martes, 30 de diciembre de 2008

FELIZ AÑO NUEVO

Ya va convirtiéndose en una costumbre más de las fiestas navideñas el que se despida el año con algún desastre, ya sea catástrofe natural o provocada por la inhumanidad del ser humano. En 2004 las olas del tsunami nos arrasaron el corazón, arrastrando los muertos hasta nuestros árboles de Navidad. El fin de año de 2006, una bomba de ETA en el aeropuerto de Barajas acabó con el sueño al que algunos nos queríamos agarrar como a un clavo ardiendo; Y se llevó a dos inmigrantes por delante; además, el cuerpo de Sadam Hussein todavía colgaba de la horca mientras nos comíamos los langostinos, que no es que yo le tuviera especial cariño a ese señor, pero los mensajes de un pretendido humor macabro que corrieron aquella noche me daban ganas de vomitar. No negaré que el balanceo de la horca un hallazgo es, ni lo que se estira el reo cuando lo lastran por los pies, cantaba el ínclito Krahe.

Y este año Israel ha dicho que ya está bien de que le toquen los cojones los cohetes de Hamás y ha convertido la franja de Gaza en un infierno de muerte y dolor, de familias enteras masacradas, de niños asesinados, porque parece ser que tiene patente de corso para saltarse todas las normas de la ONU, ante la pasividad vergonzosa del mundo mundial.

Ante todo esto, feliz año amigos. La crisis por lo visto no ha hecho más que empezar y en dos mil nueve nos vamos a enterar de lo que vale un peine. En España ya se han enterado tres millones de parados. Zapatero trata de conseguir la cuadratura del círculo de la financiación autonómica y que todos se queden contentos mientras el Estado agoniza. Supongo que en esos presupuestos autonómicos habrá una partida para ayudar a la madre, como esos hermanos que pasan una pensión a sus ancianos padres para que puedan sobrevivir. A mí que me lo expliquen, pero o en la Moncloa hay una máquina de fabricar billetes o yo esto no lo entiendo.

Y bajando a lo particular y doméstico, hoy hemos tenido nuestro akelarre de todos los años. La comida de las brujas, que somos amigas desde los doce años y ya casi todas tenemos nietos. Como siempre nos hemos puesto guapísimas, mucho más que si hubiéramos quedado con un novio, que luego nos criticamos y nos contamos las arrugas. Nos hemos enseñado las fotos de los nietos y todas me han felicitado por mi nueva situación. Pero la comida se nos ha fastidiado porque Mariapi nos ha dado un susto de muerte, literalmente de muerte. Yo estaba enfrente de ella y de repente he visto que se ponía blanca, decía me encuentro mal y al momento se ha caído sobre el hombro de Marisol sin sentido, rígida, con los ojos girándole y fría. No tenía pulso. A mí me temblaban las piernas, Mª Paz lloraba, Pili le echaba agua por el cuello; horroroso. La cosa ha durado sus buenos tres o cuatro minutos y poco a poco se ha ido recuperando. Naturalmente hemos llamado al SAMUR, pero mientras llegaba le ha dado otra vez. Electro en la ambulancia, médicos, análisis, tensiómetros. Se la han llevado, hemos engullido la comida y nos hemos ido todas a la clínica. Y estaba en la calle fumándose un pitillo. Después de más electros, más análisis, más pruebas, han dicho que estaba muy bien y la han mandado a casa, pero yo no me quito el susto del cuerpo.

Mañana me voy a Marbella; que tengáis un año 2009 tan feliz como el mío. Por lo menos.

lunes, 22 de diciembre de 2008

ME HA TOCADO LA LOTERÍA...

...Así que quiero brindar con vosotros. Este año me ha tratado especialmente bien. Mi madre ha cumplido ochenta y siete años y ha pasado el 2008 mucho mejor que el 2007; la puta crisis no ha afectado directamente a ninguno de los míos -lagarto, lagarto- más allá del ambiente general de miedo que nos invade. Todos tienen trabajo, están sanos y se quieren ¿Qué más puedo pedir? Palomita está muy mayor, muy guapa y pelín repipi y habla conmigo con mucha sensatez; Marcos tiene los pelos tiesos y todavía un montón de infancia en sus ojos oscuros y grandes. Carmen, la gorda, es una bruja lista y divertida, con un genio del demonio, que se come a su hermano por los pies, como ya demostró desde el claustro materno; Jaime es tierno y serio a la vez, alto y delgado, con unos ojos inmensos y Almudena es una princesa rubia con mucho poderío.

Aparte de la familia, tengo una nómina de amigos considerable; unos antiguos, otros más recientes, pero todos importantes. Gracias al blog he conocido a Aguamarga y a Ybrim, dos tías estupendas en cuya amistad espero profundizar hasta donde ellas quieran.

Por alguna misteriosa razón hay mucha gente que me quiere.

Y para colmo, un proyecto de vida a dos que cada vez es más fácil, cada día me siento -nos sentimos- más cómodos, en fin, que se me está haciendo imprescindible.

Que me tocara la lotería iba a ser demasiado.

Feliz Navidad a todos, a los de antes, a los de ahora, a los de aquí, a los de allá. A los que veo, a los que me gustaría ver más. A la ya nombrada Aguamarga que estará por esos mundos, huyendo de los festejos, a Ybrim, a Sherpa y a Deyanira que van a tener unos días duros. Al desaparecido de la blogosfera Gary, a Cock que ha vuelto al redil bloguero, a Almu, a Sol, a Samotracia, a Fajasruiz, a los blogueros y a los que no se asoman por aquí. A Magras, a Borja, a Maya, a Marina, a Nacho y a ese nuevo fichaje que se llama África. A los que me leen y a los que pasan. A los que me dejan comentarios y a los que me siguen en silencio. ¡Ay,zeñó, que no se me olvide nadie!

A Elefancia que la den, porque ya es demasiado guapa, demasiado joven, demasiado lista y demasiado feliz para que encima la felicite yo. Es broma, claro, que sigas así.

sábado, 20 de diciembre de 2008

DINERO Y OTRAS INCOHERENCIAS

"Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria." Groucho Marx

Este señor con cara de tierno abuelete dispuesto a llevar a sus nietos al zoológico o al parque de atracciones, se llama Bernard Madoff y ha estafado la friolera de cincuenta mil millones de dólares a lo largo de veinte años, repito, cincuenta mil millones de dólares. Y el juez, cargado de razón, le ha impuesto una fianza de diez millones de dólares, a cambio de su libertad. El negocio es redondo porque, si no me falla la hoja de cálculo, le quedan limpios de polvo y paja cuarenta y nueve mil novecientos noventa millones de dólares, así que bien puede ponerse la gorrita y montar a los nietos en la montaña rusa hasta que se harten. Incluso se podía estirar y comprarles Disneylandia entera para ellos solos.

Esta estafa continuada ha sido posible gracias a la exquisita codicia de los bancos y de sus clientes preferentes -léase, supermillonarios- que raya el virtuosismo. Porque la adicción al dinero es mucho más peligrosa que a la cocaína, al alcohol y a todas las demás dependencias consideradas patológicas, más insaciable y más difícil de tratar. Y la que tiene más efectos colaterales y hace más daño. Sin ser economista ni entender absolutamente nada de lo que está pasando, tengo para mí que la actual situación económica mundial tiene su origen en la codicia desmedida de los más ricos. Y, sin embargo, a los que está jodiendo de verdad es a los más pobres.

Mi compañera -y sin embargo amiga- Paquita, está indignada. Dice con mucha lógica que no entiende que el gobierno, los gobiernos de todo el mundo, estén soltando pasta a los bancos en lugar de buscar fórmulas para ayudar a los pequeños empresarios que están viendo cómo se van al carajo sus negocios y a los currantes a pagar las hipotecas y los préstamos personales que pidieron simplemente para sobrevivir; ni por qué están apoyando, por ejemplo, a los fabricantes de coches si esos mismos currantes no pueden ni soñar en cambiar de coche, por no hablar de los millones de parados de todo el mundo. Por ejemplo, el Sr. Botín ha confesado sin ningún rubor un beneficio de casi siete mil millones de euros en plena crisis y en cambio, cuando a esos currantes les vienen mal dadas, el banco les devuelve los recibos, los acreedores los acosan sin piedad, los persiguen hasta el catre y les mandan al cobrador del frac. Francamente, me sorprende que todavía no nos hayamos echado al monte los hermanos proletarios. Ahora que el pobre Solbes está cansado y se quiere ir, yo propongo a Paquita para ministra de Economía y Hacienda.

Pero me he quedado mucho más tranquila cuando el gobernardor del Banco de España ha dicho que el impacto en nuestro país de la estafa Madoff es irrelevante, y por otro lado me entero de que supone el diez por ciento del total. Volviendo a la hoja de cálculo, me salen cinco mil millones de dólares o tres mil quinientos y pico millones de euros. Si esto es irrelevante, lo mío da mucha risa.

Esta otra señora se llama Lilliane Bettencourt y es la mujer más rica de Francia, heredera del imperio L'Oreal que fundó su padre, partiendo de la feliz idea de teñirnos las canas a las mujeres que no nos gusta envejecer. Lilliane le ha regalado a un amigo suyo que se llama Francois-Marie Banier mil millones de euros, porque sí, porque le da la gana y ella hace con su dinero lo que quiere. Eso son amigas y lo demás son amiguetes de chichinabo. Lilliane, que tiene ochenta y seis años y está podrida de pasta, dedica su vida a contemplar las obras de Monet, Picasso, Van Gogh y otros mindundis que cuelgan en las paredes de su casa. Ahora su hija ha pedido a los trilbunales franceses que la incapaciten y la sometan a una tutela económica que le impida dilapidar su fortuna, porque opina que su madre no está en sus cabales -parece ser que regalar parte de lo mucho que le sobra a un amigo a cambio de nada, es síntoma de grave enfermedad mental- y, en consecuencia, ella sólo va a hereder dieciséis mil millones de euros para dilapidarlos con más sentido común.

Hasta aquí la cosa económica, porque hay otras incoherencias aún más putrefactas, como los aviones llevando y trayendo presos a Guantánamo y repostando en suelo español, unos con el anterior gobierno y otros con el actual, mientras se retiraban las tropas de Irak. De este tema nadie quiere hablar claro, sabido es que la mierda cuánto más se revuelve, peor huele.

Y lo que voy a decir ahora yo sé que no va a ser popular entre muchos de mis hipotéticos lectores, porque se supone que no cuadra con alguien que se declara de izquierdas y más o menos feminista. Las ideologías, por lo visto, van enteras en un pack y no se pueden entresacar las cosas que a uno no le gustan. Me refiero a la ampliación de la ley del aborto; he sido antiabortista toda mi vida, no por una cuestión religiosa que me importa un bledo, sino porque cada uno tiene su ética y a mí éticamente me repugna; siempre me ha parecido mucho peor la solución que el problema; es una manera de sacudirse un contratiempo de encima, una manera dolorosa indudablemente, pero los dolores se acaban pasando con el tiempo. E igual que creo que en el concepto de peligro de la salud psíquica de la madre cabe todo, en el concepto de malformaciones del feto puede caber hasta que sea un poco bizco. Los nazis hacían cosas parecidas. Eso sin contar los errores médicos, de los que tengo cumplida muestra en mi familia más cercana: a la nieta de mi hermana le vaticinaron gravísimas malformaciones y nació el bebé más precioso que he visto en mi vida, junto con mi hija Ana. Y mi propia nieta Palomita, esa princesa rubia de la que he puesto fotos muchas veces, dijeron que era síndrome de Down. Hoy son dos niñas de ocho y siete años guapísimas, listísimas y felices. Todo esto me parecen subterfugios y rodeos absurdos para no establecer una ley de plazos en todos los casos, que, aunque a mí no me guste, sería mucho más racional y menos hipócrita. Esto en mi tierra es no atreverse a llamar a las cosas por su nombre. Y también creo que el Estado debe ayudar a las madres -y los padres- con problemas e incluso facilitar las adopciones de esos niños no deseados a las personas que se mueren por tener hijos y no pueden.

En fin, vamos a esperar que nos toque la lotería si es que nos han sobrado veinte euros de la paga extra para comprar el décimo. Pero visto lo visto, igual le toca a Botín.

martes, 16 de diciembre de 2008

MUERTE EN LA NIEVE

Me ha gustado la imagen de Africa de que el amor es un poema inacabado. Creo que el poema del amor no se acaba nunca de escribir y además debe estar escrito en verso libre o verso blanco, sin fajas de métrica o de rima. Cuando se escribe la última sílaba del último verso, el poema se acaba, y ya solo queda releerlo una y otra vez; entonces se aprende de memoria y se convierte en rutina. Hay que inventar un nuevo verso cada día.

A veces el último verso se escribe con sangre, como ha ocurrido hace unos días en el hermoso y gélido invierno de Sigüenza; un escalofrío ha hecho temblar las torres de la catedral y las campanas han tocado a muerto, porque desde las alturas de piedra han divisado una mancha de sangre de mujer sobre la nieve, al pie del Otero. Esta vez no ha sido una noticia ocurrida en cualquier parte de España, con personas desconocidas; esta vez ha sido en las calles de mi infancia, en los pinares de mi juventud, en los lugares por donde andan mis amigos; y un chico normal, conocido de mis hijos, hijo de unos honrados trabajadores, gente corriente, está desaparecido. Está desaparecido perseguido por la sospecha. Me estremezco pensando en esos padres, en los de la chica que era de fuera y había ido a Sigüenza a buscarse la vida, trabajando de psicóloga en una residencia de ancianos, y ha encontrado la muerte en un campo nevado; y en los del chico, que andan rastreando los montes y que no saben si su hijo es una víctima o un asesino. O quizá ambas cosas.

Y es que el amor, a veces sufre la terrible mutación de los celos, la violencia y el horror y se despierta el monstruo que por lo visto duerme dentro de la gente corriente.

Yo sólo pido que las musas no nos abandonen y podamos seguir escribiendo un poema sin final, construido con la materia que la vida ponga en nuestras manos, porque no hay que pedir peras al olmo; ojalá esa materia sea la felicidad pero cuento con que que a veces será la tristeza o el cansancio o la angustia o el miedo. Porque el amor no nos hace ciegos ni sordos, ni consigue que se esfumen el dolor o los problemas, simplemente acompaña, aprieta la mano, ayuda a levantarse y a sobrellevar la carga.

sábado, 13 de diciembre de 2008

FIEBRE


Diez días sin escribir; por lo visto la gripe me ha dejado otras secuelas aparte de la tos, como la incapacidad de poner dos palabras seguidas con algo de sentido. En estos días he empezado tres o cuatro veces un post y lo he acabado borrando, aburrida de mí misma. Pero al mismo tiempo, ver el blog parado en esos cinco minutos eternos, me da una sensación de dejadez, de casa abandonada, de tiempo muerto que me deprime horriblemente.

Pasé el puente entre los vapores de una fiebre como no la tenía desde que iba al colegio, coincidiendo además con un cataclismo doméstico que hizo que se tambalearan los cimientos del edificio que con tanto esfuerzo venimos construyendo desde hace poco más de un año. Y uno se da cuenta de que nada es eterno, de que en un momento de locura puede desaparecer lo que cinco minutos antes parecía indestructible. De repente las palabras se confunden en una Babel enloquecida y pierden su significado; no valen nada, sólo tienen el valor que les da quién las interpreta. Y se siente la soledad más absoluta, cuando alrededor todo sigue igual a pesar de que el mundo se haya derrumbado. Todo estaba como siempre, mis hijos en sus casas, con sus niños, con sus cosas; mi madre, mis amigas, todos ajenos a lo que me estaba ocurriendo. La pesadilla duró tres días y luego volvió la cordura, al mismo tiempo que se iba la fiebre. Pero una se queda laminada como en los dibujos animados y piensa que estamos solos, que todos estamos solos cada uno con nuestros propios marrones y que por más que queramos compartir y acompañar, estamos solos.

Sin embargo somos una telaraña de soledades interrelacionadas, de manera que uno tiene que ser muy egoista para mirar sólo su propio ombligo y conseguir ser feliz, porque siempre hay alguien que no lo es, alguien a quien uno quiere. Y es que queremos a mucha gente y no a todos les trata bien la vida.

Las navidades es una época contradictoria. Por un lado hay que celebrar y estar contento y todo eso, y por otro se agrandan las carencias y las ausencias. Además siempre pasa algo en estos días, porque ni el dolor ni la enfermedad respetan las fechas. Una vez más -y van cuatro- la amenaza innombrable se acerca a mi familia. Y mi madre es muy mayor y ya no le toca enterarse, otra vez no.

Felices Pascuas.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

CINCO MINUTOS, TODA UNA VIDA

Todos los currantes del Ministerio hemos recibido un e-mail convocándonos para salir a la calle, a las doce en punto de la mañana, a esa absurda ceremonia de los cinco minutos de silencio en protesta por el último -o penúltimo- asesinato de ETA, esta vez un empresario llamado Ignacio Uría. Yo, la verdad, no he salido, estoy harta de símbolos y gestos que no sirven para nada; en estas ocasiones la gente no sabe qué cara poner ni a dónde mirar; unos miran al frente -la mirada clara y lejos- y otros al suelo. Unos cruzan los brazos sobre el pecho y levantan la barbilla con el ceño fruncido, como desafiando al mundo y otros hunden las manos en los bolsillos mientras examinan con mucho cuidado las puntas de sus zapatos. Respeto profundamente a los que han salido -yo misma lo he hecho en otras ocasiones- y espero que mis compañeros no me cataloguen como simpatizante de ETA por haberme quedado en el despacho; lo que sí sé es que a los terroristas se la sopla que yo y todos los funcionarios de los tres ministerios salgamos al jardín a poner cara de circunstancias durante cinco minutos, rompamos en aplausos al final, aprovechemos la ocasión para fumarnos un par de pitillos y volvamos a la mesa. Me hierve la sangre imaginándolos descojonados de risa delante de la tele, cuando en las noticias hagan una barrida a lo largo y ancho del suelo patrio y muestren a un montón de pringaos a las puertas de los edificios oficiales, con la que está cayendo.

No sé, no tengo ni idea de cómo hay que actuar. Pero la salmodia de las declaraciones rimbombantes y las frases hechas ya es que apestan; llevo más de la mitad de mi vida -bastante más- oyendo frases que no quieren decir nada y que pueden intercambiarse de fecha sin que nadie lo note. Y eso yo, que soy muy mayor, pero mis hijos que ya son padres y madres de familia, han nacido con la cantinela, por no hablar de mis nietos. Supongo que aquí no se puede hacer otra cosa que continuar persiguiendo a esos indeseables, como se ha hecho siempre, por otra parte. Y regalarles el mínimo de publicidad posible. Esto es una guerra y en la guerra no se hace propaganda al enemigo.

Sabéis que soy de las que se hizo ilusiones con el tan traído y llevado proceso de paz, lo que me acarreó más de un problema en este blog; y, como todos los días me caigo de un guindo, estaría dispuesta a volver a ilusionarme y apoyaría por enésima vez cualquier iniciativa en ese sentido, de este gobierno o del que fuera. Pero, por favor, que no me pongan el disco de que vamos a ganar, de que están vencidos, de que son los últimos coletazos, de que se ha dado un golpe mortal a la banda, de que yo qué sé qué más, porque ya suena ridículo y el ridículo me desazona mucho. Matar es muy fácil, cualquier descerebrado puede hacerlo y lo harán a la menor ocasión que tengan.

Y cambiando de tercio, confieso que apenas conocía las canciones de Joan Bautista Humet y casi ni su rostro. He oído su nombre durante toda mi vida y sin embargo no le asocio a ningún momento importante ni forma parte de mi iconografía personal. Ha tenido que morir para que empiece a interesarme por su música y descubrir el gran poeta que era. Esto, una vez más, me lleva a lamentar la de cosas que me he perdido y a preguntarme en qué demonios estaría yo pensando para haber coincidido en el tiempo con un pedazo de cantante y poeta como él y no haberme enterado. En mi descargo quiero pensar que le falló o no le interesó el marketing y fue engullido por los Serrat, Llach, Aute, Sabina y otros monstruos del firmamento poético-músical de la transición y más.

Hoy quiero saldar una mínima parte de esa deuda de ignorancia trayendo aquí una canción que podría haber sido escrita ayer mismo. O esta mañana sin ir más lejos. Porque, a pesar de todo, hay que vivir.

sábado, 29 de noviembre de 2008

FAMILIA

No es la mía una familia especialmente cariñosa ni expresiva; hablo de la familia en la que nací, no la que fundé luego, mucho más tarde. Más bien somos un poco cardos, parcos en efusiones y aparentemente fríos. Tal vez sea yo la más expresiva, para lo bueno y para lo malo; también he sido la única que se ha salido del tiesto, digamos, ideológico y la que ha llevado una vida más caótica en todos los aspectos. Si bien nunca hubo en mi casa escenas violentas ni gritos, sí eché de menos un poco más de calorcito, de expresión física del afecto, besos, abrazos, achuchones varios, en una palabra, tocarnos. Tengo grabada a fuego en la cabeza y en el corazón una escena -tendría yo cuatro o cinco años- de mi madre abrazando y besuqueando a mi hermana, a la que llevo tres, y yo muriéndome de celos; a punto de romper a llorar, pero tragándome las lágrimas por puro orgullo y dibujando una mueca que quería parecerse a una sonrisa. Era como si cuando se superaba la fase bebé, se acabaran los mimos de raíz.

También recuerdo, mucho después, quizá con dieciocho o veinte años, un día que había estado tomando vinos con mi chico -con el que luego me casé- y llegué a casa un poco achispada pero feliz. Ya estaban todos sentados a la mesa muy serios; yo ocupé mi sitio y proclamé -¡Os quiero mucho a todos! y me miraron como si estuviera loca. Mi hermano se aplicó a la sopa y mi padre me preguntó con una cierta guasa que si estaba borracha. Y sí, lo estaba, si no, jamás hubiera dicho tal cosa en voz alta. Quererse era algo que se daba por hecho pero nunca se verbalizaba.

Siempre me resultó más fácil hablar de mis cosas con mis amigas que con mis hermanos y la relación con ellos ha sido simplemente correcta, pero fría; salvo en situaciones tremendas, como lo de Jaime, que sí nos soltamos el pelo, no sé que extraña faja nos sujeta los sentimientos, pero es triste que haga falta un momento como ese para decirnos que nos queremos. Porque que nos queremos está fuera de toda duda, cada uno con nuestras cadaunadas; basta que alguno de nosotros tenga problemas o esté en dificultades para que nos volquemos los demás; sin embargo nos falta confianza o nos sobra yo qué sé qué, quizá orgullo, quizá vergüenza, para contarnos esos problemas. Y a veces nos enteramos a toro pasado.

Y bueno, la vida es muy corta aunque a veces se hace eterna. Y yo no quisiera llevarme al otro barrio ningún abrazo de los que tengo para dar, porque en el otro barrio, vaya usté a saber...

lunes, 24 de noviembre de 2008

EL METRO EN VIERNES

Los viernes a las diez de la noche en el metro de Madrid unos van y otros vienen. Van pandillas de chavales, ellas a un lado, ellos a otro. Ellas se han disfrazado de "Lolitas"; llevan tacones muy altos y falda muy corta y gritan mucho para disimular la vergüenza que les da enseñar un canalillo procaz y unos pechos turgentes y muertos de frío; porque hace frío esta noche para ir así. Todas tienen los labios carnosos y pintados de rojo intenso. Ellos no las miran, pasan; aparentemente están mucho más preocupados por colocarse la gorra con la visera hacia atrás y el vaquero a la altura justa para que no se les caiga, pero casi. Una, bajita y regordeta, decide atacar y se sienta en las piernas de un chaval que está espatarrado en el asiento de enfrente. El, le mete mano con desgana entre los muslos y la besa en los morros como por cumplir. Se bajan todos en la estación de La Latina, ellos delante pegándose empujones y puñetazos de colegas; ellas detrás cuchicheando y tirándose hacia abajo de unas minifaldas imposibles y dando traspiés con los taconazos. Tanto feminismo para esto.

La sudamericana vuelve. La melena rubia teñida no oculta sus rasgos indígenas. Ha salido esa tarde y tiene que regresar porque está interna. Se ha despedido en el andén de otras compatriotas que tienen más suerte; están externas compartiendo piso y se pasan la noche del viernes bailando salsa. Ella no; tiene dos hijos en Ecuador o en Perú o en Colombia y manda para allá casi todo su sueldo, no puede gastárselo en pagar una habitación, para eso no se fue de su país. Pero todavía le resuenan en las tripas los ritmos calientes y se le van los pies con los músicos andinos que han entrado en el vagón, mientras dibuja una sonrisa muy triste. Se baja en Argüelles.

La mujer de edad indefinida yo creo que también vuelve; guiña los ojos para leer un texto pegado en la pared del vagón -libros a la calle- y en el rostro refleja un cansancio antiguo. De vez en cuando da una cabezada, apoyándo la cabeza en la palma de la mano. Agarra el bolso fuerte, como si llevara dentro todas sus pertenencias. Parece que tiene ganas de morirse. Lleva un periódico que dice que el Gobierno ha dado tropecientos mil millones a los bancos, a esos bancos que le tienen secuestrada la nómina, que le cobran unos intereses que rayan en la usura cada vez que se queda en números rojos; a esos bancos que la tienen axfisiada y que ahora ya no le dan más crédito. Tiene que hacer trasbordo en Cuatro Caminos y casi se pasa de estación. Se aleja del borde del andén, asustada de las ganas de tirarse que le están entrando. ¡Qué les den por culo a todos! No tiene nada ¿qué le pueden embargar? Ahora llega a su casa a comerse un huevo frito y mañana será otro día.

Una pareja madura se hace bromas y arrumacos. Igual se han tomado unos vinos y están un poco achispados; no se sabe muy bien si van o vuelven. Parecen dos separados que se han encontrado cuando ya no contaban con ello. Seguramente vuelven de una vida agotada y van hacia otra que se inventan cada día. Al salir en Moncloa se cruzan con un travelo con la hora cambiada; a las diez de la noche, en circunstancias normales, no le tocaría volver, pero vuelve; enseña un escote huesudo y plano y se le ha corrido el rimmel; lleva las medias rotas, los tacones torcidos y ya le apunta la barba, apenas emboscada en el maquillaje. Es delgado y menudo; o delgada y menuda, no sé.

Los viernes a las diez de la noche, va un montón de gente en el metro.

jueves, 20 de noviembre de 2008

EL AMOR, ESE OBJETO TAN FRÁGIL

Es lo que tiene el amor, que siempre es nuevo, que cada vez que aparece en nuestra vida es como la primera vez. Eso está muy bien porque cuando uno va a tumba abierta, sin desplegar ninguna defensa, el disfrute es mucho más intenso que si anda poniendo barreras. Creo que el miedo al fracaso es el gran enemigo del amor, hay que tirarse sin red y que sea lo que dios o el diablo quieran. No sé si el amor debe ser absolutamente ciego, pero no le sienta mal tener algunas dioptrías y perder las gafas del alma o dejarlas olvidadas, más o menos sin querer.

Las experiencias anteriores, con sus luces y sus sombras, se acabaron y además eso, que fueron otras. No deben lastrarnos la ilusión y las ganas ni llenarnos de miedos. Sólo tienen que servir para sacar consecuencias positivas y tratar de no repetir los errores. Y sobre todo, en las dificultades, no retrotraernos al pasado, no pensar "esto yo ya lo he vivido". Porque "esto" no lo hemos vivido; esto es otra historia, es otra persona y yo también soy otra persona.

Decía Jacinto Benavente que el amor es como Don Quijote; cuando recobra el juicio es que está para morir. Por eso hay que encontrar ese difícil equilibrio que permita mantener la locura y al mismo tiempo la racionalidad suficiente como para dominar o reprimir a todos los enemigos del amor: el amor propio, los celos, la desconfianza, el sentido de posesión... la falta de respeto a la intimidad del otro. No es fácil, no es nada fácil. Porque si dominamos a los enemigos pero nos falta la locura, nos convertimos en colegas, estupendos, sí, pero colegas. Y a estas alturas todos tenemos ya un montón de colegas. Y si estamos muy locos, levitamos mucho, pero falla todo lo demás, enseguida será un infierno y además dejaremos de levitar.

Hablando de El Quijote, hay otra frase que viene a cuento: Amor y deseo son dos cosas diferentes; no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama. Estoy de acuerdo en la segunda parte, todo lo que se desea no se ama, ya sea persona o cosa el objeto de deseo. Pero discrepo de la primera: lo que se ama sí se desea; y no me refiero sólo al deseo sexual -que también- sino a la necesidad de estar cerca, a lo que se llama echar de menos. A que nos demos cuenta de que está helado el otro lado de la cama. A ese abandono que se deposita en los muebles como el polvo.

Cantaba Rocío Jurado que se les rompió el amor de tanto usarlo; a mí en cambio me parece que lo que estropea el amor es la falta de uso; no hay que dejar que se cubra con el óxido del silencio, de la rutina, de la tristeza; con la pátina espesa del aburrimiento.

Y si se muere de tanto usarlo, pues mirusté, que nos quiten lo bailao.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

PROFECÍAS

Mi amiga Marga me ha mandado este artículo que escribió Arturo Pérez-Reverte hace diez años justos, el 15 de noviembre de 1998. No me resisto a reproducirlo aquí:

LOS AMOS DEL MUNDO
Arturo Pérez-Reverte

Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, en la agenda electrónica, en la tecla intro del computador, su futuro y el de sus hijos.

Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto siete, o un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro.

Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de una ferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron un máster en Tokio, o al revés, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o a la de Wall Street , y dicen en inglés cosas como long-term capital management, y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos multilaterales de inversión y de neoliberalismo económico salvaje, como quien comenta el partido del domingo.

Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas que circulan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará el consuelo de ir en la silla de ruedas con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo.

Porque siempre ganan ellos, cuando ganan; y nunca pierden ellos, cuando pierden. No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinaciones fastuosas de economía financiera que nada tienen que ver con la economía productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos y con humo, y los poderosos de la Tierra pierden el culo por darles coba y subirse al carro.

Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder. El riesgo es mínimo. Los avalan premios Nóbel de Economía, periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia.

Y entonces el presidente del banco transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcio euroasiático, y la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría en la aventura, meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar ese pelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a sus representados.

Y en cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando más en la segunda, que el chollo es el chollo, e intereses de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los días. Y aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver con la economía real, con la vida de cada día de la gente en la calle, todo es euforia, y palmaditas en la espalda, y hasta entidades bancarias oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y esto, señores, es Jauja.

Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía sus fallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso: alto riesgo de verdad.

Y entonces todo el tinglado se va a tomar por el saco. Y esos fondos especiales, peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economía mundial, muestran su lado negro. Y entonces, ¡oh, prodigio!, mientras que los beneficios eran para los tiburones que controlaban el cotarro y para los que especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas, no.

Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran al Monopoly, recaen directamente sobre las espaldas de todos nosotros.

Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos, y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia y con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda... Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, la paga con su pellejo, con sus ahorros, y a veces con su puesto de trabajo, Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.

Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena.

Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ése es el panorama que los amos de la economía mundial nos deparan, con el cuento de tanto neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta especulación y de tanta poca vergüenza.

Sin comentarios.

lunes, 17 de noviembre de 2008

NO SE ME OCURRE NADA

Mantener vivo este blog a veces cuesta un esfuerzo intelectual importante; supongo que se nota en los últimos posts, apenas rellenos con palabras ajenas -aunque, eso sí, suscritas por mí de principio a fin- y por videos callejeros. Mi cotidianeidad no da para más, ya quisiera yo ser taxista y poder contar las miles de historias que ocurrieran en mi taxi y las sugerentes citas que me dejaran pilladas con el limpiaparabrisas los viandantes. Aunque pensándolo bien, también al metro se le puede sacar jugo e inventar vidas novelescas con los que transitan por las entrañas de Madrid. A ver si me pongo a ello porque si no, este blog morirá a no mucho tardar.

Antes, en la pasada legislatura, la crispación daba mucho juego; una estaba todo el día enrabietada y los posts salían de tirón, como un vómito. Ahora, esta convivencia blanducha y gris que se traen los políticos, todos tan civilizados, aburre a las ovejas. El único que sigue crispando y tratando de poner un poco de color en la cosa pública es FJL, pero al pobre ya casi nadie le hace caso.

El personal está mustio y cariacontecido, el que tiene trabajo se aferra a él como a un clavo ardiendo sin osar reivindicar mejoras ni salir a la calle para solidarizarse con los parados. Se da con un cantito en los dientes. La crisis está en el aire igual que la contaminación que se acumula a veces sobre Madrid, como una boina negruzca y maloliente. Pero yo me he quedado mucho más tranquila después de la cumbre esa del G-20; Bush, en un alarde de su talla de estadista, no quería invitar a ZP porque no le ajunta desde que se llevó las tropas de Irak -cumpliendo su promesa electoral y en uso de la soberanía de España- igual que el matón del cole no invita a su cumple al niño que le lleva la contraria. Digo que me he quedado muy tranquila después de leer las conclusiones de la cumbre en cuestión porque parece ser que "tomarán las medidas necesarias para estabilizar los sistemas financieros" y también que "los gobernantes acordaron que se podrían -así en condicional- tomar acciones inmediatas para restablecer el crecimiento económico". Ahí queda eso. Mi abuela diría que para ese viaje no hacían falta alforjas.

Por otra parte, el facherío está indignado porque en aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, ya no puede ir al Valle de los Caídos a montar el numerito de todos los años, que digo yo que qué más daba; es una tradición tan folklórica como El Toro de Tordesillas -por poner un ejemplo de tradición cutre que no se prohibe- y no tan cruel. En vista de lo cual, se fueron con la camisa azul a vociferar a otra parte, que resultó ser la calle de Ferraz.

Y bueno, a lo tonto, a lo tonto, he llenado un post.

viernes, 14 de noviembre de 2008

A LA UNA MENOS VEINTE

A estas horas las personas normales están durmiendo, sobre todo si esas personas son tan jodidamente normales que se levantan a las seis y media de la mañana. Sin embargo, si una lleva siendo persona normal desde las seis y media, a estas horas le entran ganas de salirse de la normalidad y mañana, dios dirá. Supongo que dirá lo de siempre, no espero muchas sorpresas.

Y una llega a casa a las nueve y media de la noche con los deberes hechos. Ha venido la asistenta y ha dejado la ropa planchada -esta vez ha planchado tus camisas- repartida por el salón, no me apetece guardarla. Miro el correo y sí, han recibido mi prueba de corrección y parece que tiene buena pinta pero ahora tienen mucho lío y ya me dirán algo; esperaré, seguiré esperando.

Llamo por teléfono, le llamo, te llamo por teléfono. Todo está bien, tú estás con copas y yo no, todavía no. En estas condiciones no hay mucho de qué hablar. Me pongo un gin-tonic para ver Cuéntame -soy una persona normal a la que le gusta Cuéntame- con una bolsa de patatas fritas en la mano. Las patatas fritas creo que engordan un güevo; ni siquiera me pregunto por qué tengo tantas ganas de llorar. Una lata de tónica da para tres gin-tonics por lo menos.

Me doy cuenta de que se ha apagado la calefacción porque se me quedan los pies fríos. He dicho un montón de tonterías por teléfono; emprendo la excursión hasta la cama.

Mañana será otro día.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

MADRID Y LA PUTA CRISIS

Estoy tan harta de oír hablar de la crisis y del apocalipsis que viene o que -como la primavera- ha venido y nadie sabe cómo ha sido, que me resisto a ver el telediario o a leer el periódico, sin hablar de las tertulias que constituyen por sí solas un pozo de sabiduría, para mí, insondable. ¡Cuánto cerebro desaprovechado! Lo único que veo, informativamente hablando, son los cinco minutos de Iñaki. Pasé un trauma cuando se fue de la SER porque estaba acostumbrada a inyectarme en vena su palabra inteligente, certera y legal al abrir el ojo por la mañana y el síndrome de abstinencia fue duro. Y ahora, ese ratito de las nueve menos cinco de la noche me reconcilia con el oficio de periodista. Deyanira, que está mucho más al loro que yo en esto de la información, nos transcribe su voz de cuando en cuando. Esta noche ha sido una de esas en las que está especialmente sembrado, no me resisto a hacer un cortipega con su editorial:

"Las mentiras penetran más fácil si se mezclan con insultos: los insultos nos distraen y la mentira cuela. Tras la muerte de dos soldados en Afganistán, los insultos a la ministra Carme Chacón nos han distraído mientras cuajaba la falacia de que España, a diferencia del resto del mundo, no asume su responsabilidad en Afganistán y que, en lugar de reconocer que ha ido a la guerra a luchar, se ha inventado una misión de paz, una cosa hippie de palomas, flores y solidaridad fraterna. Dos líneas sobre los insultos: burlarse de las lágrimas de la ministra en el funeral después de haber alabado las lágrimas de Obama es machismo de baja estofa; aludir a su condición de catalana, militante del PSC, para despreciarla por antiespañola, es roña cerebral. Pero, en relación con el fondo del asunto, las únicas tropas que están en Afganistán en misión de combate son las que desplegaron los Estados Unidos tras el atentado de las Torres Gemelas. Es la operación "libertad duradera", que derrocó en un año al régimen talibán y que ahora se enfrenta a los insurgentes y a los terroristas. Las demás, entre ellos las españolas, constituyen la fuerza compuesta por unos 50.000 soldados de 37 países, puesta en marcha por Naciones Unidas para ayudar al nuevo Gobierno afgano en la estabilización y reconstrucción del país. No se les encomendaban acciones de combate, entonces se creía que no quedaba más tarea militar que estrechar el cerco hasta cazar a Bin Laden y que esa era misión de "libertad duradera". El mandato de la ONU para la Isaf presentaba ambigüedades desde el principio y se ha ido haciendo más complejo y confuso a medida que se complicaban las cosas en el país. Es evidente que ahora debe ser reestudiado y es evidente que Obama se plantea hacerlo. Entonces veremos. Pero sepamos que nos pasa lo que a los otros 37 países y que no es Zapatero quien ha definido nuestro papel, sino Naciones Unidas. Esta es la verdad, por muy bendita que sea la mentira."

¿Alguien da más? Sin comentarios.

Dicho esto, que diría un tertuliano, os comunico que por fin los árboles de Madrid se están quitando la ropa poco a poco, como en un streeptease sensual y decadente y en los jardines del ministerio se han quedado luciendo una lencería de lujo, llena de encajes de colores cálidos. A pesar del frío, da gusto salir a fumar.

En Madrid pasan más cosas; por si lo de los árboles fuera poco, diversas bandas de música han tomado la Puerta del Sol; junto a la boca del metro, Nueva Orleans. Y a los pies del madroño, además del oso, hay una orquestina con jersey a rayas que encadena melodías, arrancando notas de unos instrumentos enormes que me pregunto cómo pueden transportar en el metro.


Madrid es un universo variopinto y cruel, inhóspito y tierno, que rezuma vida por cada adoquín. Que se defiende como puede de esta crisis de mierda y de todas las crisis que llevan -llevamos- a cuestas los que transitan -transitamos- por sus calles. Se defiende hasta de las mentiras benditas y sigue llenando los bares de Huertas y de la Cava Baja.

Madrid es mucho Madrid.

domingo, 9 de noviembre de 2008

AMIGAS ¿PARA SIEMPRE?

No se muy bién qué es esta cosa de la amistad, ni por qué surge con algunas personas y con otras no. Pero creo que es algo que no requiere de grandes aspavientos ni de demostraciones aparatosas para poder reconocerla. Aunque en España tenemos una sociedad excesivamente delimitada por diversos factores como la edad, el sexo o el entorno social, también creo en la amistad entre personas a las que separen muchos años, muchos kilómetros, distinto sexo o diferente ámbito sociocultural. Es algo que, básicamente, nos permite estar cómodos, ser como somos o como estamos en cada momento y no poner cara de nada. La amistad no juzga sino respeta, no invade sino acompaña. A veces habla y otras veces calla, a veces escucha y otras, simplemente, está ahí. Pregunta lo justo, no somete al tercer grado de interrogatorio a nadie y no se acuerda de las contradicciones, tú dijiste que... ¡yo qué sé lo que dije!

Sobrevive a la distancia y al tiempo, aunque eso no quiere decir que siempre sea eterna; tristemente, hay amistades que se disuelven en este trajín que es la vida sin que eso signifique que no fueran auténticas cuando existieron; lo fueron y, como a los amores que se acaban, no podemos borrarlas de un plumazo ni despreciarlas, porque en su momento tuvieron mucha importancia y ya forman parte de esa mezcla de emociones, de inquietudes, de miedos, de ilusiones, de miserias y grandezas de la que estamos hechos.

No hay que pedir a los amigos, a las amigas, que sean perfectos y no nos fallen nunca, porque nosotros tampoco lo somos y fallamos más que una escopeta de feria. Pero creo que, por lo mismo, tenemos derecho a que los amigos, las amigas, no tengan en cuenta las veces que no nos encuentran cuando nos buscan y a que no apunten en el cuaderno del alma el tiempo que hace que no los llamamos por teléfono. La vida de cada uno es un pequeño y enrevesado mundo que muchas veces nos supera y bastante hacemos con pelearnos con él sin salir muy perjudicados mentalmente, para estar pendientes de cumplir con unos y con otros.

No sé, pero algo me dice que la amistad es, sobre todo, confianza en el otro. Y ya se sabe que donde hay confianza, da asco.

Y hablando de amigas, felicidades a Almu, que esa sí que es una amiga.

lunes, 3 de noviembre de 2008

MI MADRE

Pues ahí donde la veis, el sábado cumplió ochenta y siete años. A medida que se acercaba el día iba poniéndose cada vez más triste, y el viernes ya estaba inmersa en una absurda depresión, en la que yo me negaba a profundizar.

-Pero mamá, qué demonios te pasa. Estás estupenda, tienes cuatro hijos que son personas decentes, que te quieren y a los que la vida trata razonablemente. Doce nietos, sí, doce, porque Jaime sigue contando, de los que tampoco puedes tener queja, aunque cada uno haya organizado su vida como le ha parecido bien y siete bisnietos divinos. No pasas calamidades... ¿Qué más quieres?

Yo sé muy bien qué más quiere, aunque no lo diga. Querría cumplir treinta y cinco en lugar de ochenta y siete, -¡toma, y yo!- querría ser tan autónoma y tan independiente como ha sido toda su vida, querría no llevar un bastón ni necesitar agarrarse de ningún brazo para ir por la calle. Y, sobre todo, querría no escuchar a su espalda los pasos de la muerte, hasta casi sentir el aliento en su nuca. Querría no tener miedo a lo que haya después, al otro lado.

El jueves me llamó mi hermana: -¿has hablado con mamá? ¡está fatal! dice que no quiere que vaya nadie a verla el día de su cumpleaños, así que díselo a tus hijos. Le contesté que no pensaba decirle nada a mis hijos, que cada cuál hiciera lo que creyera conveniente y que recibiera a sus nietos si iban a verla. Luego, si no va nadie, para qué queremos más.

Nosotros nos la llevamos a comer por ahí, a la Cava Baja. Salió de casa con la expresión de quien va a la horca pero no descompone la figura ni en el instante supremo. Pero a medida que pasaba la mañana y penetrábamos en ese Madrid castizo que hacía tanto tiempo que no pateaba, se iba animando. -¿Esa es la torre de la Iglesia de Santa Cruz?, -no lo sé, mamá, yo es que no me conozco bien estos barrios. -¡Ah, mira! calle Concepción Jerónima, Tintoreros...el mercado de la Cebada, la plaza de Puerta Cerrada y ahí está, de frente, la cúpula de San Francisco el Grande. Dice que cuando era joven no venía por aquí, que sólo se movía por el barrio de Salamanca y por la Gran Vía cuando iba al cine; fue luego, con mi padre, cuando anduvo un poco por esos "barrios bajos".

La comida fue un éxito. Comió de todo; era día de presentaciones y participó, estuvo cómoda. -No, yo no tomo aperitivo, que luego no puedo con la comida; -¿vino? -no, no, yo no tomo vino. -¡Qué rica está esta ensaladilla! -¿te gustan los callos? -Me encantan. Se comió la ensaladilla, el jamón, los boquerones, los callos; todo regado con rioja de la casa, claro. Sopita de cocido y luego pescado, que es más ligero. Vinieron Marta y Alfonso y hablamos de todo un poco. Nos contó cosas de antes, de la guerra -la guerra nuestra, como ella dice- que coincide con su adolescencia en Madrid y su juventud. Marta le preguntó que cómo había conocido al abuelo y yo metí baza. -Mamá, deja hablar a la abuela; punto en boca. Con el vinito la conversación derivó por derroteros diversos: la religión, las creencias, las no creencias, las maneras de vivir de antes y de ahora, nuestra familia. La vida, la muerte, Jaime, claro, y mi padre. Hubo momentos emotivos y otros divertidos y mi madre, como siempre, dio una lección de inteligencia, de respeto, de sentido común.

La dejamos en su casa y por la tarde fueron a verla nietos y bisnietos.

Ayer me dijo que le dolía todo el cuerpo, pero estaba contenta.

jueves, 30 de octubre de 2008

EL OTOÑO ROBADO

Ha empezado el frío de golpe y porrazo, parece que el tiempo no tiene tiempo, va como loco, atolondrado, no cumple el ritual. Aún no he visto amarillear los árboles de mi calle ni quedarse desnudos después; los plátanos se han congelado vestidos todavía de primavera y las hojas no saben muy bien a qué viene esto ni qué pintan ahí colgadas en lo alto, tiritando de frío. El calendario se ha saltado el otoño sin contemplaciones y a mí me ha pillado en cueros, sin haberme liado la bufanda en el alma. Necesito ese periodo de adaptación al medio, de preparación anímica para lo irremediable, no puedo incorporarme así, de un día para otro, a un entorno tan hostil y tan desagradable.

El curso de corrección se acaba mañana y ahora tengo muchas más dudas que antes; no sé cómo he sido capaz, durante tres años, de escribir en internet para que me lea todo el mundo, haciendo el ridículo ante los millones de lectores que me siguen, supongo que para descojonarse de risa. Y yo que creía que hablaba -e incluso escribía- aceptablemente, sin cometer errores gramaticales de bulto ni faltas de ortografía clamorosas... hasta esta mañana, que ha sido el examen de gramática y no he acentuado "cortaúñas", que hace falta mala leche para poner la palabra "cortaúñas" en un examen. A mí en realidad, lo del cortaúñas me parece una ordinariez, colgado de una cadenita que lo llevan algunos horteras y en cualquier momento lo sacan en el bar para quitarse un padrastro. Esto me ha hundido la autoestima y estoy por cerrar el blog, a dónde va una escribiendo "cortauñas" sin acento; tilde, lo llaman ahora.

Entre esto y que el cambio climático me ha robado el otoño, no sé cómo voy a poder superar la depresión.

Encima he perdido al bridge -dicen que las palabras en idioma extranjero hay que ponerlas en cursiva- y cuando he llegado a casa ni siquiera tenía tónicas para apretarme un gin-tonic y ahogar esta pena negra.

Qué le vamos a hacer; me tomaré un whisky; o güisqui, como dice la RAE, on the rock; u onderoc, yo qué sé...

sábado, 25 de octubre de 2008

HOMBRES QUE SE MOJAN

Lo he oído por la radio y de repente he vislumbrado un rayo de esperanza. ¿Un movimiento de hombres contra la violencia machista? ¿Eso existe? Tengo que ir a verlo, me he dicho a mí misma.

Pensaba pasarme la tarde tirada en el sofá, pero a las seis y media había terminado una película de Steve McQueen y Natalie Wood, absolutamente rompedora para la época -primeros sesenta- en la que la protagonista se queda embarazada en una noche loca -¡quién no tendría una noche loca con Steve!- y se niega a casarse con él porque presiente que solo lo hace por cumplir. Me he levantado del sofá, me he calzado unos vaqueros y me he ido a Atocha para no perderme un espectáculo que hoy todavía resulta exótico y marginal -cuatro calzonazos y unos cuantos maricones, habrán pensado algunos- pero que yo respeto y aplaudo porque ya era hora de que los hombres se empezaran a implicar en esta cuestión, que es de todos. Cuando yo era secretaria de igualdad de mi agrupación socialista -creo que en su momento conté que había dimitido y ya ni siquiera soy militante- puse todo mi empeño en que los compañeros varones -que no barones- del partido hicieran suyo el problema y participaran en la lucha. No conseguí nada, porque los pocos que se mojaron lo habrían hecho igual sin mí y los que no se mojaban siguieron sin mojarse. Nunca he sido partidaria de ese feminismo excluyente que no cuenta con los hombres, creo que cae en los mismos errores que el machismo; al fin y al cabo, no deja de ser sexismo. La igualdad es una cuestión de justicia y de sentido común y ahí debemos estar todos. Pero, como el racismo, todavía no está interiorizada en la sociedad, todavía se hacen chistes machistas con los que, además, se parten de risa muchas mujeres. Si alguien hace un chiste sobre la pederastia o el terrorismo, la gente se escandaliza; sin embargo es muy bien recibida una gracieta a costa del maltrato a las mujeres. Ayer, sin ir más lejos, una compañera del curso de corrección que estoy haciendo, joven y universitaria, se asombraba e incluso se indignaba -dicho por ella misma, no me estoy inventando nada- por que la Academia haya reconocido el femenino de las profesiones. ¿Cómo querrá que las llamen? ¿"Arquitecto hembra", como a los buitres? Es una tontería, qué más dará, locuras de feministas radicales, esas chifladas, dónde vamos a parar.

Pues hoy he visto a unos tíos como castillos desgañitándose contra el machismo. Un poco despistados, sí. Mezclando temas, también. Pero con voluntad de cambiar las cosas, de unirse a una lucha que intuyen que también les beneficia, porque con una convivencia en igualdad ganaremos todos, dejaremos de ser adversarios para ser cómplices. Confieso que me ha conmovido oírlos corear cosas como "el machismo está en nosotros mismos" o "no tenemos derecho a tantos privilegios", "se va a acabar, se va a acabar la dictadura patriarcal", "violencia familiar, fascismo en el hogar". También cantaban "Manolo, Manolito, la cena tú solito" y a alguien se le ha ocurrido cambiarlo por "Mariano, Marianito"... en fin, muchas risas, pero yo creo que el machismo es transversal, que todos y todas lo hemos mamado y no entiende de ideologías; va a costar un güevo quitarnos esa caspa de encima. Por cierto, hablando de güevos, también cantaban "no te los toques, fríelos".

No había muchos, esa es la verdad, pero los suficientes para armar el taco en la calle de Atocha, con buen rollo, con una orquesta de jazz que animaba el cotarro. Se lo han montado bien.

Bienvenidos al club, chicos.

miércoles, 22 de octubre de 2008

PETRIFICADOS

Racionales, por lo visto lo bueno es ser racionales. No importa lo que uno sienta, eso se pasa; hoy estás mal y mañana estás mejor... o peor. Pero no hay que dramatizar; racionalizar, racionalizar, ir a lo práctico. Esto es lo que hay, si quieres lo tomas y si no lo dejas; pero no intentes cambiar las cosas porque te estrellarás contra una pared. Que cada uno se coma su propio marrón sin dar la lata a los demás, ya se sabe que vivimos en soledad. Mirusté, yo también tengo problemas y no doy la vara a nadie. Vamos a hacer unas risas que yo lo que quiero es pasarlo bien ¡alegría, alegría!

Los veo todos los días en la Puerta del Sol. Se han quedado de piedra, la vida los ha dejado de piedra. A uno se le enganchó la mirada en algún punto a su derecha y al mismo tiempo se le dibujó un rictus de escepticismo eterno, mientras extendía la mano para recoger el agua de piedra. El otro tiene los párpados entornados, cubre sus ojos con pestañas de piedra. Solo los abre para mirar un instante a quien echa una moneda en su hucha, también de piedra. Me inquieta esa otra mano, la que asoma por abajo; parece de un moribundo que se hubiera petrificado definitivamente, sin siquiera pestañear.

Hoy no estaban; hacía frío y llovía. El viento me volvía el paraguas que compré en la boca del metro, son una mierda estos paraguas de los chinos. No sé si el agua les habrá disuelto el maquillaje de arcilla. Quizá se hayan quedado en cueros, quizá la lluvia les haya colgado en los ojos lágrimas de verdad, no de piedra.

¡Alegría, alegría!


jueves, 16 de octubre de 2008

CONSONANCIAS DIACRÍTICAS

Estoy aprendiendo a corregir textos, que es una cosa que parece fácil pero que tiene su intríngulis. El caso es que una ya no tiene edad de ir al cole ni de seguir buscándose una vida que hace muchos años que debería haber encontrado, mal que bien; sin embargo ahi estoy, yendo a clase rodeada de treintañeras -todas mujeres, no sé qué lectura hacer - llenas de títulos universitarios, de idiomas y de ganas de comerse el mundo, mientras una trata de resistirse a que el mundo se la meriende sin compasión.

Por si fuera poco un trabajo, una madre casi nonagenaria, tres hijos y cinco nietos, una pareja a la que quisiera dedicar más tiempo del que puedo y las labores propias de mi sexo, me he metido en este nuevo berenjenal por la puta pela y dispuesta a hacerle la competencia a Elefancia.

Haciendo un recuento de mi vida, llego a la conclusión de que cada vez trabajo más y vivo peor. Cuando contaba veintiocho años, allá por el paleolítico superior, tenía dos hijos en edad escolar y una chica de servicio de las de antes, interna; era un ama de casa burguesa que no pegaba un palo al agua. Y, francamente, no me sentía un parásito de la sociedad, cumplía el papel para el que había sido educada y punto. Tú te casarás, me dijo mi padre al acabar el bachillerato, como si el matrimonio fuera una forma de ganarse la vida. Y sí, me casé, pero cuando vinieron mal dadas -dentro y fuera del matrimonio- me encontré con que mis habilidades para conseguir unos ingresos decentes eran bastante escasas. Eso sí, las exprimí al máximo trabajando doce horas diarias repartidas en diversos empleos, pero ni aún así llegaba. Esta situación se convirtió en endémica hasta alcanzar la tierna edad que tengo, en la que continúo inventándome a mí misma cada día.

Entre las erratas, las negritas, las cursivas, las mayúsculas cuando toca minúsculas y viceversa, las comas que sí, los puntos que no, los acentos que la Academia quita y pone cuando le viene en gana, los paréntesis, los corchetes, los guiones y, para remate, la sesión de sonetos a la que sin piedad me ha sometido mi Quevedito particular, tengo la cabeza como el panhispánico de dudas y ya no sé si padezco de diacrisis ortotipográfica o de consonancia inflamatoria aguda.

En fin, una aventura más de la que espero salir con bien. A eso estoy dedicando los días de vacaciones que me quedaban, más unos pocos moscosos, de manera que tengo que sacarle rentabilidad al asunto. Por eso y porque no puedo defraudar a quien me está animando.

Ojalá que cuando termine de escribir mi autobiografía, estos días aparezcan en negrita o, mejor, en letras de oro.

Y esto es todo, de momento.

sábado, 11 de octubre de 2008

LA DIGNIDAD

Gallardón ha prohibido los hombres-anuncio que pululan por la Puerta del Sol. Dice que lo hace para preservar la dignidad de la persona; él solito ha decidido en qué consiste esa cosa tan etérea que es la dignidad de cada cuál, en lugar de preservar la suya propia, que algunos opinamos que hace mucho tiempo que la tiene bastante perjudicada, a base de tragarse sapos y aguantar regañinas de uno y de otra y de dar saltitos para enganchar la zanahoria que le enseñan según les convenga en cada momento y en cada circunstancia política, para no dársela nunca. Pero él sigue ahí, de eterno aspirante a número dos, mientras se lo saltan a la torera las Sorayas y las Gospedales que son mucho más fashion.

Yo creo que cada uno sabe dónde tiene depositada su dignidad y a lo mejor esos chicos con esos seiscientos euros que ganan paseando con "un cartel sobre su espalda y otro sobre su pecho" pueden pagar su habitación a la patrona y comer caliente. Y es que dormir bajo techo y comer todos los días proporciona una cierta dignidad. Señor alcalde, ya ha dicho Pizarro que con las cosas de comer no se juega.

Curiosamente además, casi todos esos anuncios andantes son reclamos de casas de empeño, donde la gente va -generalmente de tapadillo- a entregar las joyas de la familia a cambio de unos pocos billetes que les permitan vivir algún tiempo con un mínimo de dignidad.

Los guardianes de las dignidades ajenas deberían dedicar más tiempo a mirar los problemas de la gente en lugar de quedarse en la superficie y apatrullar la ciudad limpiándola de lo que no les resulta decorativo. En cada parada de autobús, en cada esquina, en cada chirimbolo, hay hombres y mujeres anuncio, muchos con nombres y apellidos conocidos, muchos casi en cueros, sonriendo al viandante sin que parezcan muy preocupados porque peligre su dignidad. Eso sí, suelen estar buenísimos. Por no hablar de los deportistas de cualquier especialidad, que van forrados de rótulos publicitarios de la cabeza a los pies, a pesar de cobrar sueldos mareantes, primas y demás garambainas.

Esto es más complicado de lo que parece. No sé quién está facultado para decidir qué trabajos son dignos y cuáles no lo son, sobre todo cuando no se ha pasado necesidad en la puta vida. Yo, por ejemplo, no me atrevería a pedir la ilegalización de la prostitución en aras de la dignidad de las mujeres. Creo que todos somos mayorcitos -y mayorcitas- para decidir lo que queremos hacer o no. Y la mujer -o el hombre, que haberlos, haylos- que LIBREMENTE decida vender su cuerpo o su compañía a alguien es, como mínimo, tan digna como el que lo compra. No seré yo quien juzgue a uno ni a otra. Otra cosa es que no se persiga a las mafias que se dedican a la extorsión de las personas, trata de blancas que muchas veces son negras. Pero las mafias, ni los especuladores, ni los políticos o alcaldes corruptos se pasean por la Puerta del Sol con un cartel a cuestas.


domingo, 5 de octubre de 2008

LA MUERTE AGAZAPADA

Está ahí, siempre está ahí; aunque no la intuyamos, aunque no contemos con ella; agazapada, camuflada en la maleza del vivir, escondida tras las esquinas, amenazante. Nos olvidamos de ella, pero está ahí, esperando el momento de asestar el golpe; puede venir despacio, ejecutar un trabajo minucioso y lento, de artesano paciente; o dar una puñalada certera, directa al corazón. O hacer una chapuza rápida y siniestra, como ahora, dejando un rastro de sorpresa trágica, de dolor perplejo, de dudas, de porqués.

Me encontré a Ricardo en Sigüenza hace poco más de veinte días, cuando fui en el aniversario de Jaime. Estaba estupendo y se lo dije; algo más gordo -menos flaco, para hablar con propiedad- Es que he dejado de fumar, me confesó con una media sonrisa un poco triste. Por lo visto, todos llegamos a ese momento en que nos hacemos mayores y vemos las orejas al lobo. Ricardo se ha pasado la vida sorteando las orejas del lobo y hasta los dientes. Y siempre ha dejado al lobo con tres palmos de narices. Y ahora, cuando había decidido sentar la cabeza y llevaba una vida apacible y sin riesgos, el lobo le ha pillado a traición; todavía no sé lo que ha sido, de repente se encontró mal, no podía respirar, se fue al ambulatorio. De allí, en ambulancia, a Guadalajara. No quiero hablar de incompetencia porque no tengo los datos, el caso es que llegó en coma. Traqueotomía de urgencia, inútil. A los tres días, muerte cerebral, electroencefalograma plano. El corazón latiendo absurdamente, sin ton ni son, movido por las máquinas; como si fuera de otro. La terrible decisión de soltar los cables.

Mis amigos se mueren en un goteo implacable que ya es un torrente. Un torrente que poco a poco se va llevando mi infancia, mi juventud, mis recuerdos, mi vida. Coro, Paloma, Ricardo -otro Ricardo- Rafa, Antonio, Javier, Marcos, Pepe, los dos José Ignacios, Juan; Chanchi, Laura; mucho antes Tomás y luego Manano, ambos en plena juventud. El accidente de Fran y Maita que fue mi primer encuentro con la muerte cara a cara, de sopetón. No quiero olvidar a ninguno, pero no sé...son tantos que quizá alguien se pierda en algún recoveco de la memoria. Unos, amigos íntimos, de siempre, de los que han crecido conmigo y juntos nos hemos hecho ya casi viejos. Otros los perdí de vista, se fueron por caminos distintos en este laberinto que es la vida, pero todos ocuparon un lugar que sólo ellos podían llenar; todos dejaron un agujero negro en mi pasado y algunos en mi presente. Las fotos de mi adolescencia, de mi primera juventud, de mis años de recién casada, de mi madurez, tienen demasiadas siluetas vacías. Todos ellos juntos constituyen la muerte de una parte imprescindible de mi historia personal, de mi recorrido vital. Pero cada uno es único e irrepetible y en mi recuerdo todos tienen al menos un instante de exclusividad.

Ya nadie va a mirar el mundo tras las gafas de Ricardo, ni nadie puede desdoblar su sonrisa pequeña e irónica, ni nadie va a tener sus ideas geniales, ni su creatividad, ni su irresponsabilidad, ni su locura, ni sus privilegiadas manos artesanas. Ricardo es Ricardo y se va ahora, cuando se estaba convirtiendo en un burgués casi sin darse cuenta.

Sus aciertos y sus errores, él los sabrá. Pero con todos ellos, ojalá haya sido un poco feliz. Yo tengo desde el jueves, cuando me enteré, un nuevo agujero negro en el corazón.


sábado, 4 de octubre de 2008

AHORA LO ENTIENDO TODO

He aquí la explicación para los torpes como yo.

viernes, 3 de octubre de 2008

MONEY, MONEY

Hasta ahora no he tocado el tema de la puta crisis porque no me gusta hablar de cosas que no entiendo. Pero la risa de hiena que exhibió ayer Cristóbal Montoro me lleva a creer lo que no quería creer, reprimiendo mi natural tendencia a pensar mal de según quién; esa risa me lleva a creer que aquí a más de uno y más de dos les van a salir callos en las manos de tanto frotárselas. Y es que no pueden ocultar el regocijo que los embarga cada vez que se publican las cifras del paro o la última caida del Ibex 35, en la línea de cuanto peor, mejor.

A mí me parece que ahora deberían mostrarnos su proverbial patriotismo, utilizar la varita mágica esa que tienen para acabar con todos los problemas y dar ideas a este gobierno de incompetentes para sacar a la patria del agujero; enseñarle cómo se hacen las cosas. Y ya puestos, también a los americanos y al mundo mundial, que por lo que se ve nadie, salvo el equipo económico del PP, sabe cómo meterle mano a esto. Que no tengan miedo a que el gobierno utilice sus ideas y se ponga las medallas, que el ciudadano no es tonto y en las próximas elecciones les vamos a votar todos como un solo hombre; pero que no esperen cuatro años para revelar el secreto de la piedra filosofal porque se van a encontrar un país desierto. A este paso y como sigan sembrando el pánico, vamos a tener que coger número para tirarnos por el Viaducto.

Gentes muy informadas han intentado explicarme esta cosa de la crisis, pero yo es que no tengo estudios y, la verdad, no me entero. Soy muy bruta y, por más que me lo explican, no consigo entender por qué cuando los bancos ganaban dinero a espuertas esas ganancias no llegaban al común de los mortales y sinencambio -que dirían en Sigüenza- ahora las pérdidas son para todos. Y tampoco comprendo por qué ha pasado esto ni por qué no se le piden responsabilidades a nadie ni nadie va al talego. El sistema, dicen, ha fracasado el sistema; pero el sistema lo gestionan personas, que digo yo que algo habrán hecho mal. Sin ir más lejos, a mí que no tengo un duro, ayer mismo me estaban ofreciendo tarjetas de crédito en cada supermercado y continuamente me encontraba en el buzón propaganda de préstamos personales con sólo una llamada. Y en la tele anunciaban esas tarjetas en el intermedio del culebrón, como los detergentes. La gente ha vivido de un dinero que no tenía. Esto mismo, pero a lo bestia, ha ocurrido con los bancos y con las grandes empresas. Tú me prestas, yo invierto lo que me prestas y los dos nos forramos vendiendo a los curritos que compran con dinero prestado. Y como todo era humo se esfumó, no sin antes cegarnos a todos los ojos.

Cuando yo era pequeña recuerdo que mi padre a fin de mes traía a casa un sobre con unos pocos billetes dentro. Mi madre tenía un estuche de piel verde con varios departamentos en los que guardaba los billetes perfectamente separados y asignados a una función: casa, comida, colegios, luz, teléfono, gasolina, servicio, etc..; en un sobre metía una cantidad para imprevistos -imprevistos perfectamente previstos- y en otro sobre un apartado para vicios: salir al cine, al teatro, a cenar a veces. Y lo que les quedaba después del reparto iba al banco y no lo tocaba ni dios. Supongo que sería una miseria porque mi padre sólo era un militar pluriempleado, pero era dinero de verdad, no humo. Del que se sabe lo que cuesta ganarlo y, por lo tanto, también se piensa un poco cómo gastarlo.

Ya digo, yo no tengo estudios pero tengo sentido común. Como Rajoy.

lunes, 29 de septiembre de 2008

PAUL

Todo lo que pueda decir sonará a tópico, pero es que los tópicos casi siempre son ciertos. Sin embargo, el tópico que dice eso de que la perfección no existe se ha demostrado falso durante ochenta y tres años. La perfección dejó de existir hace tres días, el veintiséis de septiembre de 2008, pero hasta entonces existía. Y si no que alguien invente otro calificativo para definirle, porque ninguno de los que vienen en el diccionario de sinónimos me sirve para cambiarlo por PERFECTO.

Ybrim tiene razón cuando asegura que sí, que hay gente imprescindible. El mundo seguirá, me temo, pero desde el día veintiséis será todavía un poco peor, todavía un poco más triste, todavía un poco más sórdido, todavía un poco más feo. Paul Newman era necesario para que el mundo fuera un poco más vivible.

Ayer leí un artículo de no me acuerdo qué periodista varón y heterosexual que decía con mucha gracia que la belleza de Paul Newman le hacía dudar de su propia sexualidad; yo lo que creo es que tanta perfección está por encima del sexo, que es sólo para estremecerse mirándole, como quien mira una obra maestra. Soñar con poseerlo son ganas de sufrir, igual que la pobre gata, ardiendo sobre el tejado de zinc. Porque es imposible poseer unos ojos líquidos que miran desde tan dentro y besar una sonrisa indescifrable. Siempre me han dicho que no se puede poseer a dios. ¡Qué méritos no tendrá Joanne Woodward!

Hace casi veintiocho años, cuando murió Steve McQueen, otro de mis amores, me daba vergüenza llorar pero pude camuflar mi llanto en una supuesta depresión post parto, aprovechando que acababa de tener a Marta. Ahora no se me ocurre ninguna excusa pero como soy mucho más vieja y tengo menos vergüenza, creo que me voy a permitir el lujo de confesar públicamente que siempre he amado en silencio a Paul Newman y que no sé como voy a poder superar este golpe.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

MARTA

Hoy hace justo veintiocho años que tuve una experiencia inolvidable: el nacimiento de mi tercera hija, Marta. Todos los nacimientos son irrepetibles, porque cada ser humano que viene al mundo es único, pero en el caso de Marta no es sólo que ella sea irrepetible, que lo es, sino que la ceremonia del parto, el hecho físico de venir al mundo, fue especialmente espectacular y colorista. Serían las siete de la mañana, cuando sonó el despertador como cada día para que su padre se fuera a trabajar. Yo en aquella época era un ama de casa con dos hijos en edad escolar y esperando el tercero y, aunque la procesión iba por dentro, aparentemente me daba la gran vida; no trabajaba, andaba bien de pelas y me dedicaba a jugar al tenis e ir al gimnasio. Había dormido como un tronco toda la noche, sin el menor dolor, pero al despertarme ví en la cama signos evidentes de que la cosa estaba en marcha. Así que le dije a Jesús estoy de parto y me levanté. Al ponerme de pie, ya me dió una contracción fortísima que anunciaba que el nuevo miembro de la familia -miembra, en este caso, que diría doña Bibiana- tenía prisa por llegar. Así que me lavé los dientes y poco más, me eché un vestido encima, pillamos la maleta que estaba hecha y salimos pitando; en total, no más de diez minutos. Mientras Jesús sacaba el coche del garage, me vino otra contracción que casi me parte en dos, literalmente; una Marta y otra yo. Aunque hace veintiocho años no se formaban los atascos de ahora en la carretera de La Coruña, el tráfico a esa hora iba cargadito y era imposible pasar, como mucho, de cuarenta. Desde que me subí al coche, el dolor fué en aumento y ya no era intermitente, aquello no había quien lo parara ni cerrando las piernas. Así que, cuando noté los dolores de expulsión, eché el asiento para atrás y me dispuse a lo que tenía que pasar. Mi marido, horrorizado, conducía sin quererme mirar. -Jesús, ¡aaay! ¡qué está naciendo! -Que no, mujer, que esto no es así. Que estos son los dolores de encajamiento. -¡Jesús! ¡que ha nacido! Marta fue un bebé que nació con el gorro puesto y perdonad la manera de señalar. Con la cabeza fuera y el resto del cuerpo dentro, lloraba como un becerro. Yo iba medio tumbada, con el asiento reclinado, y en el fondo aliviada como podrá entender cualquiera que haya dado a luz a puro pelo, que las chicas de ahora no saben lo que vale un peine. En esto, la niña dejó de llorar y entonces la que lloré fui yo. -¡Jesús, que se ha muerto! Instintivamente tiré de ella con mis propias manos y la saqué. Volvió a llorar. Yo la tenía cogida por el vientre y entre sus piernecitas abiertas vi que colgaba algo. Jesús seguía sin mirar. -¡Es un niño! Entonces, puse al supuesto niño sobre mis piernas y me relajé. Teníamos que cruzar todo Madrid para ir a la clínica que estaba por Arturo Soria; yo,en mi inconsciencia, pensaba que ya había pasado todo, que no había prisa aunque estaba sangrando como un cerdo en la matanza y el niño en cuestión seguía unido a mí por el cordón umbilical. -Vámonos a la Clínica Belén. Afortunadamente, mi marido tuvo más sentido común que yo y se acordó de la Clínica Nuevo Parque, que la teníamos mucho más cerca y allí se dirigió, metiéndose a toda velocidad por dirección prohibida, en una calle con casas militares, cuyos escoltas se echaron la metralleta a la cara al ver aquel coche que parecía huir de la policía. En la puerta de la clínica me cortaron el cordón y se llevaron al niño. A mí me metieron a puñados en una camilla que sacaron a la calle. Ni que decir tiene que Jesús tuvo que pagar su peso en oro para que le lavaran el coche y los del lavado mantuvieran la boca cerrada y no le denunciaran. -¡Enhorabuena, señor! Ha tenido usted una niña preciosa, que ha pesado tres kilos cuatrocientos. Su señora está muy bien. -¡No es verdad! ¡Mi mujer le ha visto y es un niño! Costó convencerle de que lo que yo había visto entra las piernas de la niña, con la nebulosa de las lágrimas y los sudores y en el difícil escorzo en el que me encontraba, era un trocito del cordón. Pero la verdad es que no había duda de que era su hija. De nuestros cuatro hijos es la única que se parece a él. Era septiembre, como digo; y mi madre todavía estaba en Sigüenza. Pero al salir de casa habíamos llamado a mi padre y a mi suegra para decirles que nos íbamos a la Clínica Belén. Y allí que se fueron los dos a esperarnos. Hoy Marta es un pedazo de mujer guapa, lista y buena gente donde las haya; que ha encontrado su vocación en la investigación científica y está aportando muchas cosas al estudio de la esclerosis múltiple. Que está llena de contradicciones como su madre; es perfeccionista y caótica, dura y tierna a la vez. Que quiere ser feliz y no se conforma con ir tirando. Que está llena de miedos y al mismo tiempo se come el mundo. Que está llena de dudas y casi vacía de certezas. Que es crítica, que no pasa una, que es de izquierdas pero jamás militará porque no quiere perder su sentido crítico y su independencia. Marta es mucha Marta. Tenía diez años cuando tomé la dolorosa decisión que tomé y la familia se partió en dos. Por un lado su padre, Jesús y Ana. Por otro Marta, Jaime y yo. Separados sólo en el espacio, porque en todo lo demás siempre hemos estado unidos. Pero nosotros tres empezamos de cero, con una mano delante y otra detrás y pasando muchas penalidades de las que no sé si ella era consciente. Al cabo de año y medio nos dejó Jaime, sólo cinco días antes de cumplir Marta doce; tanto es así, que teníamos su fiesta de cumpleaños preparada y aquel sábado terrible llegaron a casa algunas niñas, sin saberlo, con un regalo en la mano. Y nos quedamos solas. Recuerdo una noche en que estábamos en el sofá delante de la tele, mirándola sin ver; entre las dos quedaba un hueco vacío; de repente nos volvimos una hacia la otra y, sin decir palabra, rompimos a llorar al mismo tiempo. Pasamos muchas peripecias juntas. Por cómo teníamos la vida organizada, ella ha sido la que ha vivido más de cerca todas mis historias, todos mis altibajos, todas mis caídas y todas mis luchas. El cambio de casa y de vida. Irnos de la urba de Majadahonda al piso de Usera. Ella, con veinte años, fue la que le exigió al casero cuando vinimos, yo no estaba para nada, todo me parecía bien. Nos tiene que pintar toda la casa y ponernos más muebles en la cocina, le dijo. Cuando se fue a vivir con Alfon, la casa se quedó en silencio. Ya no nos peleábamos por su desorden. Pero tampoco hablábamos, yo llegaba a casa y no había nadie. A Alfon le quiero mucho y quiero que sepan quererse. Marta se ha hecho mayor y yo más, mucho más. Felicidades, mi niña. Aquel día de hace veintiocho años, en el coche, viniste al mundo, ¡menudas prisas!. Sigue siendo como eres. Ya entonces eras irrepetible. Y es estupendo que exista SOMEONE LIKE YOU