A veces adivino en otros labios
el rastro de tus besos,
viejas complicidades
que vienen de otro tiempo
en el que yo no estaba.
Y me asalta el recuerdo de mis noches
-mis larguísimas noches
de copas y guitarras
y sapos cancioneros-
cuando de amanecida,
casi naciendo el día entre los montes,
volvía a enamorarme
para siempre. La boca
se me quedaba seca
de tabaco y canciones,
y me bebía el agua de otra boca.
Eran noches hermosas
que vienen de otro tiempo
en el que tú no estabas.