Pues sí, fui a la manifestación. Quiero contarla tal como fue, con lo que se veía y con lo que se adivinaba. Creo que es obvio que contra el terrorismo estamos todos, pero aquí se están ventilando otras cosas y eso lo saben los que no fueron. La condena al terrorismo -repito, obvia- en este caso es una cortina de humo tras la que ocultar que salimos a la calle para gritar que apoyamos al Presidente. Como ya no estamos en los tiempos de la Plaza de Oriente y está mal visto convocar una manifestación de apoyo al Gobierno, hay que buscarse las vueltas para defendernos de la oposición más demoledora, falsaria, obstruccionista, desleal y destructiva que se recuerda en los anales de la historia, incluidos los años previos a la guerra civil. Es una manera de sacarnos todas las espinas que nos ha clavado el odio de la A.V.T. y del Partido Popular desde el mismísimo día 15 de marzo de 2004. Es la forma de decirle al Presidente, en estos momentos difíciles, que no está solo y que le respaldamos en su intento de conseguir una PAZ que nos merecemos todos y por la que tiene que unirse todas las fuerzas políticas, dejando a un lado las mezquindades partidistas.
Me desgañité gritando hay mucha gente con el Presidente, Za-pa-te-ro noes-tás-solo y contra ETA u-ni-dad, u-ni-dad, porque me parece una indecencia la utilización que se ha hecho del terrible atentado de la T4. Y no vale todo para recuperar el poder.
A mí la boca me pierde, y no sé si un blog es el sitio más indicado para hablar de estas cosas. A lo mejor debería decir que estábamos en la calle para condenar un atentado. Pero eso es innecesario. Las manifestaciones son un arma política y esta vez nos ha tocado a nosotros, que ya era hora. Llevamos asistiendo a un embarramiento premeditado de la política desde hace casi tres años. Viendo a los líderes del PP bajo pancartas en las que se llama asesino al presidente del Gobierno, escuchando insinuaciones de que el 11-M poco menos que lo preparó el Partido Socialista. Ya está bien, señores, hasta aquí hemos llegado. Ayer la calle fue nuestra y se respiraba aire fresco. No hubo insultos, sólo alguna coña ¿Donde están, no se ven los obispos del PP?, ¿Dónde está, no está aquí el alcalde de Madrid? y se presentía que la Espe no venía, pero ni una mala palabra para nadie; aplausos a los ecuatorianos y el manifiesto, impecable.
¿Cuánta gente? No lo sé, mucha. La suficiente para sentirnos fuertes. Una inyección de moral frente a tanta insidia. Abrazos, sonrisas cómplices, buen rollito, no estamos solos, somos muchos, que parecía que nos habían acojonado. Me encantaría ser tan optimista como para creer en la buena voluntad. Pero aquí se trata de tirar al Gobierno, no importan los medios. Soy consciente de que mucha gente que lee este blog no piensa como yo. Lo lamento si alguien se siente molesto, pero necesito hablar con libertad. Aquí, no nos engañemos, hay dos Españas. Y la que yo quiero no es esa ¡¡¡ESPAÑA!!! rabiosa, cerrada, intransigente y en posesión de la verdad. La que quiero es una España civilizada y dialogante, en la que cabe todo el mundo. La España que yo amo es mestiza y acogedora con los inmigrantes, valora la riqueza que nos aportan y les reconoce los mismo derechos. En la España que yo quiero se respetan las identidades de todas la regionas y no se boicotea a ninguna. Se brinda con cava catalán y se discuten las aspiraciones de cada cual con respeto.
La Cibeles nos contemplaba desde su trono mojado y sonreía. Ahí está, ahí está la Puerta de Alcalá, recibiendo nuestro optimismo, nuestra fuerza y ofreciendo al pueblo ecuatoriano un Madrid abierto a todos. Sentí que el corazón se me esponjaba. Fue una terapia de reencuentro con los míos. Repito, llevaba muchos meses tragando quina y necesitaba esta inyección. Luego estuve por Huertas. La mani por la PAZ se fue de copas. En todos los baretos había gente con pegatinas Por la PAZ y contra el terrorismo. ¡Qué bien me sentía!