La gente se hizo dura
y a los niños dejaron de querernos.
(Eladio Cabañeros. Antes, cuando la infancia)
Trae el aire un aroma como a flores enfermas,
a hojarasca podrida, a silencio y a miedo,
a recelo escondido detrás de las cortinas,
al agua de un jarrón con claveles marchitos.
Las banderas se agitan como puños de hierro,
han muerto las canciones, solo quedan soflamas,
crece un tumor maligno entre las multitudes,
la lluvia no se atreve a abrillantar las calles.
Se acabaron las fiestas de cumpleaños,
los besos, los poemas, los caramelos,
los helados de fresa, los plenilunios.
Los orgasmos se mueren sin un gemido.
Solo importa vencer. Vencer al otro.