sin atender apenas las razones
que suele aconsejar el buen sentido.
Ataca casi siempre
por el flanco más débil; se camuflaentre sábanas frías, madrugadas
repletas de derrotas, soledades,
para irrumpir después como una tromba,
un viento enloquecido, una descarga
de vida que descubre de nuevo los sentidos
y despierta al deseo.
Es tan hermoso
que su brillo nos ciega, nos esconde
el peligro, nos engaña;
y nos hace creernos invencibles
para luego matarnos.
Casi nunca sabemos cómo llegó a nosotros,
cuándo y por qué nos inundó los días,
de qué forma caímos en sus redes
para vivir inmersos en un sueño.
Sin embargo
sabemos con certeza cuándo muere.
Y sabemos también que no tiene retorno
como siempre ha ocurrido con la muerte.