No sé por qué razón
te recuerdo en momentos que nunca compartimos;
nunca vimos el mar cogidos de la mano
ni inventamos los nombres de las constelaciones
alguna de esas noches
que en el cielo no caben más estrellas
ni miramos el sol hundirse en un océano
con las aguas teñidas del color de la sangre.
Nunca estuvimos juntos
viviendo la belleza desplegada
para nosotros solos,
sintiendo la tibieza de la tarde
besándonos despacio todo el cuerpo
y el despertar entonces, sin apenas tocarnos,
del deseo escondido en nuestras pieles.
Pero ahora te evoco, te recuerdo
como si fuera cierto, como si alguna vez
tú te hubieras dormido reclinado en mi vientre
enfrente de este mar, azul inverosímil,
mientras jugueteaba con tu pelo.
A veces necesito inventarme una vida
que engañe a mi memoria
y rellene los huecos plagados de tristezas.