Lo más triste de toda nuestra historia
no fue la incomprensión ni el desencuentro
ni esa forma sutil de hacernos daño
ni el silencio cargado de reproches
ni siquiera el dolor definitivo
de saberlo imposible, ni el absurdo
de aquella despedida sin mirarnos.
Lo más triste de toda nuestra historia
fue despertarme sin pensar en ti
y aprender a vivir sin recordarte.