sábado, 8 de diciembre de 2018

EL PRETIL

Asomada al pretil sobre el vadillo
—ese mismo pretil donde nos separamos
después de aquella noche que tú sabes—
contemplo las siluetas de los chopos desnudos
las copas de los pinos como una alfombra verde
y se llenan mis ojos de pasado.

La tormenta furiosa que de pronto
nos sorprendió abrazados
y convirtió la tierra rojiza del camino
en un río de sangre.
El pantalón aquel color naranja
que te gustaba tanto
se me pegaba al cuerpo. Y me besaste.
Tu camisa tan blanca y tus vaqueros
chorreaban igual que mi melena.
Recuerdo que los truenos rebotaban
entre los farallones y nosotros,
empapados y libres, nos reíamos.

Pero desde el pretil también vislumbro
jugando entre las rocas a unos niños
que podría ser yo con mis hermanos
o tal vez son mis hijos o mis nietos.
Y a mi madre de joven —¡tan hermosa!—
sus paseos feliz entre los pinos,
independiente y fuerte,
y más tarde, ya anciana, de mi brazo,
con sus pasitos cortos mirándose los pies
y sus ojos cuajados de memoria.

He comprado en la plaza margaritas
que he dejado en la tumba de mis muertos,
por ellos y por todos los amigos,
por todos los amores
que ya nunca me encuentro por los bares.