sábado, 16 de noviembre de 2013

EL ESPEJO

Yo me pregunto todas las mañanas
quién será esa mujer que me contempla
desde el fondo más hondo del espejo.

Es más vieja que yo, mucho más fea
y tiene una mirada recelosa,
desconfiada, triste,
como si no quisiera vivir un día más;
como si ya tuviera todo hecho
y casi todo mal.

No sé cuándo ha llegado
ni cómo entró en mi casa,
pero, indudablemente, en un descuido
dejé la puerta abierta

Ahora no hay quien la eche, a la muy zorra.
Creedme, lo he intentado.

Me he comprado mil cremas antiarrugas
de esas que borran el escepticismo
e iluminan la tez
con un leve destello de esperanza.

Me he pintado los labios con un nuevo carmín
que dicen que conserva 
los besos para siempre. Tengo un rimmel
que oculta la tristeza y da realce
a los recuerdos dulces. 

Ahora desayuno unos yogures
cuyo anuncio promete
que mantienen en forma las quimeras
-amén de un vientre plano, por supuesto-.

Todo es inútil.
Esa bruja me espera, agazapada,
con su rictus cansado,
con su gesto de miedo, su desidia,
su cruda realidad incontestable,
allí, en lo más profundo del espejo.