A mis amigas, que siempre adivinan el momento.
Cuando el dolor se cansa de doler
y el hartazgo está harto de estar harto
queda paralizado el lagrimal;
queda paralizado el lagrimal;
pero una voz amiga afloja con cuidado
el nudo que estrangula la garganta
y por alguna extraña reacción física
la pena coagulada
se licúa al contacto con el aire;
se abren las compuertas,
dulcemente la rabia se hace llanto
y disuelve la sangre
para que hoy tampoco llegue al río
y el amor nos redima
como siempre.