en quién sabe qué ocultos escondrijos
repletos de papeles caducados
e imágenes borrosas que me miran
con los ojos miopes del olvido.
En mi casa ya no caben más cosas
ni prendas en mi armario:
mecheros por docenas
que a veces cobran vida independiente,
conspiran en el fondo de los bolsos
y acuerdan declarar huelga de fuego.
Pañuelos y fulares de todos los colores,
relojes despistados que ignoran el minuto
y aun el año en que viven,
zarandajas, pulseras, baratijas
y hasta un collar de perlas que me ahoga
y que enajenaré
y que enajenaré
cuando vengan mal dadas.
En el salón tengo unas siemprevivas
que empiezan a morirse de tristeza.
-vosotros, que sabéis lo que preciso
según el viento sople-
abrazos apretados o sutiles caricias
esbozadas apenas en mi mano,
sonrisas insolentes o miradas compinches
que sepan descubrir cualquier secreto.
Y regaladme, al fin, vuestra indulgencia
con las muchas miserias que me adornan,
por el uso y abuso de vuestra compañía,sin la que me declaro incompetente
para vivir un día tan siquiera.