Algunos de vosotros me habéis pedido que publique el poema sin nombre que leí. Por supuesto, tiene nombre. Y apellidos.
cuando había ganado algunos kilos
y mi cintura no era la de entonces;
desde las comisuras de mis labios
bajan dos surcos hacia la barbilla
que transforman mi rostro
en la máscara triste del teatro.
Y me tiño las canas, y no veo
cómo pasa la vida sin mis gafas.
Tú por tu parte
ya no eres aquel chico
ya no eres aquel chico
al que tan bien sentaban los vaqueros
y en tu frente hay dos rayas
que delatan un punto de recelo
en tu manera de mirar el mundo.
Por no hablar de tu cráneo reluciente
ni de la curva de una felicidad
que siempre me recuerdas que no existe.
Tu equipaje y el mío son distintos
pero a ambos nos doblan las espaldas
y a veces nos separan, sin dejarnos
un ápice de fuerzas para, además, cargar
la pequeña mochila con lo nuestro.
Si yo soy del Madrid, tú del Atleti
más otras diferencias ideológicas
que me parecen menos importantes.
Y por si fuera poco, esta manía mía
de andar pidiendo peras a los olmos.
Pero, contra pronóstico, seguimos
arañando momentos a la vida
como a los veinte años.
¿Y si, después de todo,
ahora va a resultar que nos queremos...?
Perdonad mi inmodestia, pero no puedo resistir la tentación de poneros este enlace. ¿Se puede hacer una crónica mejor del evento?