martes, 20 de noviembre de 2018

MIEDO

Se reflejó el terror en tus pupilas
como si en tus espaldas
se hubiera desplomado todo el peso del mundo
cuando yo osé decir lo que te dije.
Debí haberme quedado con la boca cerrada,
pero tengo una edad
que ya me dan vergüenza pocas cosas
y menos que ninguna, enamorarme.
Parecías rezar a ese improbable dios
al que deben rezar los condenados,
el despiadado dios de los ateos.

Si es el miedo a sentir lo que te aleja,
puedes estar tranquilo, que no intento matarte.
Refúgiate de nuevo en el silencio,
escóndete en la paz de la rutina
e ignora mi existencia. Solo te pediría
que nunca te arrepientas de aquel beso
ni lo arrojes al saco del olvido.

Puedes estar tranquilo, que no es a ti a quien amo,
sino al que yo soñé y puse tu nombre.

sábado, 17 de noviembre de 2018

EL BESO

No fue una evocación
de ningún otro beso del pasado
ni de ningún amor de adolescencia
en un cine de barrio.

Yo te besaba a ti, al hombre que ahora eres,
con tu historia completa,
con tu edad y tu voz, tu mirada y tu rostro,
el que tienes ahora, el que yo he conocido.
Yo besaba
un jodido imposible.

Te besaba mi lengua de ahora mismo,
lo que queda de mí, si vale algo.
No era la de entonces, te besaba
con todas mis derrotas licuadas en tu boca.

Y sí, me hubiera ido
por cualquier carretera secundaria
a perder los papeles en cualquier bar de pueblo,
a escondernos en un motel oscuro
donde te habría dado mis completas edades
como si todavía fuera joven,
como si aún mi cuerpo fuera hermoso.

Nos dijimos adiós, hasta mañana,
sabiendo que "mañana" es un concepto ambiguo
-va para cinco meses de aquella despedida-.
Luego quedó en mi boca un regusto salado
de saliva y de lágrimas.

martes, 13 de noviembre de 2018

MOMENTOS

Aquel silencio, amor, aquel silencio,
el que nos envolvió mirando al valle
en un atardecer del Alto Tajo
y que por no romperlo ni siquiera
decíamos te quiero.
Y ni nos dimos cuenta de que el frío
empezaba a atacarnos por la espalda.

Esas calles de piedra inverosímiles
bajo la luna llena, allí en Medinaceli,
donde apenas cabía nuestro abrazo,
escenario del beso que, guardado
durante treinta años, nos llenó de humedad
el tiempo y el espacio.

Y las noches sin luna de Sigüenza
en las que las que no cabían más estrellas
y nosotros buscábamos a Orión, a Casiopea,
a la Estrella Polar, a las dos Osas;
tumbados en el suelo huíamos del mundo
entre las luces de la Vía Láctea.

Me viene a la memoria una bola de fuego
que cegaba mis ojos
mientras se sumergía muy despacio
en el mar espectral de Cabo Home
en la hora más mágica; y yo solo quería
que todos los relojes se pararan.

Noviembre derramando sus colores
sin nombre en Wheaton Park,
el espejo del lago repetía los rojos,
los ocres, los naranjas y amarillos
y yo lloraba sin venir a cuento
por todos los dolores de mi historia.

Momentos que viví y ahora recuerdo
tras los cristales de mi habitación,
mientras fumo y escucho a Billie Holiday
y miro ensimismada la luz del bar de enfrente
como si fuera ahora y aún estuviera viva.

A DESTIEMPO

Apareces ahora, cuando ya este camino
se acerca sin remedio al último recodo,
cuando solo nos quedan los recuerdos
de lo que hemos vivido cada uno en su mundo.

No compartimos juntos el rumbo de la historia,
ni en las posguerras ni en las transiciones
ondeamos banderas semejantes,
no nos unió la cárcel ni los himnos
ni la derrota cruel ni la triste victoria;
habíamos nacido en trincheras opuestas
y yo llegué muy tarde a casi todo.

Tú no estabas entonces, cuando yo sucumbía,
cuando se abrió la tierra debajo de mis pies
aquel mes de septiembre del año de la Expo,
cuando me daba golpes de impotencia y de rabia
contra cualquier pared imperturbable.

Tú no estabas entonces y yo tampoco estaba
cuando toda la muerte se agazapó en tu cuerpo
y el miedo y la tristeza entraban en tus venas
en noches de hospital; tampoco eran mis besos
los que echabas de menos, ni mi mano en la tuya
tirando de la vida contra todo pronóstico.

Yo no tuve tu abrazo para que me abrigara
en mis noches heladas ni mi cuerpo recuerda
la huella de tus dedos arrancando gemidos
ni tu lengua lamiendo mis heridas antiguas.

No hay nada en la memoria que nos una;
ni una canción ni un beso ni un paisaje
ni los juegos de niños ni las noches
de amor enfebrecido de nuestros cuerpos jóvenes.

No hay nada que nos una en el pasado
y el futuro, ya ves, se nos escapa.