Y me coge un deseo de vivir
y ver amanecer, acostándote tarde,
que no está en proporción con la edad que ya tengo.
(Jaime Gil de Biedma)
Por lo visto, mi amor, ahora ya no toca,
ya se pasó el momento de intentar otra vida
y debemos rendirnos sin presentar batalla,
asumir la derrota sin que siquiera quede
una huella en mi piel ni el rastro de tus dedos
ni el peso de tu cuerpo ni el sabor de tu lengua.
Pero cómo se olvida lo que no ocurrió nunca
si este sueño es más cierto que algunas realidades,
si ese abrazo que nunca pudimos regalarnos
es más tierno que todos los que fueron
verdad incuestionable, si es tu beso imposible
muchísimo más dulce, muchísimo más húmedo
que todos esos besos que he olvidado.
Si es tu voz la que escucho cuando solo hay silencio
en mi casa vacía, en mi cuarto desierto,
en mi cama sin ti cuando empiezo a dormirme,
dime cómo podría evitar que mañana,
cuando abra los ojos, sea otra vez tu nombre
la primera palabra que se asome a mis labios.
Por lo visto este mundo guarda dentro otros mundos
que se miran de lejos pero no abren sus puertas,
cada uno en su sitio sin osar cambiar nada
ni escalar ningún muro ni apartar los biombos
ni derribar barreras ni quebrar los cristales.
Apenas vislumbrarnos, esperar con paciencia
que se muera el deseo y llamarnos cobardes.
Además, por lo visto, no tenemos edad,
Ya no es momento, amor, y sin embargo
es ahora, de pronto, cuando estamos más vivos.