miércoles, 31 de diciembre de 2014

BRINDIS

No quiero hacer balance del año que termina
no me salen las cuentas, no me cuadra
el número infinito
de la línea de ausencias
ni puedo compensarlo con la de los que quedan
ni con los que han llegado de improviso.

Son cálculos distintos,
guarismos diferentes que a veces nos disfrazan
el pobre resultado,
superávit de muerte en la columna
donde se anotan todos los dolores.

En esta última noche, madrugada primera,
brindaré por mi madre
que pelaba las uvas para poder tragarlas
y ni aun así lograba pasar de cuatro o cinco
antes de dar el paso al año nuevo
mientras sonaba el eco,
la última campanada cargada de promesas.

Y por mi amiga Lola que se fue
el catorce de abril,
ella, que siempre fue republicana.
¡Cuántos fines de año pasamos entre risas,
con su voz de Chavela llorando con falsete!

Y por todos mis muertos: mi padre y... claro, Jaime.

Juanra, Javier, Antonio, Marcos, Ricardo, tantos
que nunca más oyeron campanadas de vida,
y quedaron unidos en una misma fecha
que no aparecerá en calendario alguno,
pero en ella se esconde
la feliz madrugada de mis años más jóvenes.

Y brindaré también por ese amor
que llegó de improviso
a salvarnos la vida a ti y a mí
y dejamos morir sin darnos cuenta
de que pedía auxilio
cuando aún era posible
inyectarle una dosis masiva de ternura.

Hoy volveré a brindar,
ahora por mis hijos, por mis nietos,
para que en un futuro cada vez más cercano
ellos brinden por mí,
por esta pobre abuela que se irá cualquier día
cansada de decir tantos adioses
que me han cubierto el alma de confetti
mojado por las lágrimas.