Están solos.
Solos en medio de la incertidumbre
y del miedo a mirarse en el espejo
donde los mira el otro.
Solos y sin embargo tan cerca, tan palpables,
tan te pongo la cena,
tan levemente muertos.
Solos con ese odio casero y minucioso
con que a veces se aman
mientras el cenicero se llena poco a poco
de vida consumida.
Y la muerte revienta en quién sabe qué copas,
qué miradas, qué risas;
en quién sabe qué abrazos extranjeros.