como una pobre adicta que se inyecta
la imprescindible dosis de mentira,
como una masoquista que se enfunda
unos zapatos rojos de tacón imposible
y se cree por un rato más feliz y más bella.
Yo sé que es imposible, pero quiero engañarme
como si fuera un niño que ya no cree en los Reyes
y se niega a crecer y disimula.
No importa que me duela,
me han dicho que a los muertos
nunca les duele nada.