En esta edad de canas y cansancio
dejamos que se mueran nuestros sueños
rendidos de antemano,
sin siquiera intentar acariciarlos,
mansamente conformes con un tiempo
que derrama tristeza a manos llenas,
cada día con una nueva muerte
de amigos queridísimos,
ya he perdido la cuenta del desastre.
Las heridas antiguas ya no duelen
son como costras secas que se caen y no sangran,
solo queda una leve marca sobre la piel
que nos acariciamos distraídos
con un cierto regusto del pasado;
mientras nos caen encima nuevas penas
pensamos resignados que lo que toca es esto:
contemplar impotentes cómo se va la vida
sin que acuda a la boca
ni una torpe palabra de consuelo.
Yo sé que en algún sitio existe la belleza,
existe la esperanza y la memoria
de lo que fui algún día.
Y que en algún rincón de estos despojos
queda un resto de fuerza y de deseo
que no quiero dejar que se me muera
sin que lo hayas tomado entre tus brazos.
NUBE NEGRA