sábado, 1 de marzo de 2014

ELLA

Cuando juego mi suerte
al verso que no escribo
cuando solo recibo
noticias de la muerte.
(Nube negra. Luis Gª. Montero)

Qué hacer para escondernos,
dónde buscar cobijo de la lluvia
que nos empapa el alma de tristezas.
Cómo poder mirar hacia otro lado
si la sombra alargada de la nube
se extiende más allá del horizonte.

Dónde encontrar motivos de esperanza,
dónde engañar al monstruo
cómo seguir luchando sabiendo que es inútil,
que siempre vencerá la escurridiza muerte,
que vendrá cualquier día a transportarnos
al reino de la nada y, mientras tanto,
no ceja en su trabajo de rapiña,
en su siembra siniestra.

No me digáis que estoy desvariando
ni llaméis al psiquiatra.
Nunca estuve más lúcida.
Lo raro es que vivamos ignorándola,
así, como si nada, como si no existiera,
como si no estuviera agazapada
detrás de la belleza,
dispuesta a propinarnos un mazazo
cuando nos permitamos ser un poco felices.

Para qué los poemas y las revoluciones,
y este absurdo deseo de abrazarte
que me crece en el vientre
como un tumor maligno,
para qué las heridas, los sueños, las derrotas,
para qué tanta vida,
tanto amor derramado por los suelos;
para qué tu mirada esquivando la mía.
 
Lo extraño es sonreír, besar, amarnos,
disfrutar de la risa de los nietos,
ahorrar para el futuro, organizar
un viaje al Caribe o a la luna,
cuando ella sigue ahí, la muy hija de puta,
dispuesta a pronunciar
la última palabra.