Suele llover apenas, mansamente,
y me voy empapando sin sentir
de una humedad ambigua
que casi siempre viene del pasado.
Las penas se derraman por el suelo;
yo voy pisando charcos de memoria
y me río a lo tonto.
Y también el asfalto
parece que se ríe. No hace frío.
Una siente que ama porque sí,
porque es de noche,
porque es de noche,
porque huele a verdad y a despedida.
Nunca aparece un taxi
cuando la noche ataca por la espalda.