A falta de tus brazos
me he tatuado tus versos en mi cuerpo.
Trepan como la yedra por mis piernas
y anidan en mi vientre
como si fueran pájaros heridos.
Algunos se me enroscan
con dos vueltas o tres en la cintura,
y una leve asonancia, apenas perceptible,
me decora el ombligo como un piercing.
Suben por mis colinas las estrofas
que me hablan de tu ausencia y brotan a su paso
adormideras rojas; me refugio
en deliciosas alucinaciones.
Otros versos dibujan la forma de tu boca
y el humo alejandrino de un cigarro.
se eleva hasta mis ojos. Escritos en mis párpados
hay dos endecasílabos con hermosas mentiras
y baja por mi espalda una interrogación
tan larga como el tiempo que perdimos.