Fue bonito jugar a enamorarnos,
un juego entretenido
que no hacía daño a nadie.
Fue bonito soñar en las noches heladas
cuando ya no tenía
apenas ningún sueño disponible.
Fue bonito creer que era importante
aunque fuera tan solo una entelequia
que jamás tomaría cuerpo y carne.
Incluso fue bonito llorar y maldecir
a esta puta vida
que siempre se ponía en contra nuestra.
Pero llega un momento en que la realidad
se te pone de manos y te insulta el espejo.
Entonces ya no puedes engañarte.
Y vienen por el aire sonidos de tristeza,
trae ecos de batallas perdidas de antemano.
Y trae juegos prohibidos que te matan.