viernes, 21 de abril de 2017

GRACIAS A LA VIDA


Gracias a la vida,
que me ha dado tanto.
(Violeta Parra)

Hoy quiero dar mil gracias
por mi casa pequeña, inundada de luz,
por tener estos hijos, 
tal como son y no de otra manera,
por todos los amigos que acompañan
mis horas de dolor y lo iluminan.

Porque hubo algunos hombres que me amaron
-¡Ay, el modo de amar de algunos hombres!-
y creí ser feliz, tal vez lo fuese
a juzgar por lo mucho
que los eché de menos.

Porque también la vida
me ha dado la ocasión de cambiar mis esquemas,
aquellos que mamé,
de ver otra verdad y otra memoria
y de poder vibrar con las vidas de otros.

Y, sobre todo,
por ser capaz aún de apreciar todo eso,
porque mi corazón absorba cada instante
de gozo, de tristeza, de injusticia,
y ría y llore y grite
según soplen los vientos.

Y porque sigo aquí, contra pronóstico.

jueves, 20 de abril de 2017

ESAS LÁGRIMAS

Ese momento dulce de la noche,
cuando muerta de pena y de cansancio
una cae en la cama y se sumerge
en una ensoñación repetitiva:
¡Ay, si no amaneciera!

Pero de nuevo entra la luz por la ventana,
hay que empezar un día
y salir a la vida con el cuerpo doblado,
tomarse un analgésico
y tragarse las ganas de llorar.

Esas lágrimas tontas que se escapan
tan solo con el roce del aire matutino
o con cualquier noticia de la radio.
Esas malditas lágrimas que tienen vida propia
y se resisten a pudrirse dentro.


lunes, 17 de abril de 2017

LA VIDA

Al salir me emborracha
el aroma dulzón de las acacias
-pan y quesillo, llamábamos de niños
a esas flores de olor empalagoso-
y la infancia regresa unos instantes.
Los árboles del parque ya han perdido sus flores,
una alfombra de pétalos ha cubierto la hierba
y en el cielo aparecen
algunas pinceladas de un rojo inverosímil.

Por lo visto, mañana
se jugará un partido importantísimo
y los americanos han tirado
una bomba magnífica
que mata limpiamente
a cientos de personas de un plumazo.

Es la vida que sigue, indiferente
a lo que pasa en esa habitación,
la ciento trece.

Yo volveré mañana, 
porque no se me ocurre
nada mejor que hacer que estar contigo.

martes, 4 de abril de 2017

CEGUERA

Esa expresión de miedo en tus pupilas,
esa perplejidad
que asoma entre tus labios,
esa ceguera -qué me está pasando-
para reconocer el rostro que se acerca.
Tú siempre fuiste un niño
y los niños no piensan en la muerte.

Y yo aquí tan inútil, sin encontrar palabras,
sin poder ofrecerte un clavo ardiendo,
y yo tan impotente
sin dar explicación a tus preguntas,
jugando a echar balones
fuera de los tres palos.

Y yo aquí tan absurda
como un pobre payaso en un entierro.

LA MISMA MUJER

Conocí a una mujer
que solía vivir entre palabras.
Con frecuencia
se encontraba a sí misma en los versos de otros
que escondían
una emoción idéntica a la suya;
entonces comprendía que no estaba tan sola
y nacía un poema de amor o de fracaso
o de los que pretenden denunciar la injusticia,
que quizá alguien leía y se cerraba el círculo.

No era una mujer triste, mas la vida
la había golpeado con dureza
-más que a algunos y menos que a muchísimos-
y ella enseñaba al mundo
sus heridas sangrantes
y algunas cicatrices poco estéticas.

Sin embargo la noche le borraba
a esa mujer el rictus de amargura;
cuando el cielo lucía su vestido de sangre
volvía a renacer de sus cenizas.
dos gintonics más tarde no existía el reloj;
el llanto de metal de un saxofon,
el bronco rasguear de un contrabajo,
la mirada sin luz de un tal Ray Charles
cantando What'd I say para ella sola
lograban el prodigio.
Estrenaba de nuevo la risa y los abrazos,
la charla y los amigos,
las ganas de vivir y ese deseo
un punto inconfesable.
Volvía a ser mujer en carne viva.

Esa mujer ahora está enterrada
bajo una espesa capa de dolor,
de miedo, de impotencia,
de inmensa compasión y desaliento.

Sus amigos le dicen que debe protegerse,
racionar la tristeza, al fin y al cabo
ya no es problema suyo,
como si una firma ante notario
pudiera transformar la realidad.
No pueden entender que esa mujer
nunca supo vivir de otra manera
y que la intensidad que derrochaba
las noches de gintonics, de charlas y de besos
es la misma que ahora la sostiene.