martes, 17 de diciembre de 2019

AQUELLAS NOCHES

A veces adivino en otros labios
el rastro de tus besos,
viejas complicidades
que vienen de otro tiempo
en el que yo no estaba.

Y me asalta el recuerdo de mis noches
-mis larguísimas noches
de copas y guitarras
y sapos cancioneros-
cuando de amanecida,
casi naciendo el día entre los montes,
volvía a enamorarme
para siempre. La boca
se me quedaba seca
de tabaco y canciones,
y me bebía el agua de otra boca.

Eran noches hermosas
que vienen de otro tiempo
en el que tú no estabas.

ESE VICIO, ESE VICIO

En el silencio helado,
en la quietud del aire
me asaltan las preguntas.
Cuando ha pasado todo
miro cómo esta vida
plagada de sorpresas
se llevó por delante
todo lo previsible
y nada sucedió como esperaba.

Y la recta final
que se extiende ante mí
tan cuesta arriba,
ya no tiene sentido.

Es vivir por vivir, sin más empeño.
Sobrevivir apenas
como una obligación, pasar los días
uno detrás de otro
sin distinguir el lunes del domingo,
procurar no pasarme con los gastos
para seguir así, sobreviviendo
en la nada infinita.

Nada se rompería con mi ausencia,
a nadie ya le soy indispensable,
ni siquiera a mí misma.
No compensa la lucha
cuando ya nada espero.

Y no me estoy quejando, nadie piense
que es una depresión o esas milongas.
Solo dejo constancia
de una realidad irrebatible.

Me quisiera engañar y hablar de planes,
de que haré un gran viaje por islas con palmeras,
de que veré la aurora boreal
o de que bailaré un tango por la Boca...

Pero hay algunas noches 
que a mi pesar estoy jodidamente lúcida
y no puedo engañarme ni a base de gintonic.

Para qué escribir versos
que no importan a nadie,
para qué cocinar y comer sola,
para qué hacer la cama y dormir sola,
para qué esa pastilla contra el colesterol
que lo mantiene a raya, como a mí,
en los malditos límites marcados.

Por eso pido a todos
los que tanto me quieren
y dicen ese vicio, ay ese vicio…
tú te vas a morir un día de estos...

Dejadme en paz que fume.
Dejadme. Que mi vida se haga humo.