qué dulce alucinógeno me engaña
cuando cierro los ojos y el pasado
se empeña en regresar
vestido con un rostro que es el tuyo
pero que no eres tú sino el espectro
del que debiste ser, del que esperaba
cuando quise creer en lo imposible.
Y es que la soledad es tan absurda
que se inventa una vida inexistente,algo que no ocurrió, sino en los sueños
forjados sobre idéntica tristeza,
una espiral sin fin de ensoñaciones
seguidas de fracasos,
un volver a empezar repetitivo,
sobre exactas quimeras engañosas.
Y así una y otra vez, en una huída
de la gris realidad,
ida y vuelta al dolor y a la esperanza,
a la felicidad y a la amargura,
cada vez más cansada, más inerme,
más vulnerable y rota,
más expuesta
a la inclemente luz de la mentira.