miércoles, 26 de octubre de 2011

LA NOCHE ATERIDA

La penumbra dibuja dos figuras inmóviles
envueltas en sí mismas,
muertas bajo la colcha.

Un frío escurridizo,
inmune a la caricia y al abrazo,
se desliza en el lecho.

Desolador silencio sin memoria del gozo,
preñado de tristezas, de palabras
que hieren con cuidado,
como solo es posible herir a quien se ama.

Es la inmisericorde desazón
del abismo insalvable
que suele interponerse entre dos cuerpos
cuando es el amor propio
el que dicta las leyes de la carne.
(Dibujo cedido por Roberto Villar Blanco
Nada que decirte)

viernes, 21 de octubre de 2011

CAYÓ EL TIRANO

Por fin cayó el tirano
despojado de túnica y turbante,
inerme en su patético desnudo
sucio de sangre seca,
el rostro deformado a golpes de culata,
tumefactos los párpados,
colgantes los despojos inmortales,
sin huríes, sin jaimas, sin fortuna,
ni hipócritas halagos de países
genuflexos ayer, sin ir más lejos.

Por fin cayó el tirano
rodeado de cámaras que graban la ignominia
del hombre transformado en alimaña.

Por fin cayó el tirano;
sus verdugos levantan los fusiles,
celebran en las calles la victoria,
la nueva sinrazón del odio nuevo.
(Dibujo cedido por Miguel Villar

martes, 18 de octubre de 2011

UNA PREGUNTA

Si nunca vimos juntos
que se acercara un corzo a nuestra puerta,
ni compartimos un amanecer
revestido de otoño
ni un crepúsculo ardiente ni una luna,
si la belleza siempre nos ha encontrado a solas,

me pregunto
por qué invade esta casa tu inaccesible imagen
lo mismo que las huellas en la nieve
rememoran la arena de la playa,

me pregunto
-pero se me resiste la respuesta-
por qué te echo de menos precisamente ahora,
antes de dar las diez de la mañana.

domingo, 2 de octubre de 2011

LO QUE QUEDA DE MÍ

Como todos los jóvenes yo vine
a llevarme la vida por delante.
(Jaime Gil nde Biedma)

Hoy regreso al pasado
a recorrer un tiempo envuelto en brumas
para buscar a ciegas
lo que de mí quedó entre sus escombros.

Y encuentro algunas viejas emociones
fosilizadas como los insectos
atrapados en gotas de resina.

Aún percibo el antiguo escalofrío
de la espera infinita
del amor impalpable,
inmaterial, secreto,
que inundaba las noches de luces turbadoras.

Aún reconozco,
mezclado en la prosaica realidad,
un residuo de sueños
que quizá me mantiene un poco viva,
que quizá me alimenta
para seguir creyendo en lo imposible,
que quizá me rescata
de la tristeza yerma y resignada.

Entre la niebla encuentro algún vestigio
de mi reputación y mi cintura,
de lo que fui
antes de convertirme
en un superviviente del naufragio,
porque al final la vida
se me acabó llevando por delante.