No puedo echarte en cara que dejaras de amarme,
el amor no pregunta
cuándo debe morir o seguir vivo,
se marcha por sus pasos,
se diluye despacio, inexorable,
en la pura costumbre de vivir.
Y contra eso
queda poco que hacer, solo los héroes
le presentan batalla a la rutina
y nunca fuimos héroes tú y yo.
Lo que no merecía nuestra historia
es no salvar los muebles y que me hayas dejado
este agujero negro en el recuerdo,
esta perplejidad desconcertante,
esta cara de idiota.
Y que antes del adiós aniquilaras
la más mínima sombra de belleza,
la más mínima luz, cualquier destello
de gozo y de hermosura.
Los momentos felices,
si llegaron a ser, quedaron sumergidos
bajo un espeso manto de mentiras.
Pero ya nada importa, ahora te corresponde
beber hasta las heces
el vino del triunfo, que ha brotado
sobre la misma tierra
en la que sepultaste mis escombros.
Pero ya nada importa, ahora te corresponde
beber hasta las heces
el vino del triunfo, que ha brotado
sobre la misma tierra
en la que sepultaste mis escombros.