viernes, 30 de octubre de 2020

LLANTO

En un mundo asolado por el miedo,
partido en mil pedazos, 
donde reina el dolor y la miseria, 
donde el hambre se extiende como aceite 
y se hace fuerte el odio 

cómo volver la vista a lo doméstico, 
a las pequeñas penas, antes insoportables, 
al abrazo imposible, 
cómo soñar un beso o deleitarse 
con los ojos cerrados 
en un recuerdo hermoso ya sin rostro ni nombre. 

Si ya no queda nada 
y las pasiones ciegas han mutado 
en un dulzor ambiguo sin fuego y sin aristas, 
una suave nostalgia resignada 
de lo que pudo ser si hubiera sido.

jueves, 15 de octubre de 2020

Y DE REPENTE UN DÍA


Y de repente un día despertamos 
con nuestro mundo vuelto boca abajo.
 
Esta vez nuestros ojos 
no iban a contemplar la primavera 
que fuera reventaba ajena a este desastre, 
mientras todos en casa, detrás de los cristales, 
mirábamos las calles desahuciadas, 
sin niños en los parques, sin viejos paseando, 
sin jóvenes riendo y amándose en lo oscuro. 

Hubo tres lunas llenas, brillantes y rojizas, 
colgadas en el cielo para nadie, 
−ya no escribían versos los poetas
ni se besaban los enamorados 
bajo su luz de plata− 
solo para los gatos callejeros 
que maullaban hambrientos 
ante el cierre de acero de los bares. 

Dejamos de mirar a los desheredados 
porque ahora nosotros –¡ay, nosotros!− 
debíamos pensar en lo perdido, 
en los días de vino y rosas de ayer mismo, 
lamernos las heridas y masturbar el miedo;
había mucha prisa en buscar un culpable
y comenzar a odiarnos con la cara tapada. 

Se hicieron infinitas las distancias, 
la tierra se volvió un campo de minas, 
no leíamos cuentos a los niños,
había que contar las cifras del espanto, 
comparar el montante con los otros países 
y, con un vergonzante regocijo, 
celebrar si sumaban 
unos pocos más muertos que nosotros. 

Nos hicimos peores de lo que éramos antes 
y eso que parecía difícil superarlo. 
Pero no cabe duda
de que todo lo puede el hombre blanco.

domingo, 4 de octubre de 2020

SE FUE TODO

Se fue todo, 
lo mismo que un suspiro 
dentro de un viento de nubes y tormenta. 
(Rodolfo Serrano) 

Ni un alma por el campo esta mañana 
radiante y silenciosa. Yo camino despacio, 
no hay prisa en este tiempo tan extraño 
y parece mentira que sea cierto 
todo eso que dicen que nos pasa. 

Nada me calma más que este rumor del campo, 
el silencio que rompen mis pisadas 
sobre las hojas secas, los sonidos 
de pájaros citándose en su idioma 
y ese el beso del aire 
que acaricia mi piel abandonada. 

 Al lado de mis pasos camina otra mujer 
que alguna vez fui yo, mirando hacia adelante, 
con prisas por comerse aquella vida 
que luego acabaría devorándola. 

Y lleva de la mano a una niña pequeña 
de largas trenzas negras 
con un esparadrapo en la rodilla, 
presagio de otros golpes que sería 
bastante más difícil cicatrizar. 

Voy pensando esas cosas sin ton ni son, 
de manera inconexa me asaltan las imágenes 
de mis vidas antiguas, 
me pasan por delante como dicen 
que ven su historia los agonizantes. 

Pero curiosamente 
ya no siento añoranza de otros tiempos, 
salvo del hijo, claro, del hijo y su sonrisa, 
del hijo y sus abrazos, del hijo siempre. 

El pasado cumplió su cometido 
de escultor del presente, 
como el viento modela hasta las rocas 
que antes eran tan duras. 

Y el futuro… el futuro era esto, 
pasear por los campos en otoño 
y dejar que me bese el sol y el viento, 
que esta dulce humedad, esta tibieza 
se extienda lentamente por mi pecho.