lunes, 26 de noviembre de 2007

MASOQUISMO

El sábado me tocó trabajar, bueno no exactamente. Me tocaba estar en la oficina perdiendo el tiempo o ganándolo, no sé, y la mañana transcurrió lenta y perezosa. Me llevé un libro para leer pero no leí una sola línea y me compré el periódico pero no lo abrí. Tenia una desgana tristona y apática y, al mismo tiempo, una emotividad absurda y fuera de lugar que en cuanto bajaba la guardia, hacía que se me acumularan demasiadas cosas a la altura del estómago y se me agolparan las lágrimas. Me lo voy a tener que mirar.

Paseé por la blogosfera buscando yo qué se qué, seguramente compañía. Aprender de la sabiduría escéptica de Aguamarga, informarme con el seguimiento de la vida que hace Deyanira y acompañarla en su dolor y su rabia. Me he acordado de ella con la decepción que me ha producido el Juez Gómez Bermúdez por lo que le toca en las ganancias -gananciales- que va a reportar el vergonzoso libro de su mujer. No lo he leído ni pienso, pero me da igual. Me parece una impudicia que sea ella y en este momento preciso la que publique ese libro. Ojalá no venda ni un puto ejemplar, pero no caerá esa breva. ¿Hasta qué punto se ha perdido la vergüenza?

Relajarme con la suavidad de Sherpa e identificarme con la visión realista de las cosas que tiene Ybrim. Animarme con el buen rollo de Gary y reírme y asombrarme con el ingenio y la gracia repajolera de Elefancia.

Pero a todos menos a Gary os encontré detenidos en el tiempo. Luego Elefancia nos dió la gran noticia y Deyanira nos ha transcrito un artículo sobre la politización de las víctimas. Siete manifas de la AVT, siete. Ni un grito contra ETA, todos contra ZP. Ya es que me canso de repetir lo obvio. Todo el mundo sabe, y ellos más que nadie que esto es artificial. En la legislatura que menos víctimas y más detenciones ha habido, es cuando se hacen más manifestaciones. Si matan, mal. Si no matan también mal porque el gobierno pacta. Ya no me producen ni siquiera indignación, sólo un hastío infinito ¿A qué viene esto ahora? Es todo tan evidente...

Por alguna razón que se me escapa, la blogosfera languidece; Gary nos pone unos videos preciosos de una actuación de su banda que ha ganado un premio y sin embargo su post obtiene un eco escaso; Elefancia nos cuenta que ha sido tía y, en un grito de júbilo, prolonga hasta el infinito la última vocal de su nueva condición, pero no encuentro las felicitaciones y las enhorabuenas de sus incondicionales. Lo que digo, el corazón colectivo está perdiendo latido; quizá es que ha llegado el momento de volvernos cada uno hacia nuestro propio disco duro, en un ejercicio de onanismo. Yo no sé el vuestro, pero el mío, mi disco duro, no me dice ni oste ni moste; le dá lo mismo que hable del Rey o de Chavez, de ZP o de Ansar; de amor, de política, de soledad, de penas o de dichas. Se limita a guardar todo en una carpeta que se llama "cosas mías", pero ni siente ni padece. Tiene la ventaja, eso sí, de que no me juzga ni cuenta nada a nadie, por lo que me puedo permitir el lujo de largar más libremente, de llamar al pan, pan y al vino, vino, y de poner nombre y apellidos a mis emociones, a las buenas y a las malas. Pero eso ¿para qué sirve? Hace mucho tiempo que perdí aquel diario de piel verde que escribía de pequeña; además, creo que siempre abrigué la esperanza de que alguien rompiera el candado. Esto es una ventana abierta, pero no al campo sino a un patio de vecinos y si los vecinos cerramos las persianas y no nos hacemos caso, a ver a quién le vamos a pedir la sal o el perejil, cuando nos haga falta darle un poco de gracia al guiso cotidiano de la vida.

Así que yo aquí sigo. Seguramente tengo algo de masoquista y, como con la cafetera de Carelman, vierto sobre mi propia mano el café hirviendo. Quizá algún vecino guarde en su botiquín una pomada milagrosa.

viernes, 23 de noviembre de 2007

¿POR QUÉ NOS QUEREMOS?

Muchas veces me pregunto cuáles son las claves que determinan por qué queremos a algunas personas y otras pasan por nuestra vida sin rompernos ni mancharnos y esta es la fecha en que no he encontrado una respuesta. No depende de ningún factor adquirido, como puedan ser las vivencias en común o el hecho de compartir tal o cual ideología. No depende de la antigüedad en la relación ni siquiera de la frecuencia. Es algo inconcreto de uno mismo que algunas veces vemos repetido en otra mirada. Y cuando se da esa extraña conjunción, cuando encontramos una de esas pupilas en las que nos vemos vivos -Sabina dixit- nos quedamos enganchados para siempre.

Ocurre sin embargo que, como estamos hechos de materiales emocionales -y físicos- muy diversos, las carencias a veces se confunden o se mezclan y nuestro reflejo en el otro también se hace un lío; entonces corremos el riesgo de intentar llenar un vacío con la materia equivocada. Vamos, que igual aplicamos al corazón el tratamiento indicado para el bajo vientre o viceversa. Por eso lo mejor es encontrar un medicamento de amplio espectro que alivie al mismo tiempo las dolencias del cuerpo y las del alma.

Pero no me quería centrar en las relaciones de pareja -no sé en qué estaría yo pensando- sino que me preguntaba por qué determinadas personas, sean del sexo que sean, con las que en algún momento tuvimos una relación incluso estrecha, se pierden en el abismo de la memoria y en cambio otras con las que a lo mejor sólo hemos tenido un trato aparentemente superficial, se quedan grabadas a fuego en nuestro recuerdo. Yo creo que es porque alguna vez se dió un instante mágico en el que nos vimos reflejados en sus ojos. Quizá entonces mirásemos para otro lado, pero algo nos dijo que en esa mirada fugaz había mucha tela que cortar.

También puede ocurrir que ambos intuyeran la cantidad de metros de tela que tenían para cortar entre los dos, pero la vida se encargara de que nunca la cortasen juntos; y eso es fatal. El Flaco nos tiene dicho que los besos que no damos nos calan hasta los huesos y, lo que es peor, se nos instala para siempre una nube de arena dentro del corazón.

martes, 20 de noviembre de 2007

GÉLIDO LUNES

Parece que esto va en serio. Ayer por la noche les crecieron barbas de hielo a los leones de la Cibeles y se les ha puesto una cara muy triste. Los otros, los del Congreso, son más aguerridos y más fieros -algo se les ha debido pegar de sus señorías- pero estos nos dan la patita como dos perrillos viejos y caseros y parece que están hartos de pasar calamidades en su eterna travesía de piedra. El cielo era del mismo color que el Palacio de Correos, y a través de los ojos de la Puerta de Alcalá sólo se veía un fondo monocromo en gris plomizo. El domingo todavía reinaba en el ambiente una policromía de contrastes, con un cielo azul limpísimo enmarcando los árboles pintados de amarillo pero ayer, por si el día no tuviera suficiente, ya de por sí, con su condición de lunes, se nos echó encima un Madrid húmedo y frío, en blanco y negro como un reportaje del NO-DO. Un amenazador presagio del interminable invierno.

Sin embargo los semáforos de la Castellana estaban de buen rollo y me enseñaban una sonrisa redonda y verde. Pensé que tenían razón, que hacían bien en resistirse a la tristeza y que, a pesar de todo, la primavera es posible. No voy a decir eso de que volverá a reír, aunque estaría muy bien traído siendo hoy el día que es. ¡Ay zeñó y qué frío han debido pasar estos chicos en mangas de camisa -azul, off course- caminando hasta Cuelgamuros con la corona de laurel a cuestas!

Yo, en cambio, calentita en mi casa haciendo un jersey a Marcos con las lanas que compré aquel día en la
mercería, ya va para dos meses. En un alarde de egoísmo, he decidido tomarme un receso de nietos, madre y demás andanzas y quedarme saboreando despacito una soledad cálida y silenciosa, confortable y placentera. Una soledad que no es soledad ni es nada. Es un tiempo para pensar a ritmo lento, viendo llover por la ventana y sintiendo que soy afortunada.

Porque a veces la soledad no está tan sola.

domingo, 18 de noviembre de 2007

ANOCHECER

Ya no sonaba la voz de Norah Jones. Esta vez no fue un insolente sol el que como un ladrón entró por la ventana, sino que fue la noche la que entró a saco para ponerme delante de la realidad justo ahora, cuando más desprotegida estaba, despojada de defensas, inerme ante el tiempo infinito.

Estoy tan harta de que me digan eso de es que tú eres muy fuerte, estoy tan harta de ser tan fuerte que es un lujazo que alguien adivine mis miserias y poder quedarme en cueros vivos; con las debilidades a la intemperie y la fragilidad expuesta a cualquier viento. Y es curioso que sea en el entorno fugaz de lo ilusorio donde una pueda mostrar su parte más real, pero quizá también más escondida. Arrancarse las etiquetas que le han puesto los demás y que tal vez le obligan demasiado a enfundarse en el traje de dureza que le sienta tan bien, para no defraudar al respetable; al fin y al cabo, una tiene su prestigio.

Es tan gratificante cruzarse en el camino con quien poder permitirse el lujo de ser débil, quitarse las corazas y dejar que se aireen los puntos vulnerables...

Quité la mesa y eché a lavar el mantel de punto de cruz. La botella de vino estaba vacía y la casa también. La noche y la realidad me cayeron juntas encima; de golpe y porrazo.

jueves, 15 de noviembre de 2007

¡POR QUÉ NO TE CALLAS!

Pues confieso que a mí, en el primer momento también me hizo gracia esa salida tan castiza, como de bar de barrio, en la mejor tradición borbónica; pero eso no quita que haya sido una clamorosa metedura de la real gamba y un error diplomático monumental. Yo, perdonad mi ignorancia, pero desde que hace mucho tiempo dejé de creer en los magos de oriente, no sé muy bien para qué sirven los reyes; me parece una cosa antigua y poco funcional tal como están concebidos actualmente. Antes era otra cosa; eran reyes de verdad, que iban a la guerra a caballo y mandaban mucho; pero esto es un quiero y no puedo que no viene a cuento. Y tampoco sé muy bien por qué fueron dos mandamases a la famosa cumbre, si todos los demás paises se conforman con uno. ¿Es que somos los más chulos o qué? Si con nuestro ZP y su proverbial talante habíamos ido sobraos.

Y el pobre señor rey -que diría Chavez- que le tenemos muy tenso últimamente, con tanta quema de fotos, tanta caricatura del niño haciendo cosas feas y tanto Marichalar, pues saltó como un plebeyo cualquiera. Y todo porque ZP estaba defendiendo a Ansar, después de las veces que él ha ido por ahí poniéndo a parir a ZP en particular y al gobierno de su país en general sin que nadie le diga ¡por qué no te callas!

Y ahora encima se hacen amigos. Esto no es serio, oyes. Una cosa es rebajar la crispación y otra irse juntos de cañas. Por ahí no paso.

domingo, 11 de noviembre de 2007

CHARLAS, SILENCIOS, HUMO

La plaza de Cascorro en un sábado de otoño, vacía de los tenderetes del Rastro, es un lugar apacible y castizo donde pasear sin prisas y comerse unos caracoles charlando con Amadeo que, al mismo tiempo que nos enseña a mojar pan, nos recuerda que en la vida, a pesar de internet, la gente sigue riendo y llorando. Estas y otras cosas cuenta Amadeo a la clientela mientras vigila si se aplica a mojar pan convenientemente. La Cava Baja es un bullir de gentes inclasificables, todas con aire despreocupado como si no existieran los bancos, ni las hipotecas, ni los tipos de interés, ni la vejez, ni la política, ni el desamor. Parece que todo el mundo es moderadamente feliz, incluso muy feliz. Este puente de la Almudena los madrileños se han quedado aquí, para sacar el corazón al solecito de noviembre. Yo también tengo el alma predispuesta a recibir el calorcito que viene de fuera y a dejar salir el que me nace dentro. A ratos me duele la piel de tan sensible, con un dolor tan dulce que quizá sea una caricia. A ratos me siento tan importante que me creo que alguien ha colocado la cúpula de San Francisco el Grande recortándose contra el cielo sólo para que yo la mire.

Anochece muy temprano y las tardes son largas y lentas. Hay tiempo para hablar, para mirar hacia atrás sin nostalgia y revisar sin dolor el álbum de fotos de la vida. Y para compartir silencios descubriendo la poesía de Atahualpa Yupanqui, que me cuenta cómo la tarde arrejunta los cobres sobre los campos y cómo un jinete de sombras se lleva en ancas a esa misma tarde para vivir su romance sobre un poncho de misterio. Las letras mil veces escuchadas, suenan como nuevas en mis oídos y aunque nunca he tenido un alazán al que llorar me estremezco como si fuera mío, mientras fumo despacio jugando con el humo.

Y es que es una gran suerte que en otoño se caigan todas las hojas secas del corazón y escuchar cómo suenan al pisarlas. Es una gran suerte que se queden desnudas las ramas del alma, y en vez de morirse triste, hacer flores de las penas, como el aromo que nació en el rajón de una piedra.

Yo no sé si antes ya existía Amadeo, el de los caracoles y la filosofía, y la Cava Baja, y Atahualpa Yupanqui o si alguien los ha traído este otoño para que yo los vuelva a descubrir.

jueves, 8 de noviembre de 2007

ESPEJOS Y ESPEJISMOS

“HAY QUE BUSCAR CON LA ESPERANZA DE NO ENCONTRARLO TODO. HAY SIEMPRE QUE PARARSE A DOS JORNADAS DE LA FELICIDAD. HAY QUE TENDER AL INFINITO, ESTAR A PUNTO DE LLEGAR PERO NO LLEGAR NUNCA” (Aquilino Duque)

Hay días en que parece que se estrena la vida -ahora que el mundo está recién pintado- y ya no se recuerdan los malos recuerdos. Días en que el espejo me devuelve una imagen distinta de lo que soy, mucho más joven, mucho más guapa, mucho más feliz. Porque el espejo no es un espejo, sino un espejismo que todo lo transforma y lo embellece, que alisa la piel y borra las tristezas. Que enciende los ojos con un brillo cálido y hasta el despertador suena de otra manera.

Me pregunto qué será más verdad, si lo que me dice el espejo o lo que me enseña el espejismo. Me lo pregunto y no sé si me importa, porque estoy cansada de tanta realidad. Corro hacia un espejismo de sosiego donde cerrar los ojos y dejarme llevar, sabiendo que quizá se desvanezca cuando llegue.

A lo mejor es verdad que hay que quedarse a dos jornadas. No llegar nunca, nunca...Y así siempre tender al infinito. Infinito ¡Menuda palabra!

domingo, 4 de noviembre de 2007

NOVIEMBRE

Sigüenza en noviembre es un regalo. La alameda brilla con un sol acogedor y está muy elegante con sus galas de otoño. Los chopos se han vestido de amarillo intenso, los álamos han elegido un tono ocre y las hojas palmípedas de los castaños de indias están ribeteadas de color tabaco. Los árboles dejan caer sus ropas al suelo despacio, como los amantes. Estaba Sara con los niños. Marcos se columpiaba con sus pelos tiesos y Paloma presumía con su hermana en brazos. Almudena, toda de blanco, se parecía a un muñeco que yo tenía de pequeña que, no sé por qué, se llamaba Pedro.

Había mucha gente en el cementerio por eso de la fecha. Me gusta cuando está silencioso y vacío pero el día ha amanecido precioso y he venido con Almu. He llevado a Jaime unas flores blancas y redondas como merengues. Sé que él no está aquí, pero yo coloco las flores al lado de su nombre mientras me llega desde el pinar el susurro de un viento suave y, de vez en cuando, el graznido de un grajo. Hago como que me mira y me sonríe. A lo mejor me mira desde quién sabe dónde y a lo mejor sonríe de ver a su madre poniendo flores sobre una losa.
Almu y yo hemos dado un paseo por el pinar; asomadas al barranco, las dos nos hemos quedado calladas y eso es algo insólito tratándose de Almu que parlotea sin cesar. Me alegra ver cómo ha renacido mi amiga de sus propias cenizas y su capacidad para transmitirme su buen rollo y sus ganas de vivir. Entre la masa verde sobresalen algunas lucecitas amarillas, restos de hojas que aún quedan en lo más alto de los chopos y el cielo está pintado de un azul inverosímil, hasta un poco cursi. He pensado que la belleza hay que compartirla con quien se ama, que esta inmensidad verde salpicada de amarillo la abarcan mejor dos pares de ojos. Y una, que está mayor y ya no pide demasiado, se conforma con tener a quien echar de menos.

Luego, en los bares nos hemos encontrado a algunos conocidos; hay gente que parece que se siente en la obligación de decir alguna parida y casi sería mejor que no dijera nada, pero bueno, forma parte del programa...Los restaurantes estaban a tope y nos hemos sentado a comer cerca de las cuatro. Daba igual, no teníamos ninguna prisa y hemos comido despacio y disfrutando.

Anochece enseguida. Por la tarde hacía fresco y en Barbatona, el último sol, se escondía entre los pinos, lamía las copas redondas y se recogía en la fachada de la ermita. Daban ganas de abrazar a alguien pero, aunque quiero mucho a Almu que se estaba quedando frita en el coche, no es mi tipo. Así es la vida.

Hemos vuelto a Sigüenza persiguiendo unos jirones de nubes rosas, pero se nos han escapado.

jueves, 1 de noviembre de 2007

LA SENTENCIA

Hoy es el día de todos los santos, ese que la Iglesia dedica a las buenas personas anónimos que no figuran en el santoral porque el año no tiene suficientes días para todos. Hoy hace tres años, siete meses y veinte días que esa multitud sin nombre, aumentó en ciento noventa y dos personas con nombre y apellido. No soy creyente pero creo que todos nuestros seres queridos que se han ido viven y vivirán en nuestra memoria emocional. Viven y vivirán mientras les recordemos. Por eso me gusta poner nombre y rostro a los muertos; por eso hoy, que se ha conocido la sentencia, he visitado cada una de las fotos y de las biografías de esas ciento noventa y dos personas. He visto rostros jóvenes, maduros, sonrientes, serios, de hombres, de mujeres, de niños. He leído nombres españoles, dulces nombres latinos y otros imposibles, con muchas consonantes seguidas. Y árabes, también árabes, que el horror no se anduvo con distinciones. Entre ellos, Rodrigo, que ya es un poco nuestro, de todos los blogueros porque su madre nos lo ha acercado. Mi abrazo para ella en este día.

Escuché por la radio el resumen de la sentencia del juez Gómez Bermúdez. Y traté de meterme en la piel de cada padre y cada madre, de cada hijo, de esa chica recién casada, de la novia de ese rumano que estaba aquí, trabajando de albañil, aunque era titulado universitario en su país. Qué penalidades no habrá pasado para tomar esa decisión. Quise sufrir con ellos el escalofrío de enfrentarse a los rostros fríos, impasibles, inexpresivos, robóticos de los asesinos. Sé que nunca podrá haber una condena suficiente para compensar tanto dolor. Y que es muy delgada la línea que separa el deseo de justicia del ansia de venganza. El cuerpo nos pide lo peor para ellos. Pero en mi opinión el juez Gómez Bermúdez ha hecho un gran trabajo. No sé nada de derecho pero me ha parecido una sentencia minuciosa, razonada, estricta y fría. La absurda suma de miles de años que acumulan los autores materiales sólo es un símbolo. No podrán cumplir más de cuarenta años cada uno, una minucia en la inmensidad de las vidas que robaron, del dolor inacabable que causaron y es en estos casos cuando cobran sentido los principios abstractos -tan civilizados, tan políticamente correctos, tan democráticos- del no a la pena de muerte. Es la grandeza de renunciar a la venganza. ¿Reinsertar en donde? ¿En la sociedad que quieren destruir? Creo que el fanatismo no tiene reinserción posible. Nos brota un grito de las vísceras ¡que se pudran en la carcel!

Me resisto a caer en la tentación -muy fuerte, por cierto- de decir lo que pienso de los mentirosos, de los que llevan tres años, siete meses y veinte días envenenándonos la vida sin descanso. De los medios de comunicación in-mundos que no han tenido escrúpulos en sembrar la infamia con tal de vender periódicos y de aumentar los niveles de audiencia. De los cronistas-escritores que se han forrado vendiendo basura y envileciendo el noble oficio del escritor y del periodista. De los políticos que, conscientemente, han montado una estrategia artificial, basada en la mentira prefabricada, para recuperar el gobierno. Soy muy escéptica en cuanto a que esta sentencia sirva para callarlos. Seguirán envenenando porque es mentira que quieran saber la verdad. La verdad la saben desde el mismo día once de marzo de dos mil cuatro. Lo que quieren es envenenar, sembrar la duda. Ellos sabrán por qué, allá su conciencia, que ya se ve que no es muy exigente: les permite manipular el dolor. La sentencia no los va a callar, pero espero y deseo que los callen las urnas.

Hace un día precioso en esta mañana de todos los santos. Ojalá lo disfruten todas las víctimas y sus familias. Ojalá sientan el calorcito del abrazo de sus hijos, de sus padres, de sus novios, de sus mujeres, de sus maridos. Hoy y siempre.