Aterrada contemplo la hoja en blanco
que tendré que manchar con mis despojos,
agrupar mis miserias en manojos
y arrojarlas después por el barranco.
Antes voy a pasar por el estanco
para envolver en humo mis enojos
y pediré al lector, puesta de hinojos,
que sepa perdonar cuando me atranco.
No pretendo ser maga ni profeta
solo una espectadora entrometida
que se encuentra como una marioneta
entre rimas y métricas perdida.
¡Es tan duro el oficio de poeta!
¡Tratar en vano de contar la vida...!