Nunca jamás saltamos
un muro coronado de cuchillas
ni cruzamos a nado los océanos
ni escalamos la cima
de ningún ochomil
ni tampoco bajamos
al centro de la tierra.
Tan solo acometimos
la inmensa heroicidad
de quedarnos mirando
cómo nuestras figuras se alejaban,
se hacían cada vez más pequeñitas,
cada vez más borrosas y más tristes.
Cada vez más extrañas.