martes, 30 de diciembre de 2008

FELIZ AÑO NUEVO

Ya va convirtiéndose en una costumbre más de las fiestas navideñas el que se despida el año con algún desastre, ya sea catástrofe natural o provocada por la inhumanidad del ser humano. En 2004 las olas del tsunami nos arrasaron el corazón, arrastrando los muertos hasta nuestros árboles de Navidad. El fin de año de 2006, una bomba de ETA en el aeropuerto de Barajas acabó con el sueño al que algunos nos queríamos agarrar como a un clavo ardiendo; Y se llevó a dos inmigrantes por delante; además, el cuerpo de Sadam Hussein todavía colgaba de la horca mientras nos comíamos los langostinos, que no es que yo le tuviera especial cariño a ese señor, pero los mensajes de un pretendido humor macabro que corrieron aquella noche me daban ganas de vomitar. No negaré que el balanceo de la horca un hallazgo es, ni lo que se estira el reo cuando lo lastran por los pies, cantaba el ínclito Krahe.

Y este año Israel ha dicho que ya está bien de que le toquen los cojones los cohetes de Hamás y ha convertido la franja de Gaza en un infierno de muerte y dolor, de familias enteras masacradas, de niños asesinados, porque parece ser que tiene patente de corso para saltarse todas las normas de la ONU, ante la pasividad vergonzosa del mundo mundial.

Ante todo esto, feliz año amigos. La crisis por lo visto no ha hecho más que empezar y en dos mil nueve nos vamos a enterar de lo que vale un peine. En España ya se han enterado tres millones de parados. Zapatero trata de conseguir la cuadratura del círculo de la financiación autonómica y que todos se queden contentos mientras el Estado agoniza. Supongo que en esos presupuestos autonómicos habrá una partida para ayudar a la madre, como esos hermanos que pasan una pensión a sus ancianos padres para que puedan sobrevivir. A mí que me lo expliquen, pero o en la Moncloa hay una máquina de fabricar billetes o yo esto no lo entiendo.

Y bajando a lo particular y doméstico, hoy hemos tenido nuestro akelarre de todos los años. La comida de las brujas, que somos amigas desde los doce años y ya casi todas tenemos nietos. Como siempre nos hemos puesto guapísimas, mucho más que si hubiéramos quedado con un novio, que luego nos criticamos y nos contamos las arrugas. Nos hemos enseñado las fotos de los nietos y todas me han felicitado por mi nueva situación. Pero la comida se nos ha fastidiado porque Mariapi nos ha dado un susto de muerte, literalmente de muerte. Yo estaba enfrente de ella y de repente he visto que se ponía blanca, decía me encuentro mal y al momento se ha caído sobre el hombro de Marisol sin sentido, rígida, con los ojos girándole y fría. No tenía pulso. A mí me temblaban las piernas, Mª Paz lloraba, Pili le echaba agua por el cuello; horroroso. La cosa ha durado sus buenos tres o cuatro minutos y poco a poco se ha ido recuperando. Naturalmente hemos llamado al SAMUR, pero mientras llegaba le ha dado otra vez. Electro en la ambulancia, médicos, análisis, tensiómetros. Se la han llevado, hemos engullido la comida y nos hemos ido todas a la clínica. Y estaba en la calle fumándose un pitillo. Después de más electros, más análisis, más pruebas, han dicho que estaba muy bien y la han mandado a casa, pero yo no me quito el susto del cuerpo.

Mañana me voy a Marbella; que tengáis un año 2009 tan feliz como el mío. Por lo menos.

lunes, 22 de diciembre de 2008

ME HA TOCADO LA LOTERÍA...

...Así que quiero brindar con vosotros. Este año me ha tratado especialmente bien. Mi madre ha cumplido ochenta y siete años y ha pasado el 2008 mucho mejor que el 2007; la puta crisis no ha afectado directamente a ninguno de los míos -lagarto, lagarto- más allá del ambiente general de miedo que nos invade. Todos tienen trabajo, están sanos y se quieren ¿Qué más puedo pedir? Palomita está muy mayor, muy guapa y pelín repipi y habla conmigo con mucha sensatez; Marcos tiene los pelos tiesos y todavía un montón de infancia en sus ojos oscuros y grandes. Carmen, la gorda, es una bruja lista y divertida, con un genio del demonio, que se come a su hermano por los pies, como ya demostró desde el claustro materno; Jaime es tierno y serio a la vez, alto y delgado, con unos ojos inmensos y Almudena es una princesa rubia con mucho poderío.

Aparte de la familia, tengo una nómina de amigos considerable; unos antiguos, otros más recientes, pero todos importantes. Gracias al blog he conocido a Aguamarga y a Ybrim, dos tías estupendas en cuya amistad espero profundizar hasta donde ellas quieran.

Por alguna misteriosa razón hay mucha gente que me quiere.

Y para colmo, un proyecto de vida a dos que cada vez es más fácil, cada día me siento -nos sentimos- más cómodos, en fin, que se me está haciendo imprescindible.

Que me tocara la lotería iba a ser demasiado.

Feliz Navidad a todos, a los de antes, a los de ahora, a los de aquí, a los de allá. A los que veo, a los que me gustaría ver más. A la ya nombrada Aguamarga que estará por esos mundos, huyendo de los festejos, a Ybrim, a Sherpa y a Deyanira que van a tener unos días duros. Al desaparecido de la blogosfera Gary, a Cock que ha vuelto al redil bloguero, a Almu, a Sol, a Samotracia, a Fajasruiz, a los blogueros y a los que no se asoman por aquí. A Magras, a Borja, a Maya, a Marina, a Nacho y a ese nuevo fichaje que se llama África. A los que me leen y a los que pasan. A los que me dejan comentarios y a los que me siguen en silencio. ¡Ay,zeñó, que no se me olvide nadie!

A Elefancia que la den, porque ya es demasiado guapa, demasiado joven, demasiado lista y demasiado feliz para que encima la felicite yo. Es broma, claro, que sigas así.

sábado, 20 de diciembre de 2008

DINERO Y OTRAS INCOHERENCIAS

"Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria." Groucho Marx

Este señor con cara de tierno abuelete dispuesto a llevar a sus nietos al zoológico o al parque de atracciones, se llama Bernard Madoff y ha estafado la friolera de cincuenta mil millones de dólares a lo largo de veinte años, repito, cincuenta mil millones de dólares. Y el juez, cargado de razón, le ha impuesto una fianza de diez millones de dólares, a cambio de su libertad. El negocio es redondo porque, si no me falla la hoja de cálculo, le quedan limpios de polvo y paja cuarenta y nueve mil novecientos noventa millones de dólares, así que bien puede ponerse la gorrita y montar a los nietos en la montaña rusa hasta que se harten. Incluso se podía estirar y comprarles Disneylandia entera para ellos solos.

Esta estafa continuada ha sido posible gracias a la exquisita codicia de los bancos y de sus clientes preferentes -léase, supermillonarios- que raya el virtuosismo. Porque la adicción al dinero es mucho más peligrosa que a la cocaína, al alcohol y a todas las demás dependencias consideradas patológicas, más insaciable y más difícil de tratar. Y la que tiene más efectos colaterales y hace más daño. Sin ser economista ni entender absolutamente nada de lo que está pasando, tengo para mí que la actual situación económica mundial tiene su origen en la codicia desmedida de los más ricos. Y, sin embargo, a los que está jodiendo de verdad es a los más pobres.

Mi compañera -y sin embargo amiga- Paquita, está indignada. Dice con mucha lógica que no entiende que el gobierno, los gobiernos de todo el mundo, estén soltando pasta a los bancos en lugar de buscar fórmulas para ayudar a los pequeños empresarios que están viendo cómo se van al carajo sus negocios y a los currantes a pagar las hipotecas y los préstamos personales que pidieron simplemente para sobrevivir; ni por qué están apoyando, por ejemplo, a los fabricantes de coches si esos mismos currantes no pueden ni soñar en cambiar de coche, por no hablar de los millones de parados de todo el mundo. Por ejemplo, el Sr. Botín ha confesado sin ningún rubor un beneficio de casi siete mil millones de euros en plena crisis y en cambio, cuando a esos currantes les vienen mal dadas, el banco les devuelve los recibos, los acreedores los acosan sin piedad, los persiguen hasta el catre y les mandan al cobrador del frac. Francamente, me sorprende que todavía no nos hayamos echado al monte los hermanos proletarios. Ahora que el pobre Solbes está cansado y se quiere ir, yo propongo a Paquita para ministra de Economía y Hacienda.

Pero me he quedado mucho más tranquila cuando el gobernardor del Banco de España ha dicho que el impacto en nuestro país de la estafa Madoff es irrelevante, y por otro lado me entero de que supone el diez por ciento del total. Volviendo a la hoja de cálculo, me salen cinco mil millones de dólares o tres mil quinientos y pico millones de euros. Si esto es irrelevante, lo mío da mucha risa.

Esta otra señora se llama Lilliane Bettencourt y es la mujer más rica de Francia, heredera del imperio L'Oreal que fundó su padre, partiendo de la feliz idea de teñirnos las canas a las mujeres que no nos gusta envejecer. Lilliane le ha regalado a un amigo suyo que se llama Francois-Marie Banier mil millones de euros, porque sí, porque le da la gana y ella hace con su dinero lo que quiere. Eso son amigas y lo demás son amiguetes de chichinabo. Lilliane, que tiene ochenta y seis años y está podrida de pasta, dedica su vida a contemplar las obras de Monet, Picasso, Van Gogh y otros mindundis que cuelgan en las paredes de su casa. Ahora su hija ha pedido a los trilbunales franceses que la incapaciten y la sometan a una tutela económica que le impida dilapidar su fortuna, porque opina que su madre no está en sus cabales -parece ser que regalar parte de lo mucho que le sobra a un amigo a cambio de nada, es síntoma de grave enfermedad mental- y, en consecuencia, ella sólo va a hereder dieciséis mil millones de euros para dilapidarlos con más sentido común.

Hasta aquí la cosa económica, porque hay otras incoherencias aún más putrefactas, como los aviones llevando y trayendo presos a Guantánamo y repostando en suelo español, unos con el anterior gobierno y otros con el actual, mientras se retiraban las tropas de Irak. De este tema nadie quiere hablar claro, sabido es que la mierda cuánto más se revuelve, peor huele.

Y lo que voy a decir ahora yo sé que no va a ser popular entre muchos de mis hipotéticos lectores, porque se supone que no cuadra con alguien que se declara de izquierdas y más o menos feminista. Las ideologías, por lo visto, van enteras en un pack y no se pueden entresacar las cosas que a uno no le gustan. Me refiero a la ampliación de la ley del aborto; he sido antiabortista toda mi vida, no por una cuestión religiosa que me importa un bledo, sino porque cada uno tiene su ética y a mí éticamente me repugna; siempre me ha parecido mucho peor la solución que el problema; es una manera de sacudirse un contratiempo de encima, una manera dolorosa indudablemente, pero los dolores se acaban pasando con el tiempo. E igual que creo que en el concepto de peligro de la salud psíquica de la madre cabe todo, en el concepto de malformaciones del feto puede caber hasta que sea un poco bizco. Los nazis hacían cosas parecidas. Eso sin contar los errores médicos, de los que tengo cumplida muestra en mi familia más cercana: a la nieta de mi hermana le vaticinaron gravísimas malformaciones y nació el bebé más precioso que he visto en mi vida, junto con mi hija Ana. Y mi propia nieta Palomita, esa princesa rubia de la que he puesto fotos muchas veces, dijeron que era síndrome de Down. Hoy son dos niñas de ocho y siete años guapísimas, listísimas y felices. Todo esto me parecen subterfugios y rodeos absurdos para no establecer una ley de plazos en todos los casos, que, aunque a mí no me guste, sería mucho más racional y menos hipócrita. Esto en mi tierra es no atreverse a llamar a las cosas por su nombre. Y también creo que el Estado debe ayudar a las madres -y los padres- con problemas e incluso facilitar las adopciones de esos niños no deseados a las personas que se mueren por tener hijos y no pueden.

En fin, vamos a esperar que nos toque la lotería si es que nos han sobrado veinte euros de la paga extra para comprar el décimo. Pero visto lo visto, igual le toca a Botín.

martes, 16 de diciembre de 2008

MUERTE EN LA NIEVE

Me ha gustado la imagen de Africa de que el amor es un poema inacabado. Creo que el poema del amor no se acaba nunca de escribir y además debe estar escrito en verso libre o verso blanco, sin fajas de métrica o de rima. Cuando se escribe la última sílaba del último verso, el poema se acaba, y ya solo queda releerlo una y otra vez; entonces se aprende de memoria y se convierte en rutina. Hay que inventar un nuevo verso cada día.

A veces el último verso se escribe con sangre, como ha ocurrido hace unos días en el hermoso y gélido invierno de Sigüenza; un escalofrío ha hecho temblar las torres de la catedral y las campanas han tocado a muerto, porque desde las alturas de piedra han divisado una mancha de sangre de mujer sobre la nieve, al pie del Otero. Esta vez no ha sido una noticia ocurrida en cualquier parte de España, con personas desconocidas; esta vez ha sido en las calles de mi infancia, en los pinares de mi juventud, en los lugares por donde andan mis amigos; y un chico normal, conocido de mis hijos, hijo de unos honrados trabajadores, gente corriente, está desaparecido. Está desaparecido perseguido por la sospecha. Me estremezco pensando en esos padres, en los de la chica que era de fuera y había ido a Sigüenza a buscarse la vida, trabajando de psicóloga en una residencia de ancianos, y ha encontrado la muerte en un campo nevado; y en los del chico, que andan rastreando los montes y que no saben si su hijo es una víctima o un asesino. O quizá ambas cosas.

Y es que el amor, a veces sufre la terrible mutación de los celos, la violencia y el horror y se despierta el monstruo que por lo visto duerme dentro de la gente corriente.

Yo sólo pido que las musas no nos abandonen y podamos seguir escribiendo un poema sin final, construido con la materia que la vida ponga en nuestras manos, porque no hay que pedir peras al olmo; ojalá esa materia sea la felicidad pero cuento con que que a veces será la tristeza o el cansancio o la angustia o el miedo. Porque el amor no nos hace ciegos ni sordos, ni consigue que se esfumen el dolor o los problemas, simplemente acompaña, aprieta la mano, ayuda a levantarse y a sobrellevar la carga.

sábado, 13 de diciembre de 2008

FIEBRE


Diez días sin escribir; por lo visto la gripe me ha dejado otras secuelas aparte de la tos, como la incapacidad de poner dos palabras seguidas con algo de sentido. En estos días he empezado tres o cuatro veces un post y lo he acabado borrando, aburrida de mí misma. Pero al mismo tiempo, ver el blog parado en esos cinco minutos eternos, me da una sensación de dejadez, de casa abandonada, de tiempo muerto que me deprime horriblemente.

Pasé el puente entre los vapores de una fiebre como no la tenía desde que iba al colegio, coincidiendo además con un cataclismo doméstico que hizo que se tambalearan los cimientos del edificio que con tanto esfuerzo venimos construyendo desde hace poco más de un año. Y uno se da cuenta de que nada es eterno, de que en un momento de locura puede desaparecer lo que cinco minutos antes parecía indestructible. De repente las palabras se confunden en una Babel enloquecida y pierden su significado; no valen nada, sólo tienen el valor que les da quién las interpreta. Y se siente la soledad más absoluta, cuando alrededor todo sigue igual a pesar de que el mundo se haya derrumbado. Todo estaba como siempre, mis hijos en sus casas, con sus niños, con sus cosas; mi madre, mis amigas, todos ajenos a lo que me estaba ocurriendo. La pesadilla duró tres días y luego volvió la cordura, al mismo tiempo que se iba la fiebre. Pero una se queda laminada como en los dibujos animados y piensa que estamos solos, que todos estamos solos cada uno con nuestros propios marrones y que por más que queramos compartir y acompañar, estamos solos.

Sin embargo somos una telaraña de soledades interrelacionadas, de manera que uno tiene que ser muy egoista para mirar sólo su propio ombligo y conseguir ser feliz, porque siempre hay alguien que no lo es, alguien a quien uno quiere. Y es que queremos a mucha gente y no a todos les trata bien la vida.

Las navidades es una época contradictoria. Por un lado hay que celebrar y estar contento y todo eso, y por otro se agrandan las carencias y las ausencias. Además siempre pasa algo en estos días, porque ni el dolor ni la enfermedad respetan las fechas. Una vez más -y van cuatro- la amenaza innombrable se acerca a mi familia. Y mi madre es muy mayor y ya no le toca enterarse, otra vez no.

Felices Pascuas.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

CINCO MINUTOS, TODA UNA VIDA

Todos los currantes del Ministerio hemos recibido un e-mail convocándonos para salir a la calle, a las doce en punto de la mañana, a esa absurda ceremonia de los cinco minutos de silencio en protesta por el último -o penúltimo- asesinato de ETA, esta vez un empresario llamado Ignacio Uría. Yo, la verdad, no he salido, estoy harta de símbolos y gestos que no sirven para nada; en estas ocasiones la gente no sabe qué cara poner ni a dónde mirar; unos miran al frente -la mirada clara y lejos- y otros al suelo. Unos cruzan los brazos sobre el pecho y levantan la barbilla con el ceño fruncido, como desafiando al mundo y otros hunden las manos en los bolsillos mientras examinan con mucho cuidado las puntas de sus zapatos. Respeto profundamente a los que han salido -yo misma lo he hecho en otras ocasiones- y espero que mis compañeros no me cataloguen como simpatizante de ETA por haberme quedado en el despacho; lo que sí sé es que a los terroristas se la sopla que yo y todos los funcionarios de los tres ministerios salgamos al jardín a poner cara de circunstancias durante cinco minutos, rompamos en aplausos al final, aprovechemos la ocasión para fumarnos un par de pitillos y volvamos a la mesa. Me hierve la sangre imaginándolos descojonados de risa delante de la tele, cuando en las noticias hagan una barrida a lo largo y ancho del suelo patrio y muestren a un montón de pringaos a las puertas de los edificios oficiales, con la que está cayendo.

No sé, no tengo ni idea de cómo hay que actuar. Pero la salmodia de las declaraciones rimbombantes y las frases hechas ya es que apestan; llevo más de la mitad de mi vida -bastante más- oyendo frases que no quieren decir nada y que pueden intercambiarse de fecha sin que nadie lo note. Y eso yo, que soy muy mayor, pero mis hijos que ya son padres y madres de familia, han nacido con la cantinela, por no hablar de mis nietos. Supongo que aquí no se puede hacer otra cosa que continuar persiguiendo a esos indeseables, como se ha hecho siempre, por otra parte. Y regalarles el mínimo de publicidad posible. Esto es una guerra y en la guerra no se hace propaganda al enemigo.

Sabéis que soy de las que se hizo ilusiones con el tan traído y llevado proceso de paz, lo que me acarreó más de un problema en este blog; y, como todos los días me caigo de un guindo, estaría dispuesta a volver a ilusionarme y apoyaría por enésima vez cualquier iniciativa en ese sentido, de este gobierno o del que fuera. Pero, por favor, que no me pongan el disco de que vamos a ganar, de que están vencidos, de que son los últimos coletazos, de que se ha dado un golpe mortal a la banda, de que yo qué sé qué más, porque ya suena ridículo y el ridículo me desazona mucho. Matar es muy fácil, cualquier descerebrado puede hacerlo y lo harán a la menor ocasión que tengan.

Y cambiando de tercio, confieso que apenas conocía las canciones de Joan Bautista Humet y casi ni su rostro. He oído su nombre durante toda mi vida y sin embargo no le asocio a ningún momento importante ni forma parte de mi iconografía personal. Ha tenido que morir para que empiece a interesarme por su música y descubrir el gran poeta que era. Esto, una vez más, me lleva a lamentar la de cosas que me he perdido y a preguntarme en qué demonios estaría yo pensando para haber coincidido en el tiempo con un pedazo de cantante y poeta como él y no haberme enterado. En mi descargo quiero pensar que le falló o no le interesó el marketing y fue engullido por los Serrat, Llach, Aute, Sabina y otros monstruos del firmamento poético-músical de la transición y más.

Hoy quiero saldar una mínima parte de esa deuda de ignorancia trayendo aquí una canción que podría haber sido escrita ayer mismo. O esta mañana sin ir más lejos. Porque, a pesar de todo, hay que vivir.