Cuando ya no hay remedio
se me vienen encima,
con su verdad a cuestas,
los días que quisiera borrar del calendario.
No quisiera borrarlos,
quisiera regresar a la fecha precisa,
para poder vivirlos de otro modo.
Porque hay días que no sólo se pierden
sino que matan otros muchos días,
los que vienen más tarde
y ya nacen enfermos de rabia y de tristeza.
Y no es fácil encontrar el antídoto
que limpie el sentimiento de lo oscuro
y volver a creer igual que antes.
O tal vez sí,
tal vez tan sólo sea una palabra
la que traiga la paz a mis insomnios.