brillante, transparente, seductora,
pero también muy frágil,
con el más leve roce se hace añicos
y se derrama el vino de las complicidades.
Confidencias y risas y sueños imposibles
compartidos un día
que te soltó la lengua el segundo gintonic,
kilómetros, paisajes, madrugadas,
misteriosos sonidos de la noche
se vierten por el suelo de repente
y te quedas desnuda y vulnerable
en medio de la nada,
en mitad de un abismo de silencio.
Luego miras las fotos y no sabes
quién es, quién te acompaña
en esa luminosa atardecida,
ni tampoco con quién desayunaste
todavía en pijama.
Y piensas que esa copa
de cristal tan finísimo y tan frágil
no era tan importante,
lo que importa es el vino derramado.
Es mejor cualquier vaso de grueso y tosco vidrio
pero que no se quiebre con el más leve roce.