de gente que se mata no sé muy bien por qué;
yo tengo la cabeza en otra parte
pero tampoco sé cuál es ese lugar.
Cuando la espía rubia
y el musulmán convicto se besaban,
dejando a sus espaldas los muertos del guión,
les estalla una bomba que rompe los esquemas
de un final previsible. Ahora toca esperar.
Se me acaba el gin-tonic, me voy a ir a dormir.
Con un poco de suerte,
la semana que viene ganaremos al Barça
de una jodida vez.
A todo esto,
ni siquiera he pensado
qué tengo que comprar.
Es una noche absurda.
Premeditadamente la cabeza se atonta
para no echarse al monte y salir a la calle
con un Kalashnicov.