No pegué ojo en toda la noche, pero fue un insomnio placentero; se me reproducían las imágenes, los sonidos de los aplausos, los besos, los abrazos -nos abrazamos más que los futbolistas- todo ello entreverado de versos -de Luismi o míos- que se habían quedado enganchados en algún pliegue de mi cerebro repitiéndose como una salmodia. Vuestras miradas atentas, vuestros oídos abiertos para no perder ripio, la solidaridad de los colegas, el calor de los amigos. Todo ello hizo que nos sintiéramos como en casa y nuestros poemas brotaran con fluidez y con naturalidad.
Ahora os confieso que Luismi y yo sólo ensayamos juntos un día, cuando todo estaba todavía en un esbozo, sin música y sin el guión definitivo; con un lío increíble de papeles sobre la mesa que hizo que se perdieran algunas estrofas. Sin embargo, en aquel único ensayo los dos supimos que saldría bien, aunque yo no me atrevía a imaginar tanto como luego ha sido.
Por eso no nos canseremos nunca de agradeceros vuestra presencia y vuestra actitud y vuestros ánimos.
No quiero dejar de destacar el alarde de generosidad y compañerismo de los consagrados, que nos trataron de igual a igual, como auténticos colegas. Hablo de Francisco García Marquina -mi Paquito- de Rafael Soler, de Elvira Daudet, de Emilio Porta y, por supuesto, del propio Enrique Gracia, cuyas palabras cariñosas, ingeniosas, cálidas, hicieron que nuestros versos cayeran en un terreno perfectamente abonado.
Me encantó conocer in person al Zuñi, con ese aspecto de rojeras recalcitrante tan total, a Elvira, a Cris; no quiero que se me olvide nadie. Ya conocía a Jesús y a Jorge y fue un lujazo tenerlos allí.
Gracias a mis amigos que no pertenecen a este mundillo seductor y extraño de la poesía. Arturo, Almudena, Pitoya -con Juan, su chico- María Paz y Antonio, Casti y Ana, Amparo, Titina, Ignacio, Miguel, Elisa... Nina... mi compañera Paqui, que sin conocer a nadie se enrolló divinamente. A mis hermanas Paloma y Almudena y cuñados, a mi sobrina Isabel, a Miguel, que personificaba también a mi hija Marta; a Luis Guijarro y Ana. Y, obviamente, a mi calvo, que me ha apoyado sin rechistar y me ha aguantado los ensayos en casa como un jabato, corrigiéndome, además, entonaciones y pausas.
Y a los compañeros de Escritores en Red, Manuel y Rosa, María, Montse, Santiago y señora, Carlos... Pilar y su chico... Sol, que no dejó de arroparnos con su sonrisa dulce; no se me olvida nadie, es que de algunos no sé vuestros nombres; a Mari Carmen que no pudo ir desde su tierra vasca, pero estaba; gracias a todos.
Y, bueno, está claro que Luismi es un monstruo ¿no? Él va a llegar lejos, porque tiene la edad a favor y porque es un pedazo de poeta y un pedazo de tío en el sentido más amplio de la expresión. Vamos, en todos los sentidos -mi hija Marta, cuando vió el video, sentenció: está bueno Luismi-. Yo por mi parte, ya he llegado. Lo del viernes 15 de octubre de 2010 vale más que todos los premios juntos.
Y otra cosa: vuestro recogimiento casi religioso escuchando el Tears in heaven de Eric Clapton, después del poema de Jaime, lo tomé como un silencioso homenaje a mi hijo.
¡¡¡GRACIAS!!!