pedazos de la vida en cualquier sitio.
Ya no sé dónde puse mi pasado
en el que se forjó la que ahora soy.
Mi cerebro, en legítima defensa,
ha borrado momentos que sé que sucedieron
y que eran importantes porque en ellos se basa
todo lo que más tarde sucedió.
Pero solo me quedan
unos cuantos recuerdos inconexos,
como hojas caídas de las ramas desnudas
del árbol de mi vida.
He perdido un sinfín de amigos queridísimos,
unos porque murieron sin permiso,
otros porque… no sé, he olvidado por qué.
Tal vez les ofendí con algo imperdonable.
Cierto es que tengo otros que antes no tenía
y que sé que me quieren y los quiero
y agradezco al destino haberlos encontrado,
pero nadie suplanta a los que ya no están.
He perdido palabras que nunca pronuncié
por miedo a que chocaran contra un muro
y volvieran a mí, igual que un boomerang,
a golpearme allí donde más duele.
He perdido las lágrimas que sanan,
he perdido tequieros y besos y pasiones,
he perdido el deseo de esconder en un cuerpo
esta cruel soledad, tanto y tanto dolor.