Llegó por fin el tiempo en que creía
estar amortizada y, por lo tanto,
sin riesgo de perder
nada más que lo mío, sin efectos
nefastos para otros,
algo muy parecido
a lo que debe ser la libertad.
Mas hete aquí que viene una deblacle
que os deja sin futuro
a vosotros, que sois nuestro relevo,
la esperanza de un mundo más cabal.
Los monstruos del dinero,
saqueadores de sueños, ladrones de ilusión,
se permiten el lujo de malversar la ciencia
que os ha costado años alcanzar,
os echan del edén sin miramientos
y a base de amenazas
-siempre hay otro que agacha la cerviz-
os reducen a esclavos por salarios de hambre;
esclavitud de lujo, con máster, con idiomas
para entender los gritos de los desheredados
y no perder detalle
de las viles falacias del poder.
Os roban el proyecto de la vida,
el derecho de amaros,
el gozo de ser padres
porque engendrar un hijo es una heroicidad.
Yo veo en vuestros ojos el miedo y la impotencia,
esas miradas limpias cargadas de dolor
y me recorre el cuerpo una oleada
de furia que no quiero reprimir.
Y unas terribles ganas de matar.
Los abuelos saldremos a la calle,
si hace falta, blandiendo las garrotas;
los atropellaremos con las sillas de ruedas,
revivirán los jóvenes que fuimos
para hacerles tragar su desvergüenza.
Y morderán el polvo.
Se arrastrarán igual que las serpientes
por el cieno que ellos han creado.