lunes, 26 de abril de 2021

CARTA A UN HIJO DE 37 AÑOS

No sé si te ha crecido la edad por todo el cuerpo 
y volverás lleno de hombría y de reposo. 
(Paco García Marquina) 

Me cuesta imaginarte 
en un cuerpo de hombre, 
con voz grave de hombre, 
y ancha espalda de hombre, 
por mucho que se empeñe el calendario 
tú siempre serás niño, 
ese niño feliz y sonriente 
que me alegró la vida aquellos ocho años. 

Tendría que contarte 
que no soy la de entonces, 
que estoy cansada y sola 
y me duele este cuerpo derrotado; 
tus hermanos se fueron porque es así la vida, 
de alguna me separa un océano inmenso, 
tienen trabajos, sueños, hipotecas, 
estudios, hijos, hijas con novios y guitarras 
que son sobrinos tuyos 
aunque tú no los hayas visto nunca. 

Yo vivo en una casa pequeña y luminosa 
con tus fotos por todos los rincones, 
un tiesto de gardenias 
y algunas siemprevivas medio muertas; 
muchos libros y música para ahogar el silencio 
que cubre las paredes; cuadros, dibujos, cosas 
que no importan a nadie,
solo para mí tienen algún significado 
y no sé dónde irán cuando me vaya; 
la perra que me lleva de paseo 
y esta tristeza sólida y espesa 
que ya no logro disolver en lágrimas. 

Tengo miedo a los años que me quedan, 
viene un tiempo repleto de amenazas, 
de dolor y de pérdidas. Ya me quedan muy pocos 
amigos de los que te conocieron, 
algunos, muy queridos, han muerto y otros duermen 
en un lugar borroso de la infancia; 
la amistad es una flor que necesita 
calor y un riego suave y a menudo 
si no quiere morir de distancia y de olvido. 

Y en cuanto a los amores qué contarte, 
deja que te lo explique de hombre a hombre: 
lo de los años es tan deprimente 
que ahora me quieren mucho como hermanos 
los que antes me soñaban en su cama 
y hoy, en sus sueños húmedos, 
les acompaña alguna jovencita 
que te amaría a ti casi seguro. 
Eso ya se acabó; mi corazón 
se ha cansado de amar y de morirse 
un poco cada día, un poco cada noche. 

Hoy, cuando cumples treinta y siete años 
ya no sé cómo debo imaginarte, 
si como un niño alegre y chispeante 
o como un hombre joven aprendiendo a curtirse 
en esta cruel batalla que es la vida. 

Quisiera refugiarme en tu abrazo de hombre 
pero sin renunciar a esa risa de niño 
que aún alegra mis días, amor mío.