Y de repente tú
rompes este silencio que me envuelve
como si fuera niebla
y me aísla del mundo
en el mínimo espacio de mi casa;
oigo mi propia tos y me parece
que alguien está conmigo; sin querer
he dicho algo en voz alta y mis palabras
tienen una textura de eco en el vacío.
Y es que al menos quisiera
poner rostro a la ausencia,
recordar una voz, un gesto, una mirada,
porque no hay soledad
más inútil, más triste
que aquella que no tiene
ni a quién echar de menos.
Pero de pronto tú
me dices que has pensado
en mí algunos instantes
y creo que es posible que me quieras un poco.