Me llamo África y dicen que en mi vientre
se gestó el Homo Sapiens,mi hijo más ingrato.
La forma de mi cuerpo es parecida
a la de un corazón,
un corazón que acoge a mil millones
de seres moribundos.
Soy una madre vieja
y he seguido pariendo hijos hambrientos
desde aquel tiempo infame en que los blancos
los cazaban a lazo en mis selvas ubérrimas.
Estoy cansada
de recibir sus huesos en mi tierra,
de regar mis entrañas con su sangre.
Estoy cansada
de verme reflejada en el cristal negrísimo
de sus ojos que miran hacia el norte.
Estoy cansada
de recoger cadáveres desnudos
que han muerto en otras playas,
de suturar heridas en sus manos,
de mutilar sus piernas en mis campos de minas.
Estoy cansada
de que mis hijos huyan hacia un mundo
que les discute el pan y la justicia.
Estoy cansada
de su mirada triste,
de su humildad antigua, milenaria,
que suplica perdón por las molestias
de haber nacido pobre.
Y estoy cansada de que no regresen
jamás a mis sabanas.