmigo. Y así ha sido; todavía resonaban los últimos compases y, por supuesto, los aplausos de la multitud, cuando Gary se salió de la formación musical y vino a mi encuentro sin sombra de duda.

Nos hemos saludado con un abrazo y hemos estado departiendo unos minutos en la plaza: luego la banda se ha puesto en marcha hacia la iglesia de San Ginés y yo detrás, bajo una lluvia menuda pero persistente que amenazaba con ir a más. Ya en la puerta, arreciaba la lluvia y los cofrades habían cubierto la imagen de la Virgen con un plástico horroroso, como en tienda de campaña, con lo que quedaba bastante deslucida, la verdad. No había noticias de si suspenderían la procesión o no y la banda no sabía muy bien qué partido tomar. Yo le he propuesto a Gary que al terminar comiéramos juntos y quedara con sus compañeros en el autobús o, en su defecto, que por lo menos nos tomáramos unas cañas. No ha habido forma; le he amenazado con ponerle a parir en el blog pero ni por esas. Ha dicho veremos a ver qué pasa. Pero la vida me ha ha enseñado que casi nunca pasa nada si nosotros no hacemos que pase, así que he escuchado el himno nacional con mucho respeto y me he venido a casa a escribir este post. Luego me ha llamado para decirme que hacía sol y que estaban tocando, pero yo, francamente, no había salido de casa un domingo a las diez y media de la mañana lloviendo, movida sólo por un interés cultural -sin con esto quitar méritos a la banda, que los tiene todos- sino por un afán de conocer a la persona humana que es Gary, mi lector más antiguo; va para tres años y quizá era el momento de conocernos en persona.

De manera que eso, fuime y no hubo nada. Nada de nada.

viernes, 19 de septiembre de 2008

LÁGRIMAS EN EL CIELO

He estado repasando el post que te escribí hace justo un año y te decía cosas como esta "Estoy cansada, resignada, llena de miedos. Ya no corro riesgos, ya no me ilusiono, ya sé que la felicidad no existe, me conformo con un pasar discreto, instalada en el escepticismo." Pues ya ves, mi niño, no era del todo cierto, parece ser que el que tuvo, algo retuvo. Cansada sí estoy, para qué lo vamos a negar, pero resignada no. Llena de miedos hasta las cejas pero me los aguanto y sigo corriendo riesgos y, a veces, hasta me ilusiono.

Por lo visto, llevo el poema de Benedetti en la masa de la sangre, a veces a mi pesar.


No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca.
No te salves
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre.

Pero si pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas

entonces
no te quedes conmigo.

Te decía que a veces a mi pesar, porque tanta intensidad es agotadora y quizá me conviniera llenarme de calma y reservarme sólo un rincón tranquilo del mundo, en lugar de meterme en todos los charcos. Pero creo que entonces me quedaría sin labios y se me caerían los párpados y podría ser que hasta el júbilo se me congelara, pero completamente congelado; porque es muy difícil dosificar la intensidad y sacarla a relucir sólo en según qué momentos.

Alguien me ha dicho que la vida la vivimos solos aunque a veces el espejismo del amor nos haga creer que estamos acompañados; sin embargo yo estoy mucho más sola desde aquella madrugada de hace dieciséis años en que el aire se llenó de silencio para siempre. Y ya ves, eras un niño ¿qué podía hablar yo contigo? Pero no hacía falta hablar, ya hablabas tú, que es que no te callabas ni debajo del agua.

Sigo echándote de menos, Jaime. Te mentiría si dijese que no he seguido viviendo; mi naturaleza es absurda y contradictoria y he seguido, a veces también a mi pesar. Antes, al principio, creía que no tenía derecho y hasta me daban cargo de conciencia los momentos un poco felices. Ahora ya no, ahora el dolor se ha sosegado y se ha cambiado por un recuerdo reconfortante y dulce. Pero nada en mí ha vuelto a ser igual y es que ya no soy yo sino mis restos; lo poco que va quedando de tu madre.

Sabes que ni siquiera me queda el consuelo de creer en otra vida, pero tampoco tengo yo a Eric Clapton por un hombre de fe y sin embargo mira lo que escribió a su hijo:
Would you hold my hand
If I saw you in heaven
Would you help me stand
If I saw you in heaven

Y es que el cielo quizá consista en dejar de escuchar este silencio ensordecedor.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

EL POST FANTASMA

Acababa de publicar un post y se me ha perdido en los abismos de internet. Era un post raro, tan raro que no tenía título. Cuando lo he querido editar para ponerle el título ha desaparecido del mapa virtual; no importa, algunas cosas es mejor que se vayan por el desagüe de la conciencia. En realidad me había sentado sin saber muy bien lo que quería escribir. O sabiéndolo, pero sin querer decirlo. Las cosas cuando se ponen por escrito adquieren una entidad que quizá no tienen mientras no se verbalizan o se escriben.

La cosa es que por esas extrañas simas se ha perdido la contradictoria sensación de ser a la vez espectadora y protagonista -o al menos una actriz de reparto de cierta importancia- de la misma película. Las gentes del cine cuentan que cuando ruedan una película, muchas veces no conocen el resultado final ni saben como encajan sus escenas con las de los demás personajes. Sólo el director, el guionista y el prota-prota que sale en todas las escenas conocen la historia entera. Algunos, como Woody Allen o Clint Eastwood, asumen las tres funciones como dios, uno y trino; y en cada secuencia, según con cuál de los personajes actúen, representan un papel distinto. Los demás se limitan a interpretar su trocito de guión, la piececita del puzle que luego acaba encajando en su sitio.

Esto en el cine parece que funciona. Pero en la vida real, cuando cada uno de los personajes no conoce la historia entera, corre el riesgo de quedarse sólo en eso, en un papel mejor o peor representado. Ocurre que cuando a alguien le ofrecen el papel de su vida, ese con el que soñaba cuando sólo le ofrecían mediocridades para ir tirando, pone todo su empeño en que le salga bien, en que la película sea un éxito de crítica y público y, sobre todo, en que el director siga contando con él para la película entera de su vida. Y puede pasarse de revoluciones y creerse con derecho a tener un papel en todas las películas. Pero hay guiones en los que no cabe todo el mundo, todos los personajes están cogidos y ya no hay más papeles. Y no se puede cambiar el guión, ni crear más personajes porque entonces sería otra película.

Los actores no deben ir a ver esas películas en las que no había un papel para ellos; pueden salir del cine llorando y con muy mal cuerpo. Es mejor que se centren en la suya y procurar que tenga un final feliz.


sábado, 13 de septiembre de 2008

TIEMPO TORMENTOSO

El martes fue fiesta en Madrid, Santa María de la Cabeza, esposa de San Isidro Labrador, según cuentan las crónicas. Otros años ese día ha pasado sin pena ni gloria, pero este ha cobrado protagonismo; la Almudena cae en domingo y en vista de lo cual Gallardón ha tirado de banquillo. Quizá por eso la santa ha querido hacerse notar, no pasar desapercibida y de madrugada se retiró dejándonos un pedrisco descomunal, a costa de cargarse todas las cosechas que tanto cuida su esposo, además de los coches de los pringaos madrileños que no tenemos garage. El mío en concreto, que lo acababa de sacar del taller de chapa, amaneció el miércoles con el capó y el techo plagados de pequeñas cavidades redondas.

Ya por la tarde, unas nubes negras y curvilíneas como rocas en el cielo, anunciaban que se atormentaba una vecina. Y era grande su tormento porque yo estaba tumbada en el sofá sin meterme con nadie cuando entró en mi cuarto de estar un relámpago azul y un vientecillo fresco empezó a correr por mi casa, soplando la ceniza de los ceniceros. El vientecillo, primo hermano de Ike, antes de darme cuenta se había convertido en vendaval acompañado de un estruendo como un bombardeo; unas piedras gordas y blancas golpeaban los cristales sin piedad. Me asomé a la ventana porque el espectáculo era grandioso, no quería perderme la furia del cielo desatada en mi barrio; pero fue imposible, aquellas bombas de hielo amenazaban con dejarnos a la intemperie y no tuve más remedio que bajar las persianas y conformarme con mirar por una rendija los ríos de piedra que corrían por mi calle. Fueron diez minutos, quizá menos, fastuosos, inmensos, dramáticos, que me situaron en mi insignificante pequeñez.

Salí a la mañana siguiente y el suelo estaba cubierto de hojas verdes, caidas cuando todavía no tocaba, con el otoño robado.

Las tormentas es lo que tienen, que dejan el alma a estrenar. Barren los malos sentimientos, las iras contenidas, las rabias antiguas y podridas. Pero tienen que estallar y pasar para que luego huela a tierra mojada y salga el arco iris. Y que dejen de atormentarse las vecinas, please.

lunes, 8 de septiembre de 2008

MOHAMMED ABUBAKAR BELLO

El tipo de la foto tiene un problema. Mejor dicho, uno no; para ser exactos, tiene ochenta y dos problemas. El tipo de la foto, que es nigeriano, tiene ochenta y cuatro años y se llama Mohammed Abubakar Bello; lo de Mohammed parece claro por el gorro, lo de Abubakar, pues bueno, también le pega; pero lo de Bello es discutible. Bello o no, que para gustos están los colores, el caso es que está felizmente casado con ochenta y seis mujeres y tiene ciento setenta hijos, que no me parecen tantos, la verdad. Ni a dos por barba tocan, conozco gente que ha tenido quince sólo con una -y sólo con uno, que ya es mérito- o sea que menos presumir.

La cuestión es que Mohammed Abubakar Bello debe divorciarse de ochenta y dos, así, de una tacada, si no quiere morir; por lo visto lo dice la Saharia, que digo yo que se podía haber leido la Saharia, aunque fuera un poco por encima, antes de meterse en semjante berenjenal. Las autoridades de su país le han dicho que con cuatro va sobrao y que se ha pasao muchos pueblos. Le han amenazado con la pena de muerte si no se divorcia de ochenta y dos. Envidia cochina es lo que tienen las autoridades. El responde que el Corán no pone límites, que todo depende de lo que le permita su fuerza, sus atributos y su habilidad. Por lo visto, fuerza le sobra porque le viene directamente de Alá y él no sabe lo que es la disfunción eréctil; menos mal, porque no iba a ganar para viagra -también Alá ya podía repartir su fuerza con un poco más de justicia, habiendo como hay tanto necesitado, que esto no es égalité ni es ná- los atributos, pues oye, cada uno tiene lo que tiene y la habilidad es cuestión de práctica y de poner interés. También dice que lo que el Corán castiga es fornicar sin fundamento y cometer adulterio; por eso se ha casado con las ochenta y seis, para no cometer adulterio.

Lo mejor de todo es que ellas se han casado por amor. Una de sus mujeres, de veinticinco años llamada Ganiat Mohammed Bello, dice que cuando le conoció se le curaron los dolores de cabeza. Antes estaba casada con otro y siempre le dolía la cabeza pero fue conocer a Mohammed Bello y mano de santo. Ganiat ahora es la mujer más feliz de la tierra, con permiso de las otras ochenta y cinco, claro. Antes de casarse pensó con mucho sentido común que un hombre que tiene ochenta y seis esposas, sabe como cuidarlas. Eso es ir con garantía, qué demonios.

Para colmo en esa familia inmensa no trabaja nadie. El ya no tiene edad, las cosas como son; pero si está tan en forma para según qué cosas, también podía hincarla de vez en cuando. Pero no; ha pensado que si cada uno de sus ciento setenta hijos consigue mendigando 1,69 dólares al día de media, que tampoco es pedir mucho, pues se saca un capitalito y tiene toda la razón.

Con esta organización tan bien montada, el pobre Mohammed ahora tiene que divorciarse de ochenta y dos, con lo duro que es un divorcio no quiero ni imaginar lo que deben ser ochenta y dos de golpe. Que los divorcios son muy malos y nunca se hacen bien, por más que uno ponga buena voluntad y quiera dejarlas a todas contentas. Luego sale la cosa del amor propio, todo lo que cada una ha tragado y se arma la de Alá. Yo no sé si se lo jugarán a los chinos entre ellas o directamente se agarrarán del burka y a ver quién puede más.

Yo que él me plantearía lo de la pena de muerte. Al fin y al cabo tampoco es un niño y por lo menos le llorarían ochenta y seis viudas, que no es moco de pavo.

sábado, 6 de septiembre de 2008

PRIORIDADES

Hoy, por fin, llueve. Y yo estoy en la oficina a pesar de que es sábado, a pesar de que huele a tierra mojada, así es la vida. Acabo de ver el número premiado en el cuponazo de ayer y no es el mío; dudo si guardarlo por si se trata de un error y dentro de un rato publican el correcto, el 29759, un número bonito donde los haya, con los mismos merecimientos por lo menos que el 72436, que digo yo que qué más daba uno que otro.

Pero será que el dinero casi no importa, es como la matrioska chiquitina que apenas se ve al final de la fila; sólo sirve para hacer ruido cuando se agitan cerradas, cada una engullendo a la anterior y al final queda únicamente la gorda con sus mofletes rojos y sus colores vivos, pero guardando dentro las felicidades y las desazones, las risas y los llantos que nos hacen ser los que somos. Y eso que no sé si la matrioska chiquitina es el dinero, quizá sea la política que esa sí que hace ruido.

Cuando se peinan canas y la vida se compone de tantas cosas, no se puede estar en todo al cien por cien y en el corazón y en la cabeza se establece de forma natural un orden de prioridades; eso no quiere decir que dejen de interesar las cuestiones que en otro momento parecían tan importantes, sino que una no dá para más y prefiere utilizar sus energías en cosas más cercanas, más inmediatas, más reales o más carnales. Lo que me quiero venir a referir, que diría quién yo me sé, es que soy muy egoista y en este momento me interesa mucho más mi vida personal que la nueva ley del aborto, por poner un ejemplo de actualidad. Yo no digo, como Rajoy, que eso no le importa a nadie -oiga, no me cambie de conversación que aquí hay que hablar de la crisis y sólo de la crisis- que es que para algunos lo que no les interesa, no existe; simplemente digo que en ese orden de prioridades la política está ahora muy atrás en la lista. Cualquiera que haya seguido mínimamente este blog sabe que no soy apolítica -todos los apolíticos que conozco tiran para el mismo lado, qué cosa más rara- sólo que estoy llegando a la conclusión de que esas discusiones son absolutamente estériles, cuando no dañinas; nunca he visto que nadie convenza a nadie, ni en los bares, ni en los salones ni en el Parlamento, ni que nadie se plantee alguna vez que el otro pueda tener un poco de razón. Lo del Parlamento es puro teatro -tú me das esto y yo te voto los presupuestos- ahora digo diego donde antes dije digo y dejo a mis votantes con el culo al aire, que de eso saben mucho todos los que salieron a las manifas de los sábados bandera en ristre. Por alguna razón que se me escapa, en esta legislatura no conviene hablar de terrorismo, ni de aborto ni de la madre que lo parió; ahora toca hablar de la crisis, de la crisis y de la crisis. Eso en cuanto a los políticos, que en los bares y los salones se suele acabar en bronca. Y yo, pues mira, no estoy para broncas.

Así que aquí diré en cada momento lo que me pida el cuerpo, por ejemplo, que tenemos un ministro de Trabajo e Inmigración al que desde el primer día se le vió el pelo de la dehesa xenófoba -bombero pirómano- y ya no lo puede disimular, yo diría que ni siquiera lo intenta. Eso u otras cosas, vengan de donde vengan; pero me limitaré a dar mi testimonio, a dejar constancia de lo que pienso, sin que me vaya la vida en ello. Porque yo, afortunadamente, no vivo con ZP ni con Rajoy -quita,quita- y mucho menos con Rouco Varela, que eso si que sería un pecado gordo.

Yo quiero conservar a mis amigos, que los tengo de todo tipo. Ayer, sin ir más lejos, me llevé la alegría de que me llamaran Enrique y Soledad. Enrique es mi maestro de poesía, al que debo en gran medida mi adicción al vicio solitario de escribir y Soledad, su chica, también escribe muy bien y es un dulce de persona. La vida nos había llevado por vericuetos distintos y hacía como cinco años que no sabía de ellos. Pero nos hemos vuelto a encontrar por mediación de Marina, otra gran poeta y amiga común. También quiero pasarlo bien con mis nietos, tener buen rollo con mis hijos -que igualmente son de todo tipo- con mi madre y con quien está a mi lado. Y que la matrioska gorda guarde dentro a todas la matrioskas y matrioskitas que la componen -unas sonríen y otras fruncen el ceño, incluso a veces se les escapa una lágrima- y que cuando no tenga más remedio que desdoblarse y dejarlas salir a respirar, toda esa gente que quiero las sepa aguantar.

Y es que hoy, a pesar de que llueva y de que me haya tocado ir a trabajar, puede ser un gran día.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

LO DE GARZÓN Y OTRAS COSAS

Después de leer el post de Manolo Saco sobre el tema, francamente -digo, realmente, pero de "realidad", no de "realeza"- poco queda que decir sobre semejante obviedad: que en ambos lados hubo muertos, que en ambos lados se cometieron barbaridades, pero que sólo un bando pudo honrar a los suyos y llenar las plazas y las alamedas de cruces a los caídos -a unos caídos- y de placas con los nombres de sus fusilados las tapias de los cementerios de media España. Lo menos que se puede pedir es poner nombre a los otros muertos, sacarlos de la fosa común del olvido y que sus familiares sepan dónde tienen que ir a llevar flores. Parece de cajón, pero hay gente a la que, francamente, le molesta; vaya usted a saber por qué. Es muy loable no querer revolver el pasado ni abrir heridas, sobre todo cuando se tiene el pasado perfectamente colocado en su sitio y las heridas han sido convenientemente curadas. Pero hay a quien nadie ha curado nunca las heridas y siempre ha tenido el pasado hecho una leonera y está en su derecho de querer colocarlo también en su sitio para que sus heridas puedan cicatrizar. No tengo ni idea de si Garzón tiene o no competencias en la materia ni tampoco sé si su probada vocación mediática ha influido en su decisión, pero creo que es una deuda que el Estado está tardando demasiado en pagar y si esto sirve para que se pague, bienvenida sea la iniciativa.

Por lo demás, mis temas personales me hacen afrontar el curso político con infinita pereza. Lo de la economía y la crisis está dando mucho juego; se utiliza en la publicidad para anunciar desde productos de limpieza hasta pólizas de seguros, es que me sobrepasa. Mientras tanto, la pesadilla del paro crece de forma exponencial y ya son dos millones y medio las familias que no pueden permitirse el lujo de pensar en la memoria histórica porque se están exprimiendo la sesera en ver cómo sobrevivir.

Yo por mi parte, estoy embarcada en un proceso de adaptación al medio, al nuevo medio, emocionante. Y he elegido con cuidado el adjetivo "emocionante" no por casualidad; sino porque estoy enferma de hipersensibilidad y las emociones se me amontonan, a veces se me depositan en un punto concreto, justo encima del estómago, y me dificultan la respiración. Tengo mucho que aprender sobre cómo se comparte la individualidad, ver lo que se me quiera mostrar sin mirar por el ojo de la cerradura del alma y no analizar cada gesto ni escuchar el murmullo del silencio. La naturalidad es condición clave para conseguir algo parecido a la felicidad.

La canción de hoy también es fácil, en cuanto a la primera parte del post.