domingo, 16 de diciembre de 2018

LOS ÚLTIMOS VERSOS

Por las arrugas de mi voz
se filtra la desolación
de saber que estos son los últimos versos que te escribo.
(Joaquín Sabina)
No sé si esto es amor o es una enfermedad,
si es una hermosa forma de locura,
si es un ingenuo truco, una forma infantil
de mentirme a mí misma
fingiendo que en mi vida estás presente,
una absurda entelequia
que me ayuda a creer que no estoy sola,
igual que si colgara en la percha del baño
un albornoz de hombre que engañe a las visitas.

Y a mí qué más me da cómo se llame
si el efecto es el mismo,
si te pienso, te invoco, te deseo
cuando escucho en la radio los desastres que ocurren,
cuando voy por el pan
y cuando hago la lista de la compra,
si a diario me arreglo como si fuera a verte,
si te encuentro en las notas y en los versos
de la canción más dulce, si un poema
puede abrirme una herida en el costado,
si miro los más bellos colores de la tarde
como si tú estuvieras y en voz alta
te pido que los mires con mis ojos, 
que los mires conmigo.

Pero habrá que aceptar cómo es la cosa,
que me he abierto en canal mi corazón cansado,
me he mostrado desnuda y vulnerable,
me he jugado la boca y he perdido.

sábado, 8 de diciembre de 2018

EL PRETIL

Asomada al pretil sobre el vadillo
—ese mismo pretil donde nos separamos
después de aquella noche que tú sabes—
contemplo las siluetas de los chopos desnudos
las copas de los pinos como una alfombra verde
y se llenan mis ojos de pasado.

La tormenta furiosa que de pronto
nos sorprendió abrazados
y convirtió la tierra rojiza del camino
en un río de sangre.
El pantalón aquel color naranja
que te gustaba tanto
se me pegaba al cuerpo. Y me besaste.
Tu camisa tan blanca y tus vaqueros
chorreaban igual que mi melena.
Recuerdo que los truenos rebotaban
entre los farallones y nosotros,
empapados y libres, nos reíamos.

Pero desde el pretil también vislumbro
jugando entre las rocas a unos niños
que podría ser yo con mis hermanos
o tal vez son mis hijos o mis nietos.
Y a mi madre de joven —¡tan hermosa!—
sus paseos feliz entre los pinos,
independiente y fuerte,
y más tarde, ya anciana, de mi brazo,
con sus pasitos cortos mirándose los pies
y sus ojos cuajados de memoria.

He comprado en la plaza margaritas
que he dejado en la tumba de mis muertos,
por ellos y por todos los amigos,
por todos los amores
que ya nunca me encuentro por los bares.

lunes, 3 de diciembre de 2018

LA AVISPA

Hay un dolor pequeño que me ronda
como ronda una avispa; yo procuro
hacer como si nada, como si no estuviese
zumbando alrededor de mi cabeza
—dicen que lo mejor es ignorarlas—.

No es un dolor muy fuerte,
—esos los reconozco desde lejos—,
pero sí machacón, perseverante,
apenas un pinchazo, una punzada
diminuta, la sombra de un recuerdo
que sin querer me lleva 
a tu boca, a tu nombre, a tu voz, a tu imagen.

Pero cierro los ojos un segundo,
le doy un manotazo al aire, miro el móvil,
enciendo una vez más
el último cigarro de la tarde.

No sé cómo matarla
sin despertar su ira; tengo miedo
de una reacción furiosa
que me clave hasta el fondo
el maldito aguijón que dejó a medias.