Mirando este silencio de la calle
con Beethoven al fondo
me ha dado por pensar si no habrá sido
la tarde de aquel martes de vinos y de bromas,
de libros y de charlas,
y de contarnos cosas de los viejos amores
al calor de los bares y los besos,
si no puede haber sido aquella tarde
que hoy parece imposible,
nuestra última tarde de gozo y de ternura.
Y me agarra a traición y por la espalda
un miedo irracional, insoportable,
de que esta losa triste de silencio
que ha ocupado los parques
se lleve por delante lo poco que teníamos.
Se me ha vuelto insalvable la distancia,
la pequeña distancia de aquí mismo
y la inmensa que cubren los océanos
hasta la Costa Este americana.
¡Es todo tan incierto y tan oscuro!
Y me invade un dolor blando y grisáceo
como esa larga nube que pinta mi horizonte,
un allegro vivace que nunca fue tan triste,
unas voces de niños
jugando al otro lado del tabique.