Poco a poco me he vuelto transparente,
invisible, translúcida, intocable
como un ser asexuado, una medusa
que no puede rozarse por si abrasa.
Parece que mis labios de repente
se hubieran congelado, que mis manos
fueran bloques de piedra sin tacto y sin caricias,
sin dedos que enlazar, que mi cintura
ya no fuera el lugar donde posarse
las tuyas como pájaros sin rumbo.
Tal vez es que estoy muerta
y yo no me he enterado
de cuándo fallecí para tus ojos
y soy como un fantasma amigo tuyo
que a ratos te acompaña sin reproches
te escucha, te sonríe y se evapora
sin dejar ni una huella sobre el barro.
No sé dónde han quedado los días del deseo,
las noches de los sueños, imposibles,
pero sueños al fin, sueños de vida.
Será que nos queremos como hermanos.