CONCLUSIÓN. No soy judía, estoy vinculada ideológicamente a la izquierda y soy periodista. ¿Por qué no soy antiisraelí, como la mayoría de mis colegas? Porqué, como no judía, tengo la responsabilidad histórica de luchar contra el odio a los judíos, y, en la actualidad, contra el odio a su patria, Israel. La lucha contra el antisemitismo no es cosa de judíos, es obligación de los no judíos. Como periodista, estoy obligada a buscar la verdad, más allá de los prejuicios, las mentiras y las manipulaciones. Y sobre Israel no se dice la verdad. Y como persona de izquierdas, que ama el progreso, estoy obligada a defender la libertad, la cultura, la convivencia, la educación cívica de los niños, todos los principios que las Tablas de La Ley convirtieron en principios universales. Principios que el islamismo fundamentalista destruye sistemáticamente. Es decir, como no judía, periodista y de izquierdas tengo un triple compromiso moral con Israel. Porque, si Israel fuera derrotada, serían derrotadas la modernidad, la cultura y la libertad. ¡La lucha de Israel, aunque el mundo no lo quiera saber, es la lucha del mundo!"
La verdad, me jode muchísimo dedicar tanto espacio de mi blog a un artículo de Pilar Rahola -y mira que es largo- pero me lo ha enviado mi amiga Merche y me veo en el deber de reflexionar un poco sobre lo que dice esta buena señora, aunque confieso que me da una pereza mortal. Ya en el anterior post dije que no soy una entendida en el conflicto árabe-israelí, que para mí es un galimatías inexcrutable cuyos motivos y contramotivos se remontan a los últimos años 40, antes incluso de que yo naciera -que es casi la prehistoria- y mucho antes de que naciera la señora Rahola. Lo que sí dije y mantengo es que "...la diferencia entre David y Goliat es tan desmesurada que todas las razones y todas las verdades se diluyen en los ríos de sangre que anegan la franja de Gaza." Conozco de sobra a mi amiga Merche y sé que las muertes de civiles palestinos -el cuarenta por ciento de ellas, niños- le duelen tanto como a mí; a lo mejor también le duelen a la señora Rahola, pero en su escrito no se le nota nada. Su escrito más parece una justificación de la masacre que otra cosa. Ella que, según dice, es periodista -aunque todos la recordamos por su actividad política en un partido tan moderado como Esquerra Republicana de Catalunya- debería dedicar más tiempo a difundir información sobre la dictadura birmana para que todos pudiéramos manifestarnos con conocimiento.
Todas esas nobles causas que enarbola la señora Rahola seguramente son muy justas, pero no tiene nada que ver el culo con las témporas y su escrito deja un regusto de alegato antiárabe tan visceral y tan injusto como el antisionismo que critica. Entre otras consideraciones, parece que mete en el mismo saco al islamismo y al terrorismo islámico y son cosas muy distintas.
Si algo debe distinguir a las democracias de las dictaduras es el respeto a los derechos humanos y, sobre todo, el derecho a la vida de los inocentes. Y la democracia israelí se está pasando todos los derechos humanos por el mismísimo arco del triunfo.
El domingo no fui a la manifa, aunque me lo pedía el cuerpo y el alma. Me quedé haciendo unas albóndigas en salsa cazadora y tomando unos vinos con mi chico. En la tele del bar salió Zerolo en la mani y unos paisanos del barrio comentaron que ya estaba ahí el maricón ese y que no protestaba por el paro. No hay champú que acabe con la caspa del alma.
Lo malo de las manifestaciones multitudinarias es que siempre se mezclan churras con merinas y cada facción las utiliza y las deforma en su propio beneficio; por si hubiera alguna duda al respecto, lo ha dejado bien patente con su beatífica presencia en la de Belfast, el célebre pacifista Iñaki De Juana Chaos, manda güevos, que el solito ha matado más gente que todo el ejército israelí, proporcionalmente, claro está. Conozco gente conservadora que en el 2003 salió a la calle de buena fe, porque realmente le repugnaba lo que estaba pasando en Irak, y se sintió manipulada por muchas de las cosas que allí se gritaban y algunas de las banderas que ondeaban. A mí misma, hace unos meses, se me puso mal cuerpo cuando, en una manifestación contra la violencia machista, ví más pancanrtas pidiendo el aborto libre que condenando los malos tratos.
Hay que ser muy frío, muy honesto y no tonto del todo, para entresacar de esos conglomerados que son las ideologías, las cosas con las que uno no comulga y no justificar todas las acciones de un gobierno o de un partido político, por el hecho de que tenga nuestras simpatías o nuestro voto. Cuando aquello que se llamó "la guerra sucia contra ETA", es decir, los crímenes del GAL, hubo muchos socialistas que lo justificaron. La vara de medir cambia según a quién haya de aplicarse.
A mí me da mucha pena que las simpatías o antipatías por unos o por otros, pongan vendas en los ojos de las personas decentes y lancen cortinas de humo que difuminen lo que no queremos ver. Lo que quiero decir es que los horrores son horrores los cometa quien los cometa, aunque sean los nuestros. Lo que quiero decir es que igual es posible ser de derechas y condenar las matanzas de inocentes, vengan de donde vengan.
De acuerdo, señora Rahola, las dictaduras islámicas son sanguinarias, corruptas e injustas. Las mujeres no tienen derechos y son tratadas como esclavas sin amparo legal. De acuerdo, señora Rahola, lo de los niños y niñas bomba es un horror que estremece a cualquier persona normal, sea cual sea su ideología. El terrorismo islámico no hay por donde cogerlo, como el vasco o como cualquier otro terrorismo. De acuerdo, se está haciendo mucha propaganda contra Israel; en cuanto al fanatismo que se inocula a los niños palestinos, me imagino que es directamente proporcional al que se inocula a los niños israelíes. Pero a un estado democrático y civilizado se le debe notar en algo que lo es. Y, señora Rahola, independientemente de todas esas verdades, el democrático estado de Israel está masacrando a la población de Gaza.
Y, en estas condiciones, la lucha de Israel no es mi lucha, señora Rahola.