tal vez porque la noche se les vino
encima y no encontraron
un taxi -o quizá dos-
y les acometió un violento ataque
de ternura en la lengua.
Tal vez porque las copas
o el frío o la tristeza,
tal vez porque era tarde
o demasiado pronto; agonizaba
la luz sobre el asfalto.
Tal vez porque la lluvia,
tal vez porque los besos
no miran el reloj
o porque estaban solos
en medio de la calle,
en medio de la vida.
Pero se equivocaron cuando sobre aquel beso
quisieron inventar la primavera.
La eterna primavera sin invierno.