Me he inventado la vida tantas veces
que ya no sé quién soy ni donde quedan
los restos de mí misma, las imágenes,
los rostros, los lugares
que me vieron pasar; y parecía,
entonces parecía
que iban a durar siempre, que las calles,
los campos, las personas
eran parte de mí y yo era parte suya.
Pero yo no sé cómo
se ha abierto un socavón en mi pasado,
un vacío plagado de seres fantasmales
en el que no me encuentro,
como si nunca hubiera sido niña
y ya hubiera nacido tan cansada,
como si la ilusión, los sueños, los amores
hubieran ignorado mi existencia
pasando por mi lado sin rozarme,
sin apenas mancharme de sudor y saliva,
y como si la luna nunca me hubiera envuelto
ni yo hubiera llorado con ella algunas noches.
No sé qué me ha pasado en estos años.
Cómo me he convertido
en un árbol sin tronco ni raíces.
Ahora todo es fugaz, provisional, voluble,
sin ayer ni mañana, solo momentos breves
que no van más allá de lo que dura un beso.
Y entre brumas recuerdo a todos los amigos
que crecieron conmigo y muchos ya no están,
unos porque se fueron definitivamente
casi sin despedirse
y otros porque tomaron un camino distinto
del que me trajo aquí y ya no sé encontrarlos
y quizá ellos tampoco puedan reconocerme.
Se me olvidan las fechas importantes,
se me olvidan los rostros y las voces,
soy una extraña perdida en la memoria,
una extranjera en el lugar de siempre
que le cayó la vida en saco roto.