sábado, 26 de noviembre de 2016

IDIOSINCRASIA (Magnífico poema de José Pozo Madrid contra la violencia machista).

Con mi gratitud porque un poeta varón grite contra estos crímenes.

Te he dejado
una nota pegada en la nevera
con la lista de cosas 
que quedan por comprar,

he lavado las sábanas
con los restos de sangre de los últimos golpes
y en el tercer cajón
de la segunda puerta
tienes recién planchadas las camisas.

Tendrás para ir tirando
unas cuantas semanas, más o menos decente
a los ojos de todos.

No te olvides
de llamar a tu madre cualquier día.

De paso
me llevo la basura y los recuerdos
hasta el contenedor.

(José Pozo Madrid)


jueves, 17 de noviembre de 2016

FUERA DE NOSOTROS

Yo sé que fuera, fuera de nosotros,
de ti y de mí, de este dolor doméstico
siguen pasando cosas.

Yo sé que en nuestro hermoso
mar Mediterráneo
no caben más cadáveres, 
que aquí mismo
se mueren las ancianas abrasadas,
paradójicamente
por engañar al frío, a la negrura
que a las seis de la tarde las envuelve.

Que se cuentan por miles las mujeres
asesinadas,
violadas,
torturadas,
humilladas
solo por ser mujeres.

Qué los niños vagan a la deriva
a merced de los ogros de los bosques;
que sobre escombros aún vomitan llamas
los dragones del aire.
Que no hay más dios ni amo que el dinero.

Que un jodido lunático fascista
va a gobernar el mundo
y esto es solo el principio, 
ya se frotan las manos sus acólitos
aquí, en la vieja Europa.

Yo todo eso lo sé, no se me olvida.
Pero no me da el ancho
para llorar por causas imposibles,
ya he agotado todas mis reservas de lágrimas.

Y si me queda un poco de energía
creo que la usaré por aquí cerca,
en lo que está a mi alcance, que no es poco.

domingo, 13 de noviembre de 2016

LOS VAQUEROS

Solo me juzgo por lo que siento, no por lo que razono. (Montaigne)
Recuerdo aquel verano -el del sesenta y cinco-
cuando eras aquel chico tan guapo que cantaba,
al que mejor sentaban los vaqueros.
Tú eras el capricho de las nenas,
el terror de los novios,
el sueño húmedo de suegras potenciales,
y yo apenas entraba en una adolescencia
boba y muerta de miedo, sin conciencia de mí
ni de que yo pudiera valer algo.

No sé por qué demonios te fijaste
en esa chica tímida
de la pandilla de los más pequeños,
el caso es que cualquier posible contrincante
regresó a sus cuarteles y replegó sus fuerzas
ante un rival con semejante historia.
Me dejaron inerme, teniendo que lidiar 
contra todas tus armas.
Dieciséis años contaba por entonces.

No hace falta que cuente lo que vino después
-largo noviazgo de pecados tristes,
muchas visitas al confesonario,
lunas llenas de cuernos,
propósito de enmienda,
dolor de corazón y al fin la boda
con el tul ilusión hecho jirones.

Cuatro hijos contando al que se fue
-revisando las fotos me preguntas
qué niño es cada uno de esos niños
que nos sonríen desde la memoria-,
el oscuro enemigo que se instaló en tu mente
hasta echarme de casa. Y los papeles rotos.

Muchos años perdida en espejismos
queriéndome morir más de mil veces,
pasiones desbordadas y un futuro imperfecto
por no saber cortar el hilo de la culpa
porque estabas ahí, tú siempre estabas,
tú y tu inmisericorde soledad,
la que todas las noches dormía a mi costado.

Pero ya no es cuestión
de andar pidiendo cuentas a la vida.
Ahora que no eres
ese chico tan guapo y los vaqueros
no te sientan tan bien, sabrás que existe
otra forma de amar
que no entiende de orgasmos,
que no va a derretirse entre gemidos,
pero que hoy, precisamente ahora
no va a dejarte solo.

sábado, 5 de noviembre de 2016

LA FUENTE NUEVA

(A J. G. B. porque se lo debía)

A mis dieciséis años conociste
la exacta dimensión de mi cintura,
la virginal tersura de mi vientre,
la fruta adolescente de mi pecho,
sobre el banco de piedra, 
junto al pilón donde muy poco antes
todavía cazaba renacuajos.

El cielo en esa noche
dilapidaba estrellas como si le sobraran
y nosotros, en tanto,
perdíamos la cuenta de los besos.

Era todo demasiado perfecto,
despertamos la envidia de los dioses,
de unos dioses siniestros e implacables
que unos años más tarde y sin invitación
vinieron a instalarse en nuestra casa
y a robarnos la vida, el sexo y la ternura.

A ti te arrebataron el futuro,
te diron el cambiazo
por otro hecho de sombras y amenazas
y te quedaste solo
acosado en tu mundo indescifrable.

Y de mí consiguieron, con paciencia
digna de mejor causa
-les llevó veinte años pero al fin lo lograron-
que dejara de ser buena persona.

Perdóname si no estuve a la altura
de tu sin par mente maravillosa.
Perdona que me fuera huyendo de mí misma,
de la maldita suerte, del destino,
de no saber amar lo suficiente
para encontrar en ti
lo que anduve buscando por ahí sola.

¡Qué te voy a contar que tú no sepas
de mis palos de ciego,
de los clavos ardiendo a los que me agarré
para luego caer
de nuevo con las manos abrasadas!

Por si acaso el expolio fuera poco
los dioses del dolor se llevaron al hijo
y no pudimos ni llorarlo juntos.

Hoy,
que han pasado mil años
y la muerte escondida nos acecha
déjame que reviva al menos esa noche,
saber que hubo un momento en que fuimos felices
sobre la piedra de la Fuente Nueva
mientras el cielo aquel
dilapidaba estrellas a lo loco.

(De Plantas de interior. Ed. Cuadernos del Laberinto 2012)
La foto es de un cuadro de Goyi Alguacil al que le he quitado el color porque era de noche.)