lunes, 27 de agosto de 2018

CUANDO LO PIENSO

Cuando pienso lo poco que me queda
—quiero decir, de vida que merezca tal nombre—
antes de que me invada una decrepitud definitiva
si la muerte no viene a remediarlo,
cuando lo pienso, digo, me reafirmo
en que no me interesa casi nada.

Diréis que soy un monstruo de egoísmo,
pero es que ya no creo en causas imposibles,
me hastían casi todos los discursos
y me importan un bledo las banderas
y las luchas estériles cargadas de soflamas
tan falsas y mezquinas. Solo quiero
ver crecer a mis nietos,
perderme entre las líneas de algún libro,
tomarme un par de copas con amigos
y, si fuera posible,
pasar contigo algunos buenos ratos
engañando a los años con las manos cogidas,
decir que nos querremos para siempre
—ahora que “para siempre” es un plazo tan corto—,
dejando las maletas olvidadas,
como si nada hubiera sucedido,
como si todo comenzara ahora.

miércoles, 22 de agosto de 2018

CONFÍA EN MÍ

Amor, confía en mí, yo te prometo
que no moveré un dedo para verle,
que no le llamaré, que ni siquiera
responderé si llama y borraré
su nombre del teléfono,
desviaré mi mirada de sus ojos,
taparé mis oídos a cantos de sirenas,
me cruzaré de acera si de lejos
adivino sus pasos acercándose,
me mudaré de barrio o de planeta
con tal de no encontrarle. Te prometo
que te voy a ser fiel toda la vida.

Pero lo que no puedo prometerte,
porque no está en mi mano,
es que no me reviente algo por dentro
y muera sin poder dejar de amarle.

HUIDA

Huyo de mí y de ti, de tu recuerdo
hacia lugares donde tú no existes
ni tu nombre está escrito
en una roca a punta de navaja.

Contemplo desde fuera las cumbres infinitas
coronadas de nieve inverosímil,
la espesura del bosque, la fragancia,
el verde innumerable y el silencio
que atruena en la memoria de un instante
vivido contra el mundo. Lo contemplo
como quien mira un cuadro en un museo.

Y te vuelvo a pensar, como si alguna vez
hubieras compartido conmigo esta belleza
cuando lo cierto es que solo te conozco
de bares de Madrid con luces indecisas
y murmullos de voces y de música,
cigarros en la calle y algún beso
que no va a ningún sitio.

En resumidas cuentas,
un amor que no sirve para nada,
salvo para saber
que contra toda lógica estoy viva.

miércoles, 1 de agosto de 2018

LA CITA

Llevaba dos semanas de dieta hipocalórica
y cien abdominales cada día;
se compró un modelazo
discreto e insinuante al mismo tiempo;
y cremas milagrosas que, según le vendieron,
dejarían su piel como la seda;
planchaban las arrugas, recobraban
la luz que hubo algún día en sus mejillas
y una mascarilla que, al quitarla,
se llevaba detrás todas las penas.

En la peluquería
le quitaron las canas y pintaron
unos rayos de sol en su flequillo
—en total, cuatro horas de tormento
y un enorme mordisco en su tarjeta—.

Tras una ampolla mágica de belleza instantánea
se maquilló con mimo, sin pasarse,
se puso un pintalabios resistente a los besos
separó sus pestañas una a una
y una sombra de ojos
como el cielo en un día de tormenta.

Renovó lencería por si acaso,
se hizo la pedicura
y se pintó las uñas de los pies
de color amapola. Y faltaba el perfume:
tenía que ser fresco, natural como el aire
después de haber llovido entre las jaras
y a la vez duradero.

El mensaje decía —Hoy no va a poder ser.
Me ha surgido una cena
con el mejor cliente de mi vida.
Cena de matrimonios,
sabes cómo funcionan estas cosas.

Un rojo corazón y el emoji del beso.